El Dilema Docente: Profesión o Apostolado


Ser Docente: ¿Profesión, Vocación o Apostolado?

Rolando J. Núñez H.


“Educar es cuestión del corazón”
(Don Bosco).


Cada vez que el “gobierno revolucionario” nos retrasa el pago de la quincena, o caemos en la cuenta de que esta no alcanza ni para la comida de tres días, reaparece el tema en algún tweet, muro de Facebook o estado del WhatsApp: “Es que de vocación no se vive ni se come”, “No vale la pena ser docente porque gana más el que vende chicha o perros calientes”; “Eso de la docencia como apostolado hay que discutirlo” y por ahí se van “los análisis”, “explosiones emocionales” o “espasmos” de quienes sufrimos el maltrato de los “humanistas” que monopolizan el poder. En ocasiones, incluso, el rezago del escuálido salario es motivo para que dentro del mismo gremio docente se den debates, trifulcas verbales (por lo general a través de las redes) y estigmatizaciones a aquellos que no acatan el llamado a paro de los dirigentes gremiales para “tomar postura” ante el incumplimiento del llamado  gobierno en el pago del sueldo. Cancelado el microscópico estipendio la discusión se diluye y cae en el olvido, hasta una nueva oportunidad en la que el régimen de nuevo retrase el pago y se enciendan de nuevo las quejas y los clamores. Este atípico, pero ya cotidiano, fenómeno no puede menos que llamar nuestra atención puesto que, en primer lugar, pareciera que nuestras preocupaciones y tópicos de debate, como gremio docente, se redujeran única y exclusivamente al asunto de sueldos y salarios pero, además, llama la atención el bajísimo nivel en el que se ubican las expresiones de descontento de quienes se pronuncian y, finalmente, pareciera que se impone como urgente la pregunta de qué entendemos cuando nos referimos a nociones como profesión, vocación y “apostolado”, centrándonos en el asunto pedagógico – educativo.  
Nadie niega la importancia de un salario que sirva no solo para cubrir gastos de alimentos, vestido y servicios básicos; sería absurdo negar eso aunque el bizarro discurso del poder más de una vez circule por allí, pero la gran mayoría, la gente sensata entiende que el pago quincenal debe cubrir estos gastos básicos pero además debe permitirnos sufragar egresos para medicinas, libros, recreación e incluso ahorro.  Eso está fuera de discusión, el asunto es que ya desde antes de la llegada del socialismo del siglo XXI, las preocupaciones gremiales se reducían a tablas salariales y “cuánto nos van a pagar”, es difícil recordar paros y protestas gremiales de docentes (de Educación Media o de universitarios) cuya causa fuera el descontento por la “calidad de la educación” que gestionaba el Estado o por diseños curriculares mal elaborados. Si se supone que nosotros, como “gremio profesional” somos los encargados de formar a los niños y jóvenes en los procesos de reflexivos y de aprendizaje lo lógico sería que prediquemos con el ejemplo y nos detengamos a “pensar en” y exigir una escuela que realmente enseñe, forme y dote de “competencias” sin quedarnos solo en exigencias de mejoras salariales, tan importantes y urgentes como ya hemos explicado.

El otro aspecto a considerar debiera ser el cómo se canalizan descontentos e inquietudes; esto es, ¿tiene sentido limitarse a quejarse, maldecir al mal llamado “gobierno” (porque no gobierna, más bien manda y ni de lejos para el bienestar de la población sino más bien de sí mismo), o pelearnos entre nosotros mismos? Parece que ese camino no conduce a ninguna parte. El debate no tendría por qué ser espasmódico, reactivo, sino más bien reposado, fundamentado y argumentado; este tendría que ser el talante no solo de nuestros coloquios como colegas sino incluso, y sobre todo, en nuestras aulas de clase, con nuestros estudiantes.
Por último, parece también necesario y urgente definir qué estamos entendiendo cuando usamos constructos en nuestro discurso tales como profesión, vocación, mística docente o incluso eso de apostolado.
Lo primero que habría que decir es que “vocación” es aquello a lo que me “siento llamado” y es algo a lo que se debería llegar después de un “discernimiento”, de un proceso de reflexión, de orientación y de decantación de posibilidades, talentos y cualidades de cada persona; en ese camino de meditación debería existir un acompañamiento de la institución donde el joven realiza sus estudios, de los padres e incluso de la sociedad. Que alguien descubra cuál es su vocación y que se realice en ella va mucho más allá de estados emocionales, búsqueda de aceptación y/o reconocimiento social o de egos mal entendidos.
Esa vocación debe conseguir su cauce en una profesión específica, que esté a tono, que sintonice con ese llamado que el sujeto siente y, finalmente, la mística, ese apostolado, del que a veces se habla con tanta ligereza (ya para manipular o para despotricar de él) debe ser una opción personal del sujeto que, convencido del carácter social y humanístico de su labor, se entrega a la realización de esa vocación y ese trabajo que ha decidido realizar y dentro del cual quiere pasar su vida. Esto para nada significa que el patrono, sea el Estado o un privado, exija que la persona trabaje por puro “amor al arte” pero tampoco licencia al profesional, o a los gremios, a convertir el tema laboral y, en nuestro caso, docente, en un asunto puramente monetario o reivindicativo. El ser docente es un todo: salario, calidad educativa, vocación y, especialmente, los destinatarios, es decir, nuestros estudiantes, nuestros alumnos, sin los cuales la docencia no tendría sentido. Hay quien ha planteado que el gran vacío de la enseñanza comenzó cuando esta se gremializó, pues se perdió de vista el norte de la educación; no es, desde nuestra perspectiva, el gremio y sus exigencias el problema, mientras no pierda de vista que la educación es una empresa, sí, pero no una empresa de hacer zapatos ni chorizos, es ante todo, la “empresa del conocimiento”, lo cual la hace mucho más completa, exigente y humana.

Comentarios

  1. Excelente escrito! Tiene usted razón, hay mucho que analizar al respecto. La discusión en torno a la vocacion del maestro a veces es tan básica que da más bien vergüenza tocar ese punto. Porque resulta que quienes hablan de su supuesta vocación son los primeros que incumplen. Aquí la discusión también debe ser enfocada desde la ética. Gracias por compartir este estupendo texto.

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    1. Gracias, Mariela! Sí, muchos dicen tener vocación pero a la hora de la verdad son pocos quienes lo demuestran. Como decía el viejo adagio: "obras son amores y no buenas razones". Saludos!

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