El Bestiario de Kafka, La Pregunta por el Sentido.


La Fauna Humana Kafkiana

Rolando J. Núñez H.
rolandonunez70@hotmail.com

“Sólo con la ayuda de la perrada comencé a comprender mis propias preguntas (…).
Todo el saber, la totalidad de las preguntas y respuestas
está contenida en los perros” Frank Kafka (1922). Investigaciones de un Perro. En Bestiario, p. 83).

           
Franz Kafka (1883-1924) es un presencia constante en la literatura, en la filosofía, en el cine, en el mundo de los que nos apasionamos con los libros, con las letras, con el arte poético – literario y con la cultura en general. Se haya leído o no al autor de La Metamorfosis (o de  La Transformación, para los traductores más exigentes) lo kafkiano está en muchos de los autores contemporáneos que hemos aprendido a querer, a criticar y a manosear; está en frases, en percepciones, en el arte. Así, en este Bestiario (2000), compilado por Jordi Llovet, nos reencontramos con los temas y las sensibilidades de un autor que se consagró por entero a la literatura y nos legó todo un universo simbólico, temático, mitológico.
            El editor reúne en este pequeño libro once relatos cortos del autor nacido en Praga en los cuales los protagonistas son todos animales, pues incluso en aquellos cuentos en los que aparentemente no aparecen “bestias” humanadas los personajes centrales asumen actitudes de animales que nos cuestionan, nos interpelan y nos satirizan.
            No es nuevo este recurso en la literatura pues son proverbiales las “fábulas de Esopo”; también Cervantes pone a conversar a los equinos en El Quijote y no hablemos del uso que le ha dado la llamada “sabiduría popular” a los cuentos y moralejas en donde los animales representan personas, personajes o actitudes. Lo genial en estos textos aquí reunidos de Kafka es que el escritor pasa de lo literal a lo figurado y, de vuelta, pone afirmaciones, preguntas, exclamaciones en animales que parecen personas y en personas que parecen animales; el autor no quiere aleccionar, quiere plantear preguntas, poner dedos en la llaga, insinuar sospechas y, en fin, desahogar sus propias dubitaciones sin ensayar filosofías ni formular sistemas de pensamiento; sobre la base de su narrativa eso ya lo harán otros, desde la misma literatura o desde los meandros filosóficos de la modernidad y desde las distintas tendencias de pensamiento contemparáneas.
           
De modo que, en este Bestiario hallamos topos que, aunque apenas aparecen, cuestionan la “seriedad” de la ciencia normal porque “… la responsabilidad de los profesores ante sí mismos, ante la ciencia y la posteridad, es enorme; no pueden arrojarse de buenas a primeras en brazos de cualquier descubrimiento” (p. 25). Nos pasea también Kafka por Chacales y árabes que pudieran estar poniendo sobre la mesa el recurrente y controversial tema de la relación entre árabes y judíos. Un abogado con nombre de caballo (o un caballo dedicado al ejercicio del derecho) nos hará evocar la figura de una joven Kafka que se gana la vida como jurisconsulto anónimo pero que, paralelamente, dedica cuerpo u alma a la literatura. Un animalejo mitad gato, mitad cordero nos llevará a formular “… las preguntas más maravillosas, esas que ningún ser humano puede contestar…” (pp. 36 y 37). En ese zoológico humano nos topamos también con un simio devenido en hombre que proclama: “Y aprendí, señores míos. ¡Ah, sí, cuando hay que aprender se aprende; se aprende cuando se trata de encontrar una salida! ¡Se aprende sin piedad!” (p. 49). Sacando así el espinoso y manido tema de las aulas de clases y llevándolo al pedregoso espacio de la vida, de la realidad, de lo existencial. Nos carea también el creador de Gregorio Samsa con un objeto, un “huso” que aunque no es animal presenta todas las características y es el motivo de las “preocupaciones de un padre de familia”. Franz Kafka regresa también al mundo de Homero para recalar en “el silencio de las sirenas” que buscaban seducir al sagaz Ulises: también el “Buitre”, una breve y bellísima traducción de Jorge Luis Borges, nos retrotraerá a la mitología griega donde había, no un buitre, un águila que comía hígado cada día. Llama la atención también una “fabulilla” que no pasa de las nueve líneas pero que dibuja magistralmente ese universo kafkiano que huele a destino, a fatum, a nihilismo implacable que más temprano que tarde vendrá a nuestro encuentro.
            Ciertamente que el “artista del hombre” no es un animal irracional pero sí es un animal existencial que nos hace pensar irremediablemente al escritor checo que prefirió la escritura, el silencio y el recogimiento a una esposa, unos hijos y una vida en sociedad. Así mismo, “las investigaciones de un perro”, además de recalcarnos la omnipresente preocupación de Kafka por el tema judío, por su raza, por su “pueblo”, se nos aparece como un texto que nos espeta que “Todos los perros sienten como yo el impulso a preguntar, y yo, como ellos, el de callar” (p. 87).
            El pequeño volumen que comentamos concluye con unas interesantes y valiosas “Notas” que, desde la hermenéutica de los textos kafkianos, nos dan ciertas luces y orientaciones acerca de los temas, intuiciones y preocupaciones que pudo haber vertido el escritor checo en sus novelas y cuentos.    

            Quien desde siempre ha oído de Kafka y sus escritos consigue no absurdo y desesperanza; consigue realismo, no pesimismo sino optimismo bien informado, solvencia en una sencilla y nada pretensiosa honradez; en estos textos se topa el lector con preguntas, con dudas, con opciones, con búsqueda de sentido y postura crítica y ética frente a los formalismos, ante la superficialidad. Un zoológico abierto que vale la pena visitar.

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