Blade Runner. Más allá de los cuarenta...
¿Sueña el superhombre
con ovejas eléctricas?
Rolando J. Núñez
Hernández
rolandonunez70@gmail.com
“… que el hombre
es algo que debe ser superado, que el hombre es un puente y no una meta…”
(Friedrich Nietzsche/Así habló Zarathustra, p. 304).
El filósofo argentino Julio Cabrera, en su libro Cine: 100 años de filosofía. Una introducción a la filosofía a través del análisis de películas (1999), propone que el cine nos revela, a través de las imágenes, todo un mundo de valores, convicciones, realidades y sensibilidades que va mucho más allá de lo que ha pretendido la razón, que él considera logocéntrica; que en el pensamiento filosófico occidental, y de manera especial el moderno, no se atreve, o no quiere, salir de los límites de la mesura, lo simétrico y lo ordenado, lo que Nietzsche llamaría lo apolíneo; todo esto, primero en platónicos y neoplatónicos, y luego en el pensamiento cartesiano de la modernidad. Para Cabrera (1999), esa riqueza inacabable de imágenes, música y diálogos (pero también monólogos), que es el cine, nos revela un fenómeno invaluable que viene el autor a llamar logopático. Así, el cine nos ofrece la posibilidad de
meditar en torno al ser humano en su totalidad, desde su razón, que no se desecha, hasta sus emociones, que con frecuencia son dejadas de lado y no únicamente por la filosofía. El autor citado introduce la noción de concepto – imagen; es decir, la construcción de imágenes mentales, teorías y re – presentaciones del mundo, más allá de la pura abstracción, de la estricta razón.
Así,
sin olvidar que el cine es, en primera instancia, entretenimiento, se nos llama
la atención en cuanto a que en el séptimo arte podemos conseguir verdades
trascendentales y cuestionadoras que nos pueden hablar mucho, y a veces mejor,
de lo que somos como anthropos, como polis y como pathos.
Blade
Runner (1982) va desplegando, de manera casi mágica, todos estos
presupuestos y conclusiones solo mencionados en las líneas anteriores. No se
podría, en estos breves párrafos, abarcar todos los aspectos filosóficos que
contiene esta obra fílmica; solo intentaremos asomarnos a alguno de ellos.
El
Nexus 6 es superior en fuerza y agilidad, y al menos igual en inteligencia, a
los ingenieros que lo crearon. No puede el espectador avisado dejar de pensar
en Nietzsche en la medida que ve, o revisita, esta película. “Creo que nuestro
trabajo no beneficia al pueblo” suelta Rachael a Deckard; Tyrell dirá luego, en
el otro extremo: “Nuestro objetivo es el comercio”. Nietzsche se sitúa en
contra de lo que él llama el populacho pero también en contra de la clase
dominante; para él, ambos extremos son decadentes, de ahí la ruptura con su
otrora amigo e ídolo Wagner.
Esta
obra artística de Ridley Scott se nos aparece como profundamente nietzscheana,
porque los guiños y alusiones al autor alemán son constantes a lo largo de todo
el largometraje, en su forma y en su fondo.
Figuras como la lechuza, que simboliza la razón, en el pensamiento clásico, la filosofía, en la cosmovisión griega, aparece, en dos oportunidades, pero en la segunda aparecerá ciega. La película, así como el pensamiento dionisiaco de Nietzsche, nos dicen, de alguna manera, que la “fe ciega” en la razón se agota, se queda corta, y los productos de la razón, los replicantes, en algún momento desencadenan una tragedia que termina sacándole los ojos al padre de los androides; ¿cómo no pensar en Edipo Rey? De fondo está el tema de las emociones que van desarrollando estos superhombres creados por Tyrell, y que nos lleva a volver la mirada hacia un tópico tradicionalmente marginado por la tradición occidental, aunque ya Aristóteles lo toca para criticar el intelectualismo ético de Sócrates.
El pensamiento de Nietzsche es rico en paradojas como también lo es la obra fílmica de la que estamos hablando. Y esto es así porque, al final, el gran tema aquí es la “vida”, más allá del cine, del arte y de la filosofía; y si algo caracteriza la vida es su carácter paradójico, contradictorio. La vida es tema constante a lo largo de la trama de la película y lo es en la obra y cavilaciones de Nietzsche; no por nada ubican, a este último, muchos historiadores de la filosofía dentro de la llamada corriente “vitalista”.
Para
Nietzsche, el transitar existencial se trata de superar al hombre y conquistar
al superhombre; esto lo postula el pensador alemán en una época en donde la
ciencia se estaba imponiendo sobre la teología, la filosofía y sobre la visión
tradicional del hombre, pero evidentemente ni Nietzsche ni su época atisbaban,
en ese momento, el avance acelerado que tendrían tanto la ciencia como la
tecnología en el siglo XX. Nietzsche, no obstaste, sospecha de la tradición y
sospecha de la fe “ciega” en la ciencia. Una de las paradojas a las que nos
enfrenta Ridley Scott, en su trabajo, es al hecho de que las máquinas terminen
desarrollando emociones, y al mismo tiempo, o por eso, tengan altamente
limitado su tiempo de vida.
El
superhombre de Nietzsche no es un extraterrestre tipo Superman: es uno que
trascendiendo a la masa consigue su propio camino, su propio “sentido de la
vida”; la evolución de la historia, en la película, pareciera estarnos
diciendo: no son los súper poderes los
que definen a ese hombre o superhombre, sino la necesidad de sentir, de amar,
de odiar y de superar los miedos. La consigna de Tyrell, “más humano que el hombre”,
parece desmoronarse ante un replicante que quiere seguir viviendo, que
reflexiona sobre el “vivir con miedo”, que es precisamente lo que Nietzsche le
reclama a la moral de esclavos del cristianismo; “Es duro vivir con miedo”,
dice el replicante.
La
rebelión siempre implica consecuencias y riesgos; para Nietzsche, “matar a
Dios” significa quedarse huérfano de ideales, de piso moral.
Al final de la historia, el héroe, Deckart, es bastante frágil, lo que de una u otra forma va a contracorriente con aquello de que crear seres perfectos. Al final del día, las máquinas, por más perfectas que sean, son productos humanos. En el fondo lo que aquí se juega es un dilema antropológico, más que cibernético. El asunto es pues, ¿qué define al hombre? Esa pregunta está, tanto en Nietzsche como en la película, más allá y al centro del debate.
Aunque
nos hemos fijado hasta aquí en las paradojas, bien vale decir que podemos
constatar mucha coherencia en los tres planteamientos que hemos medio
examinado: Nietzsche aboga por la vida pero sin desechar la razón; Julio
Cabrera apuesta por una revalorización de las emociones pero no descarta el
aporte del logos; y Ridley Scott se luce con una obra que es ante todo imagen,
sonido, acción, pero no deja de lado el “pienso, luego existo” cartesiano, que
pone en boca de una de las replicantes.
Como
hemos señalado al inicio, esta película es rica en matices y temáticas; abre un
sinfín de debates y posibilidades para pensar, debatir y generar conocimiento. Solo
uno más de esos temas vamos a intentar pergeñar aquí. A lo largo de todo el
film subyace el asunto de la soledad. Desde el protagonista hasta el empleado
de Tyrell que construye autómatas para que le hagan compañía se expresa una
profunda y existencial soledad; no solo se consigue esa soledad en el discurso,
en ciertas acciones; conseguimos soledad también en los climas audiovisuales
que se van creando a lo largo de toda la pieza dramática. También aquí podemos
conseguir un tema muy propio del pensamiento filosófico y de la literatura, muy
especialmente en la modernidad. Si al mundo griego lo definió la polis, y a la
feudoaristocracia cristiana (maliciosamente llamada Edad Media) las relaciones jerárquicas
sustentadas en Dios, a la modernidad le define ese individuo que tan bien
recogen autores como Descartes, y antes que él Francisco Suárez en España,
hasta el extremo de Leibniz que define
la mónada como “una casa cerrada sin puertas ni ventanas”.
Si con algo tiene que lidiar el hombre, y el mundo, moderno, es con esa sensación y sensibilidad de estar totalmente solo en el universo. Una vez que la modernidad mata al Dios de la escolástica toma conciencia de su orfandad, de su soledad y, como hemos apuntado, toda la filosofía y la literatura que se produce hasta nuestros días, de una u otra manera, da cuenta, expresa, gime por este vacío existencial del reconocerse solo. Y es que no puede ser de otra manera pues la modernidad necesita crear la noción, y la vivencia, de individuo para poder sumar, restar, multiplicar y dividir. Descartes es quizá quien mejor lo expresa en ese “yo pienso”, pero luego esto se expresa incluso en la filosofía que llamamos contemporánea y que se supone que supera a la moderna. También en el arte, y especialmente en la literatura conseguimos estos gritos ahogados del hombre moderno, en autores como Goethe, o Mary Shelley con su Frankenstein, un ser condenado a la soledad que anhela afecto, calor humano, pero que no lo consigue por más que lo exige, lo suplica.
Así,
en la modernidad las “relaciones” se tienen que establecer, son contratos
(Rousseau dixit); son, por tanto, artificiales, construidas, no son naturales.
¿Es esto una condena? Lo fuera si todos los grupos humanos, todas las culturas, fueran modernas, y la buena noticia es que esto no es así. Si algo bueno no aporta el pensamiento y la sensibilidad contemporánea es el reconocimiento de la diversidad cultural; existen otros mundos, otras culturas, y esto es una buena noticia en la medida que occidente se abre al diálogo, al reconocimiento del “otro”. Un diálogo en donde cada uno debe reconocerse en sus límites y posibilidades y es capaz, como tejido cultural, de reconocer al que es diverso, radicalmente “otro”. También esas otras culturas tendrán sus luces y sombras, no podemos partir de la idealización y del romanticismo, solo desde ese reconocimiento se podrá dialogar.
En
la película vemos como lo primero que acontece es la violencia, la agresión y
el miedo entre humanos y replicantes; luego, en segundo plano, tras bastidores,
palpamos que también hay relaciones que tienden puentes, estrechan lazos y
abren la puerta a lo imprevisto, a lo no planificado, incluso a lo prohibido
por normas, convenciones y lo “establecido”. Es decir, en la historia que
desarrolla esta pieza del séptimo arte se van abriendo rendijas, líneas de
fuga, brechas que se supone que no se debían abrir, y sin embargo “acaecen”,
ocurren y le dan un vuelco a todo, y es que en el fondo la trama vital es así,
es total novedad, apertura a lo imprevisible, a lo no proyectado.
Hay
que insistir en que el mensaje de esta película pareciera ser el mismo que han
venido recalcando muchos pensadores y estetas a lo largo de la historia de
occidente, desde los griegos hasta acá: el hombre no es ni pura razón no pura
emoción, es más bien un equilibrio de arte y de técnica, de ciencia y de fe, de
razón y pasión; por no haber entendido esto ha habido en nuestro mundo guerras
innecesarias, debates infértiles y esfuerzos inútiles, que lejos de sumar
restaron, que en lugar de humanizar deshonraron y lugar de construir arrasaron;
si entendiéramos esto seguramente tendríamos un mundo más vivible y menos
conflictivo, pero ya sabemos que, con frecuencia, más pueden los intereses particulares
(representados en Blade Runner por Tyrell) que el bienestar de la mayoría, sino
véase la invasión de Rusia a Ucrania.
Ciertamente
que el hombre, y ese posible superhombre, sueña, y lo hace con ovejas
eléctricas, con ovejas de carne y hueso; ese hombre se emociona, teme, ama, ríe
y odia.
Referencias
-
Cabrera,
J (1999). Cine: 100 años de filosofía. Una introducción a la filosofía a través
del análisis de películas. Barcelona: Editorial Gedisa.
-
Nietzsche, F (1984). Así habló Zarathustra. Colombia:
Editorial La Oveja Negra.
Este
texto fue presentado como ponencia en foro el sábado 16 de julio en la sede de
Maracay de la Universidad Nacional Abierta (UNA), en el marco de un coloquio
académico titulado Blade Runner: 40
años/tres Intervenciones; esto con motivo de cumplirse los cuarenta años de
haber sido estrenada la película Blade Runner en 1982.
¡Excelente reseña! Se puede aprender muchísimo después de leerla y también reflexionar acerca del tema y de la importancia que tiene el séptimo arte como medio para ampliar visiones de vida. Lo felicito 🤗
ResponderBorrarGracias, Mariela; por tú lectura y por el comentario. Saludos
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