Alejandro Moreno, Un Maestro que deja Huellas
Alejandro Moreno Olmedo, SDB: De Los Maestros que Dejan Huellas
Rolando J. Núñez H.
rolandonunez70@hotmail.com
"...la vida se me convirtió en pregunta,
la pregunta en investigación y la investigación en cuestionamiento radical,
en preocupación filosófica"
(Alejandro Moreno Olmedo/El Aro y la Trama. Episteme, Modernidad y Pueblo).
El día de Navidad recibimos la noticia de la muerte de Alejandro Moreno Olmedo (SDB), el Padre Alejandro o el cura Alejandro, como muchos lo llamaban de manera cariñosa; un maestro que dejó honda huella en buena parte de los que lo conocimos, de los que le oímos, de los que fuimos sus alumnos, sus discípulos, sus seguidores en los sitios donde trabajó: en diversos colegios salesianos, en la UCAB, en la Universidad de Carabobo (donde se jubiló como profesor Titular), el ISSFE (después IUSPO), en el naciente postgrado de la UPEL-Maracay (esas clases fueron el germén de lo que luego sería el CIP), la Universidad del Zulia, entre otras muchas instituciones. Conocí a Alejandro incluso antes de encontrarme con él, a través de sus primeras publicaciones que eran ante todo de carácter educativo-pastoral; textos breves, más bien folletos de la colección Nueva Molienda que publicó la Librería Editorial Salesiana sobre educación sexual, sobre fe y ateísmo, etc. Excelentes trabajos que buscaban orientar, formar, educar. Luego lo conocí personalmente como parte del equipo del Centro Salesiano de Psicología. En 1992 fue mi profesor de Psicología de Aprendizaje, cuando cursaba yo la Licenciatura en Educación, Mención Filosofía, en la UCAB. Allí, Alejandro destacaba como un maestro muy particular pues era conocido entre estudiantes y profesores por su peculiar manera de conducir la clase: intelectualmente retador, explosivo, irreverente hasta el extremo con autores y teorías, poseedor de un intelecto superior que no se conformaba con "dar la clase" sino que además nos incitaba a leer críticamente, a desmontar los planteamientos de los textos que leíamos y a "producir conocimiento" en los "informes" que debíamos escribir; aquel fue un año de sustos, de sobresaltos, de aprendizajes verdaderamente significativos y de disrupciones cognitivas que nos mostraron, de la mano de Moreno, perspectivas insospechadas para chamos de 22 o y 23 años que nos abríamos a senderos y horizontes en el campo de la educación, de la filosofía, de la investigación. No podíamos sospechar que aquello era solo un abreboca.
Cuando, a finales de 1994, vine a trabajar a Maracay entré a formar parte de un grupo de exalumnos y seguidores de Alejandro que se reunían con él todos los viernes en la noche para debatir sobre temas epistemológicos, pedagógicos, politológicos e intelectuales. Ese grupo era el CIP (Centro de Investigaciones Populares). El motivo fundamental que animaba a Alejandro a no faltar nunca a esos encuentros era la investigación en torno a la realidad popular venezolana; esa fue su gran preocupación, su motivo de vida, comprender al mundo-de-vida popular venezolano para servirle mejor, para revelarlo, para no violentarlo. Las Historias-de-vida fueron su metódica de trabajo y la hermenéutica convivida fue su camino epistemológico, su creación; la familia popular venezolana matricentrada fue su gran descubrimiento, su revelación.
El CIP fue una escuela aunque debo decir que nunca fui de los discípulos más aventajados, fui a lo sumo un "no iniciado", un "acusmático" que oía aunque no entendiera todo lo que oía. Pero incluso desde mi precaria comprensión de los diversos temas que ahí se conversaban, siento que cada encuentro, a lo largo de quince años de asistencia, fue de una riqueza invalorable. Alejandro tenía una memoria envidiable, una cultural general pocas veces por mi vista, un elenco de libros leídos incalculable y especialmente una particular capacidad de análisis e interpretación de hechos, fenómenos y planteamientos que dejaba boquiabierto a cualquiera. Siempre he dicho que a Alejandro lo oías durante cinco minutos y aprendías tres o cuatro cosas nuevas. No es que lo idealice porque como todo el mundo se equivocaba, cometía errores, pero era un ser humano, un intelectual que se perdía de vista, de los que no conoces dos veces en la vida. A esa labor investigadora se dedicó con pasión, con compromiso, con una lucidez fuera de serie.
Producto de ese trabajo intelectual compartido con los miembros del CIP resultó una obra escrita de carácter bibliográfico y hemerográfico muy amplia, a lo largo de más de 30 años: El Aro y la Trama (su tesis doctoral, varias veces reeditada, dentro y fuera de Venezuela), la revista Heterotopía; libros que recogen años de investigación tales como: La Historia de Vida de Felicia Valera, Buscando Padre. Historia de Vida de Pedro, Y Salimos a Matar Gente, Antropología del Hombre Popular Venezolano, Cinco Estudios Sobre la Familia Popular Venezolana, entre otros.
En todos los sitios donde Alejandro, o sus discípulos, presentaba su trabajo, generaba sorpresa, entusiasmo, controversia, debate.
Un rasgo que siempre llamó mi atención sobre Moreno es que a pesar de haberse movido en un ambiente académico y universitario nunca dejó de ser sacerdote, uno cercano y afectuoso; controversial, eso sí, irreverente como pocos, pero nunca desleal a sus votos como cura católico y, especialmente, como Salesiano de Don Bosco. Su opción por los pobres y por los venezolanos lo llevó a optar por vivir en un barrio de los tantos que existen en Petare. Allí vio la posibilidad de vivir, de vivir - con, de convivir con venezolanos populares que se abrían a la relación, a la convivencia, esa que para Moreno es el rasgo antropológico distintivo del venezolano.
Alejandro fue un salesiano a carta cabal, un maestro por vocación, un intelectual total, un sacerdote integro aunque no era timorato; un investigador auténtico y, sobre todo, un humanista que nunca perdió su norte en el trabajo por y con la gente.
Había llegado a Venezuela en la década de los cincuenta del siglo XX, siendo un muy joven seminarista salesiano, procedente de España, de Toledo específicamente, pero se sentía tan venezolano como el que más.
Alejandro Moreno no era intelectual de oficina; fue un hombre con una energía admirable. Además de su trabajo académico, y como científico social, atendía pastoralmente a la gente de su barrio, pero cuando se presentaba la ocasión cocinaba y hacía unos cocidos exquisitos con conejos que él mismo había criado en su casa del barrio; además de eso cultivaba plantas ornamentales y de huerto. Leía incansablemente y tenía un conocimiento y una perspectiva de la historia, del arte, de la arquitectura, de la literatura y de la política geniales.
Una dedicatoria muy hermosa a un ser extraordinario que solo con sus palabras me ha hecho admirar.
ResponderBorrarGracias por leer y comentar y leer, Belén. Un abrazo.
BorrarGracias, Rolando, por esta semblanza del Padre Alejandro Moreno...por ti yo lo conocí...gracias
ResponderBorrarGracias a ti por leer y dejar tu comentario. Saludos!
BorrarGran comentario haces a Moreno, un comentario con base y con todos sus requisitos. Alejandro, a quise profundamente Padre del barrio en el cual me crié y mi Padrino lo admiraba inmensamente y me enorgullece haber compartido con el por mucho tiempo con el! Gracias por escribir estos renglones tratando de describir lo que fue el P. Alejandro Moreno Olmedo SDB
ResponderBorrarEs hermoso lo que usted escribe de Alejandro Moreno. Una vida dedicada al estudio y a la investigacion pero también al contacto con las personas más necesitadas. Los maestros que dejan huellas en su esencia tienen amor y lo demuestran con sus actos.
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