Panópticos y Cronos


En Las Entrañas del Cronos Moderno
Rolando J. Núñez H.


Este texto es un regalo de cumpleaños a mi amigo – hermano Illich que sabe de panópticos porque ha estado en ellos y los ha leído...


Me adentro en el Panóptico; lucho por no quedarme en él; batallo por no mirar desde él sino dentro de él…, mi vigilia se torna en una lidia por no convertirme en uno de los monstruos que lo habitan…
            Hay criaturas que me miran desde su interior: unos con rabia, otros con susto; algunos se extrañan, otros se ríen, disfrutan. Dentro hay vidas que bullen, que crecen, que se tuercen, que son cercenadas, que a veces son fertilizadas, raras veces reconocidas.
            Yo, cual Dante penetrando en el bosque oscuro, dubito, hago preguntas, cometo la imprudencia de escarbar en las bases del panóptico, pretendo hurgar en aquello que lo sostiene. Y así como Dante avanzo, retrocedo, me asusto, me aterro, quiero regresar, quiero claudicar. Las horas previas a la nueva incursión a veces son aterradoras y entre sueño y vigilia los rostros del panóptico me persiguen, me angustian, me atormentan.
            El panóptico es una suerte de dios Cronos que pare hijos que luego devora.
            El panóptico cambia decorados, accesorios, fachadas pero mantiene su esencia y el ángel castigador sigue acechando con su espada implacable.
            Si algo cuida el panóptico es que en su interior no se piense demasiado, es decir, que se piense lo justo, ni un poco más. Quien piensa un poco más dentro de él se torna incomodo, indeseable, a lo sumo mal necesario.

            El panóptico regula, norma, moldea, marca pautas desde siempre establecidas, sempiternas e inveteradas.
            Por el panóptico circula un poder que está en todos y no está en nadie; un poder que se anquilosa y momifica en compartimentos estancos que hacen imposible el fluir de la vida, de las pasiones, de las emociones. Y yo, a ratos, me convierto en dispositivo de ese poder que circula aunque no siempre fluye.
            Esa naturaleza implacable del panóptico hace que apenas te permite escapar – por ratos, por momentos – salgas huyendo, feliz, a cualquier otros lado en donde se respire algo distinto.
            El panóptico se reinventa, se re-elabora, pero siempre está allí; el panóptico no siempre puede imponerse totalmente.

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