Venezuela: Volver a la Edad Media


El Regreso de los Señores Feudales

Rolando J. Núñez H.


“Aquellos eran tiempos oscuros
en los que un hombre sabio debía pensar cosas
que se contradecían entre sí”
El Nombre de la Rosa/Umberto Eco

           
                 
Dos décadas después de haber entrado en el siglo XXI, todos suponemos que los sistemas políticos, y los modos de conducir sociedades, han madurado y que aquellos regímenes autoritarios y antidemocráticos han quedado atrás. Sin embargo, y a pesar de que el mundo occidental conoce hoy de sobra los terribles resultados de personalismos, autoritarismos y caudillismos, muchos son los países que, una y otra vez, caen en la tentación de apostar por totalitarismos o por proyectos cuya vocación dictatorial termina destruyendo décadas de esfuerzo democrático y humanizante.
            Así, después de haber visto, y en muchos casos sufrido, cómo los totalitarismos, tanto de derechas como de izquierdas, no han hecho más que oprimir pueblos y servir de pretexto para justificar a unos pocos en el poder, regresamos, en no pocos países de Latinoamérica, pero también en Europa (por no hablar del fenómeno Trump en EEUU), a populismos autoritarios que juegan con la pobreza de los ciudadanos y mientras tanto pactan con mafias, transnacionales e individualidades, que están dispuestos a todo con tal de engordar sus cuentas en paraísos fiscales.
            Y, lastimosamente, ese es el caso venezolano. Hugo Chávez se dio a conocer en 1992 como el líder (¿más bien caudillo?) de un golpe militar que pretendió derrocar a un gobierno legítimamente elegido, intentona que fracasó pero que dejó un saldo de más de 130 muertos y una sociedad severamente fracturada en sus instituciones pues esto fue el punto de partida para el deterioro progresivo que casi treinta años después mantiene al país en una severa pobreza, una crisis institucional nunca antes vista y una atmosfera nacional cargada, pesada, irrespirable. En 1999 una parte significativa de la población votó por ese hombre que se había dado a conocer como golpista y, desde ese momento, el país no hizo sino hundirse lenta y progresivamente en el fango de la corrupción, la decadencia social y el deterioro moral; y ahí estamos a finales de 2019; con un horizonte poco esperanzador, con una economía que no promete nada bueno y un “gobierno” (para muchos, más bien “desgobierno”) que no da ni una sola señal de querer (y/o poder) salir de la dramática situación socio – económica y política en la cual él mismo sumió al país.

            Cuando contemplamos el fenómeno social, político, económico y cultural de Venezuela, y tratamos de interpretarlo, palpamos con tristeza y un tanto de perplejidad, que esa manera autoritaria, caprichosa, interesada y maniquea del chavismo ha ido permeando todos los ámbitos y resquicios de la sociedad, de la vida, de la cotidianidad venezolana; es como un virus que se difunde hasta convertirse en epidemia, o más allá, en pandemia. Ya no hace falta ser chavista para conducirse como lo hace el régimen chavomadurista en el poder. Y es ahí donde nos viene a la memoria el sistema socio – económico y político que conocemos como “feudalismo”.
            En Venezuela hemos retrocedido en todos los aspectos en los últimos veinte años: en el económico, en el político, en el social, en el educativo, en salud y en servicios tan básicos como telefonía, telecomunicaciones, agua, electricidad o internet; pero hemos retrocedido, de manera especial en lo institucional y esto afecta directamente a eso que desde la década de los noventa se denomina “gobernanza”. Las instituciones fueron atacadas desde el primer momento por Hugo Chávez y, luego, sus herederos ideológicos en el poder continuaron, y continúan, en esa labor de destrucción institucional que la ha convertido en un caparazón vacío, en una trinchera desde la que atacan a los que piensan distinto (y/o no se someten) y desde la cual favorecen sus intereses particulares y subalternos.
            A este punto hay que señalar que cuando decimos que en Venezuela regresamos al feudalismo habría que precisar que hemos involucionado a lo peor del feudalismo puesto que este, en su momento histórico, en el seno de la Edad Media, dio respuesta a una problemática y se basaba en un código de honor sustentado en la relación señor – siervo, en la cual ambos eran dependientes el uno del otro. Hubo señores feudales que honraron hasta con su vida las promesas hechas a sus vasallos y los hubo los que simplemente le dieron prioridad a sus intereses y mezquindades, deshonrando los pactos hechos. Esto se debió a que no existía un sistema legal, institucional que defendiera a todos y las decisiones quedaban supeditadas, la gran mayoría de las veces, a la discrecionalidad del caudillo, del señor feudal o de quien se hiciera con el poder. En Venezuela hemos retrocedido tanto que hemos recalado en lo más oscuro de este tiempo histórico al que estamos haciendo referencia.
           
   Cuando meditamos sobre el funcionamiento actual de las instituciones en Venezuela descubrimos que operan muy feudalmente. El régimen chavomadurista liquidó el sistema de elecciones tanto a nivel nacional como a nivel de instituciones autónomas, gremios y asociaciones; nunca ha mostrado el más mínimo respeto por el derecho que tienen ciudadanos, agremiados y miembros de instituciones a darse su propio gobierno y sus propias autoridades mediante la participación política y el derecho al voto. Así, tenemos años sin poder renovar autoridades en instituciones como la universitaria porque el régimen lo impide, lo sabotea y conspira para que se dé ese proceso natural de oxigenación y renovación institucional. Esto genera, como consecuencia, el que aquellos que permanecen en los cargos se habitúen a mandar, más que a gerenciar o gobernar, sin dar explicaciones a nadie, reproduciendo así el modelo de “gobierno” practicado desde hace veinte años por el régimen chavomadurista; un modelo que atropella, arremete y persigue al que cuestiona, al que pregunta, al que disiente. Esto genera, en lo poco que queda de instituciones, un profundo malestar, un ambiente sumamente pesado de funcionamiento y laboral. Quienes “toman decisiones”, con bastante frecuencia, lo hacen más para favorecer sus propios intereses y mucho menos pensando en la mayoría, en la institución como tal; todo esto aunque en el discurso se diga lo contrario y se rasguen vestiduras ante los atropellos y desmanes del régimen desde el poder central. Lo que hace el alto gobierno, desde su impunidad, lo replican muchos directores de organizaciones, presidentes de asociaciones y rectores de universidades que actúan como esos señores feudales que tenían como premisa sus intereses personales por encima de los de sus vasallos.

            Es mucho lo que ha retrocedido la democracia en Venezuela; es hondo y doloroso el daño que ha hecho el chavismo a una sociedad que había avanzado en lo económico, en lo político, en lo social y en lo cultural. En todos esos ámbitos el régimen ha hecho un trabajo sistemático de destrucción. El reto que tenemos como ciudadanos, como venezolanos, es muy grande pero no imposible. Es especialmente urgente y esencial, dirían los filósofos, estructural dirían los sociólogos, antropólogos y psicólogos, recuperar el trabajo educativo de formar a la gente en la importancia que tiene lo institucional en una sociedad que quiere prosperar, que desea consolidarse y darle calidad de vida a sus ciudadanos. Son las instituciones y no los personalismos los que garantizan el progreso de una sociedad como la venezolana que tiene un alto potencial natural y especialmente humano. Ese es nuestro reto: salir del feudalismo, salir de los “señores feudales” que solo favorecen los intereses particulares y los de su pequeño grupo aunque en el discurso pretendan partir lanzas contra la dictadura de la que luego ellos se hacen partícipes.  Es el problema de los que se eternizan en el poder, de los que le parece que nunca van a dejar de mandar; entonces los pares se vuelven vasallos, siervos, lacayos, esclavos que no tienen derecho a pensar distinto, a expresar sus puntos de vista; solo tienen el deber de acatar, de obedecer e incluso ir contra aquellos que no se someten, este último vendría a ser el trabajo de los sicarios, morales o físicos.
            Nuestra vocación como humanos, como seres pensantes, es no someternos a ese régimen de vida, a ese estado de cosas. Eso a lo que nos sentimos llamados es a reivindicar, de todas la maneras posibles y legítimas, nuestro derecho a participar, a discrepar y a aportar ideas y soluciones a los problemas comunes, no a los intereses de unos pocos. Pensar en una sociedad justa, inclusiva, de derecho, que proteja al más débil y que exija al más fuerte equilibrio, equidad, moderación.   

Comentarios

  1. Muy cierto lo que usted plantea en su artículo. El totalitarismo y abuso de poder destruyó y sigue destruyendo nuestras instituciones. Es por ese motivo, que a los que no pensamos como ellos, se nos hace tan difícil poder generar nuevas vías de cambio. En lo educativo es ir contra de la corriente, sin embargo, creo que con constancia a pesar de este problema, de a poco los buenos podemos ir generando pequeños espacios de cambio. Gracias por su excelente texto!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias a ti por leer y comentar. Nuestro reto como docentes es educar para vivir en democracia, para el recibimiento del otro.

      Borrar
    2. Excelente artículo prof. Lamentablemente este régimen ha destruido nuestro país, en todos los ámbitos, ahora nos corresponde a nosotros desde nuestros espacios, es decir, las aulas de clases, incentivar el pensamiento crítico en nuestros educandos, que generen ideas, que reinventen y evitar en todo momento caer en la desesperanza. Es nuestra gran responsabilidad como educadores. Muchísimas gracias por sus grandes aportes. Feliz año .

      Borrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Mi Padre El Inmigrante, Un Poema a la Vida, a la Existencia

¿Cómo escribir ensayos?

Pensamiento Filosófico y Pedagógico: David Hume