La Amazonía: Los Senderos de Libertad de Hombres y Selva
Amazonía: Senderos de Libertad
Rolando J. Núñez
H.
“Parecía que los
caucheros y la naturaleza hubieran hecho un pacto tácito de ayuda mutua.
Las convicciones
del seringueiro prohibían cazar lo
que no fuera estrictamente necesario para la supervivencia;
al mismo tiempo
reverenciaban los heveas como si fueran humanos.
A cambio, la
selva les proporcionaba animales para alimentarse,
plantas para
curarse y agua para refrescarse”
Javier Moro
(1992), Senderos de Libertad, p. 73
El
discurso, y sobre todo la militancia, del “ecologismo” (los “ismos” siempre son
sospechosos) generan más de una antipatía, entre otras cosas, porque por lo
general se refiere a plantas, animales, ríos y montañas; esto cuando no se va
al extremo y sencillamente proclama que lo ideal sería un planeta sin gente
porque las personas son las que destruyen la naturaleza. Pareciera que para los
“ecologismos” la persona no existiera pues nunca es mencionado. Cuando vemos en
los medios marchas y manifestaciones a favor del hábitat diera la impresión de
que lo que les preocupa a estos manifestantes es la naturaleza, no las personas
que habitan, en el Amazonas, por ejemplo. Un planeta sin humanos, un paraíso sin
pecadores, una fiesta sin invitados, el colmo de los sinsentidos.
El
escritor español Javier Moro abordó el tema de la Amazonía, y su consecuente
implicación ecológica, desde otra perspectiva mucho más amplia, más compleja y
más humana. En Senderos de Libertad (1992) el autor compila el producto
de tres años de investigaciones, sobre el terreno, acerca del apasionante y
urgente tema de la depredación de la Amazonía por parte de grupos y personas
que no se detienen ante nada con tal de engordar sus cuentas bancarias o su
poder sobre un mundo verde que ha sido llamado el pulmón vegetal del planeta.
Así,
Moro parte de historias reales, de hombres y mujeres que se adentran en ese
mundo desconocido (para la mayoría) y mágico que debiera ser fuente de riqueza
y felicidad para todos pero se convierte en tristeza, desolación y muerte para
los más pobres y olvidados. Así, esta historia (que es, al mismo tiempo una
suerte de enciclopedia acerca de ese inmenso mundo verde) comienza en la década
de los 40’, del siglo XX, cuando el gobierno brasileño inicia una campaña que
llama la “Guerra del Caucho” y en la cual invita a enrolarse a todo aquel que
quiera contribuir en la lucha contra el fascismo (en el contexto de la II
Guerra Mundial) y al mismo tiempo participar de una oportunidad única de
bienestar y prosperidad; de los sitios más pobres del país llegan hombres que,
huyendo de la miseria, ven en el Amazonas un paraíso terrenal; poco después se
va a dar cuenta de que aquel llamado mal organizado y nada serio los va a
arrojar a las fauces del trabajo esclavo y a injusticias de todo tipo.
Pero
el texto de Javier Moro no es un mero panfleto o un frío informe; el libro está
vertebrado por la historia de vida de Chico Mendes y de gente, e instituciones,
que como él optaron por amar la selva y luchar por ella. Así, Chico, un hombre
sencillo, del pueblo, se forma con y desde la precariedad de sus recursos y entrega
su vida a una causa por la que pocos se atreven a arriesgarse y le anuncia/denuncia al mundo que “…el
progreso sin destrucción es posible” (p. 498). En ese viaje del héroe por el
que transita Mendes, el autor del libro va a tocar puerto en las aristas y
filones de un tema tan complejo como la existencia real y concreta de la
Amazonía. A lo largo de esas invalorables quinientas setenta y cinco páginas se
va a pasar revista a los distintos actores que forman parte de este
acontecimiento que, parafraseando a Chaplin, visto de lejos parece una comedia
pero visto de cerca es una tragedia.
Los
protagonistas principales son los “seringueiros” (los trabajadores del caucho;
también llamados “caucheros” o recolectores de la savia del caucho) que una y
otra vez son expoliados, estafados, asesinados. Aparecen también los
terratenientes, los hacendados que aliados con el “gobierno” (políticos,
funcionarios y militares) deciden quien vive y quien muere y ejecutan sus crímenes
a través de sus matones y, que según nos dice el autor, el sicario “No entraba
en consideraciones morales sobre la muerte de un inocente porque eso no formaba
parte de su esquema mental” (p. 471); pero claro, todo el mundo sabe en Brasil
que estos asesinos nunca actúan por cuenta propia pues, de hecho, “En 1987,ante
el recrudecimiento de la violencia rural en la Amazonia, un estudio del
Ministerio de Reforma Agraria reconoció que la mayoría de los crímenes eran
ordenados por especuladores, compañías de exploración mineral, empresas
inmobiliarias y terratenientes” (p. 464). Están también los garimpeiros o
mineros ilegales, también desheredados de la tierra que sucumben a la fiebre
del oro y se convierten, a su vez, en depredadores de hombres, selva y planeta.
Juegan un papel clave, y triste, en esta narrativa, los indígenas, habitantes
naturales de la tierra, exaltados en cuanto poema y ley existe, pero, en la
práctica, despojados y deshumanizados hasta el extremo. Así mismo figura la
Iglesia Católica y sus misioneros, que en el relato de Moro juegan un papel
fundamental en la lucha por la educación, reivindicación y promoción de los
habitantes de la Amazonía; a esa Iglesia se arrima Chico Mendes, y valientes
como él, pues “Sabían perfectamente que sin la protección de la Iglesia, la
rebelión de los pobres no hubiera llegado tan lejos” (p. 463). Desfilan también
por el volumen de Moro los partidos políticos, que, en medio de rivalidades y
acechos al poder, se acercan a personas como Chico Mendes cuya autoridad, según
dice el escritor, es más moral que política. Luego conseguimos las
Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y aquellas individualidades que, desde
el altruismo y la filantropía descubren en la selva un horizonte abierto de
posibilidades y de humanidad, o “humaneza”, como bien diría Alejandro Moreno
Olmedo (SDB) en su elaboración teórica de una Episteme Popular Venezolana. No
pueden faltar en esta trama de relaciones los organismos multilaterales (como
el Banco Mundial, por ejemplo) que pese a sus altibajos políticos, financieros
y de poder, unas veces contribuyen y otras veces conspiran en la, o contra la
solución de los múltiples problemas que vive esta región tan cercana y al mismo
tiempo tan lejana del mundo.
De
la lectura, y meditación, de este voluminoso e imperdible tomo queda claro que:
1) el ecocidio en la Amazonía lleva décadas y pareciera que solo lo recordamos
cuando vemos en medios y redes que están deforestando o se está incendiando la
selva producto de esa deforestación, desde la pura moda pues; 2) que el drama
es ante todo humano y desde allí hay que verlo, desde su totalidad y
complejidad; 3) que cada día que pasa la tragedia natural propiciada por
intereses particulares y mezquinos es mayor, al punto que, “El problema, según
apuntó un conocido botánico americano, es que (…) las selvas tropicales,
durante los años finiseculares, estaban desapareciendo a la velocidad de veinte
hectáreas por minuto” (p. 417); 5) que el tema amazónico en particular, así
como el ecológico en general, no es una cuestión de militancias o de
adscripciones a un determinado grupo político o ideológico, la salud del
planeta no es de izquierdas o de derechas, es problema de todos y, mientras
menos “contaminado” (nunca mejor dicho) esté por partidismos y/o parcialidades
políticas más “vías” de solución se abrirán; 4) que esos “senderos de
libertad”, abiertos por héroes anónimos como Chico Mendes, solo se harán más
grandes y profundos en medio de la selva a través de la educación de los
habitantes de esa hermosa y sufrida tierra, y de los habitantes del resto del
planeta, en lo que a conciencia ecológica y ambiental se refiere.
Solo el ser humano destruye su propia casa. Es una triste realidad que me lleva a reflexionar, porque si bien es cierto existen personas que procuran con pequeñas acciones ser diferentes al resto de la población, todavía es muy poco el impacto que esto tiene sobre la conservación de la flora, fauna y hábitats. Ahora, ¿Como conservar el planeta tierra, si vemos al hermano pasando necesidad y no le ayudamos? O como el ejemplo que usted escribió acerca del desprecio que tienen algunas personas sobre los indígenas... Entonces el tema es bien amplio, pero a su vez sencillo: mucha doble moral y falsedad. Gracias por esa hermosa reseña.
ResponderBorrarCierto, eso de la doble moral ed un tema complejo. Creo que el camino tiene que ser insistir en la educación y la toma de conciencia. No podemos abandonar ese norte. Gracias, Mariela.
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