Leer a Dante Hoy...


Leer a Dante Alighieri Hoy

Rolando J. Núñez H.
@Sisifodichoso

“Pensa lettore”
(Dante Alighieri (1265 – 1321)/Divina Comedia)
           
La primera vez que leí a Dante lo hice por sugerencia de un sabio maestro al que le oí decir, en varias ocasiones, que había que volver a los clásicos, que había que leerlos, releerlos. Me puse en la labor y una de las obras a la que me dediqué fue la Divina Comedia; debo decir que, aunque ya en aquel momento contaba con una cierta formación, universitaria y especialmente literaria, no fue mucho lo que entendí de aquella obra. Terminé de leerla, más por disciplina que por placer, o porque comprendiera el sinfín de significados que ella contiene. Ahora, años después, he retomado esa lectura inconclusa, abierta, incomprendida; pero no lo he hecho en soledad, he retomado el viaje en compañía de gente que, como yo, quiere comprender, quiere entender y quiere, además, disfrutar en la medida que lee, que “piensa”, tal como nos invita Dante, según los especialistas, 
varias veces, a lo largo de este excelso poema. Es una lectura en grupo que ocurre cada semana, durante un par de horas. La experiencia es, para mí, un regalo de la vida, es un goce del cual nunca sales ileso pues siempre aprendo algo, redescubro algo, disfruto algo nuevo. Mi primera lectura de la obra fue tortuosa, solitaria, hasta cierto punto infernal; esta segunda lectura ha sido gozosa, luminosa, yo diría que celestial; quizá mi purgatorio, como lector de Dante, fueron esos años intermedios en los que “volver a Dante” era una tarea pendiente, una asignación sin hacer.
            ¿Por qué la dificultad de comprenderlo la primera vez? ¿De dónde esa incapacidad para entender? De la falta de contexto, de la desinformación, de la ausencia de compañía. Ya esto me deja algo muy en claro: para recorrer el camino que hace Dante, junto a Virgilio, hace falta compañía, sí, cercanía de autores, de estudiosos, de críticos y de un grupo que nos provea de un buen maestro y de una tertulia de “viajeros” que, como yo, quiera embarcarse en la aventura de leer a Dante siete siglos después. Leer un canto cada semana, de esta espléndida obra, no es lo mismo que leerla a trompicones y por puro voluntarismo; es digerirla, es rumiarla, es degustarla.
           
¿Y qué consigo en esta obra otrora para mí tan arcana y hoy tan reveladora, tan amigable? Muchísimas cosas, tantas que sería imposible mencionarlas o tratarlas aquí todas; tanta belleza, tanta enciclopedia vital no cabe en unas pocas líneas. Solo puedo pergeñar algunos de los interesantes hallazgos que he ido haciendo – hemos ido haciendo.
            A través de cien cantos, y tras unos cuantos años de escritura, Dante nos lleva, de la mano del gran poeta latino Virgilio, a través del Infierno, Purgatorio y Paraíso. Estamos, primeramente, ante una obra de arte, literatura le llamamos hoy en día aunque no siempre fue así. Es decir, lo primero que hay que decir es que tenemos entre manos una obra poética, un texto que desnuda el alma humana pero que además nos devela el tiempo de Dante, su historia, su vida cotidiana; la sociedad de la época y los avatares teológicos, filosóficos, políticos y hasta económicos del momento. Es decir, a partir de la visión de mundo que despliega el vate florentino, desde sus alegrías y penas manifiestas en cada verso, en cada terceto, tenemos la posibilidad de “pensar”, de meditar, de discutir y comprender buena parte de la complejidad de ese mundo en el que vivió el devoto admirador de Beatrice, mundo además que, siete siglos después, resuena, llega a nuestra realidad de múltiples maneras: en lo cultural, en lo social, en lo político y en lo filosófico.
            En la Divina Comedia descubrimos el quiebre del mundo feudo aristocrático, más conocido como Medioevo o Edad Media y el advenimiento de la modernidad. Es un poema muy medieval por cuanto la concepción de mundo y su narrativa abrevan de la escolástica, de la narración oral que circula desde la caída  del imperio romano, narrativa que ha sabido integrar magistralmente la mitología y el pensamiento grecorromano. Con bastante frecuencia Dante fustiga en su poema a la clase burguesa que emerge para trastocar los valores y visión de mundo de la aristocracia cristiana medieval; Dante escribe en el siglo XIV, está sirviendo la mesa para la revelación renacentista. En la Divina Comedia asistimos pues a la coexistencia de dos epistemes: la medieval, asentada en la fe, en la teología y la moderna, afincada en el individuo racional y burgués, cuya fe ya no va a estar puesta en Dios sino en la ciencia.
           
Dante va a poner en el infierno, purgatorio y paraíso a sus amigos y enemigos; a sus benefactores y sus detractores; allí va a colocar a papas y reyes, a príncipes y poetas pero también a intelectuales y a personajes del mundo griego e incluso del romano. Toda una fauna humana se congrega en esta magnífica enciclopedia escrita poéticamente.
            Naturalmente,  no todo queda diáfano y sencillo en la lectura de esta obra; como todo buen artefacto bibliográfico, quedan preguntas sin responder, pliegues no escrutados, filones insospechados, bucles renuentes,  interrogantes que abren líneas de investigación y debates de gran riqueza intelectual que permiten hablar de una “cuestión dantesca”, a los estudiosos y críticos.
            A mí, como lector, son muchos los valores y ángulos de la obra que me guiñan un ojo, pero, por ahora me quedaría con dos: el valor y peso temático que llega a tener la figura del “maestro”, encarnado en Virgilio, en la obra y la invitación – reto que hace Dante a lo largo de la obra al lector, cuando expresa: “Pensa lettore”; ese “Piensa, lector” que se reitera, como hemos señalado, a lo largo del texto y que no puede significar sino un llamado a la lectura activa, dinámica, no reactiva sino más bien proactiva; una invitación al aprendizaje que sitúa su “locus” dentro del que lee y no en la pura obra.
            Destacamos pues aquí toda una pedagogía y, por ende, una didáctica que se adelanta genialmente a su tiempo por cuanto en la época lo que predominada era una enseñanza escolástico – decadente que se centraba en la memorización, en la repetición, en la instrucción mecánica y en el “magister dixi” que no admitía, de ningún modo, que el discípulo pudiera hacer uso de la palabra y menos aún de la posibilidad de disenso.
            Dante no puede hacer el camino solo y Virgilio viene en su ayuda para convertirse en un mentor, amoroso a veces, duro a ratos; paternal en muchas ocasiones pero incluso abierto, por momentos, a la crítica, al reparo reflexivo de ese Dante que en el “camino tutelado” manifiesta diversas emociones: rabia, miedo, ternura o afecto.
            El poeta de Florencia no fue maestro, participó en política y llevó una vida pública agitada y controvertida y, sin embargo, en su obra despliega toda una pléyade de recursos y medios pedagógico – didácticos que van llamando la atención en la medida en que avanzamos en ese viaje magistral y terrible a través de infierno, purgatorio y paraíso.
            Las imágenes literarias en la obra son hermosas, abundantes y altamente elocuentes, al punto que, en más de una ocasión, se presentan como cinematográficas; son alegóricas, comunicativas y vívidas. Eso ha permitido a artistas y creadores modernos, y contemporáneos, plasmar los distintos cuadros estéticos de la Divina Comedia en la pintura, escultura, cinematografía, música y dibujo.
            El legado que Dante nos deja, en su obra, permite, desde el punto de vista educativo, del aprendizaje, un sinfín de recursos que bien nos pudiera pasear por las diversas áreas de conocimiento que la modernidad fue cincelando a lo largo de los siglos. No es una pedagogía fría o mecánica la que allí conseguimos, es una filosofía de la educación que dinamiza y reinventa la relación maestro – discípulo y la dialéctica enseñanza – aprendizaje que tantos debates, a veces estériles, ha generado, pero que exige creación, creatividad, reflexión y saber para poder avanzar y dejar atrás discusiones decadentes que nada aportar. Dante es pues, según apreciamos, un pedagogo, y un maestro, que invita a pensar, a generar saber, a producir conocimiento a partir de su contexto, de su historia, de las preguntas y cuestionamientos que le espeta la realidad, su realidad.
            En un mundo, en una sociedad, donde no se lee, o donde solo se leen fragmentos, trozos, Dante sigue apostrofándonos: “Piensa, lector”.   
                   



Comentarios

  1. Es un interesante texto, que a su vez nos llama a retomar los clásicos para analizarlos, interpretarlos y disfrutar de ellos. ¡Leer con placer! gracias por compartirlo :)

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    1. Gracias, Mariela! Sí, regresar a los clásicos, para disfrutarlos, para que nos enseñen a escribir, a pensar, a ver la realidad desde otras perspectivas.

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  2. Leer a Dante es tal como lo dices: hay que leerlo en compañía, de a poco, con el placer de la investigación (para saber de tantos personajes, situaciones); leerlo con la pasión y el deleite de la diversión y el aprendizaje. Gracias por compartir.

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