Hypatia, La Mujer que Amó la Ciencia
Hypatia de Alejandría, una vida para la
ciencia, para la investigación y la enseñanza
Rolando J. Núñez
H.
“Hypatia
no podía sumarse a la masa de borregos
que
se dejaba llevar al matadero;
tenía
que actuar, como actúo Arquímedes
defendiendo
Siracusa del sitiador romano,
como
actuaron Demócrito y Tales
defendiendo
la democracia en Abdera y Mileto”
Pedro Gálvez
(2004), Hypatia. La mujer que amó la
ciencia.
Barcelona. Círculo de Lectores, p. 203.
Dedicarse al
estudio, a la lectura, a la investigación de la realidad que nos circunda, y de
paso a la enseñanza, por más que nos atraiga, nos seduzca y nos dé placer,
siempre es una decisión, una opción que implica renunciar a otras cosas, entre
ellas a lo que la mayoría juzga como bueno y justo. Esa es la historia novelada
que recoge Pedro Gálvez en Hypatia. La
mujer que amó la ciencia. El autor nos advierte que son escasas, difusas e
incluso contradictorias las noticias biográficos que tenemos de una figura que
se dibuja – desdibuja en medio de la leyenda, la controversia, la veneración,
por una parte, y la aversión por la otra. Para unos, quizá la última gran
científica de la antigüedad helena, para otros una pagana irredenta que no supo
recibir la “buena nueva” que anunciaban los emergentes cristianos, o
“galileos”, como los llamaron en la época de Hypatia; no han faltado los que la
ponen en el altar de los santos ateos (pareciera ser el caso del autor del libro),
pero incluso hay autores cristianos que hacen todo lo posible por demostrar que
ella y “Santa Catarina” de Alejandría son la misma persona. Lo que sí asevera
el biógrafo es que “No era fea, era bella y eso deslumbraba a los hombres” (p.
150).
Los historiadores,
biógrafos (y hagiógrafos), entre ellos el autor que aquí hemos leído, coinciden
en que Hypatia fue, primero, una niña feliz, querida y cuidada por su padre,
uno de los más grandes matemáticos de la Alejandría fundada por Alejandro Magno
y por su madre, una mujer que tuvo que circunscribir su amor y dedicación a la
literatura al seno de su hogar pues en la época no podía ir más allá del umbral
de su casa a hacer vida social. Luego,
fue una joven que destacó por su gran potencial intelectual y por su amor a las
matemáticas hasta el punto que para muchos estudiosos llega a superar a su
maestro y padre. Y finalmente, destaca la figura de una mujer que se entrega al
estudio, a la investigación y a la enseñanza pero que no por ello rehúye el
compromiso de denunciar los abusos e injusticias de un poder que perseguía,
destruía y sembraba dolor negando precisamente aquello que decía creer: el amor
cristiano y la igualdad entre los hombres (y mujeres). En ese sentido afirma el
escritor: “El miedo a enfrentarse a tabúes extendía la hipocresía por toda la
sociedad. Las personas se habían habituado a disimular sus pensamientos” (p.
218); pero Hypatia no podía callar.
Su vida, según lo que conseguimos en la
documentación existente, fue una rica y exquisita síntesis de estudio,
investigación, producción intelectual que incluyó la enseñanza; en este último
filón nos dice Pedro Gálvez que Hypatia comprendió que el “… mejor método para
dominar una disciplina consiste en enseñarla” (p. 185).
Aunque es frecuente
conseguir semblanzas de Hypatia que la presentan como filósofa y matemática,
habría que decir, de lo que sabemos, que su inclinación intelectual estuvo más
orientada al estudio de los números y de las formas, a su aplicación y en
menor, medida a lo que para ella eran especulaciones filosóficas o históricas.
De todos modos, conviene no olvidar que en la antigüedad, incluso la tardía, el
sabio (o sabia, en este caso) no se aislaba en una disciplina y que ese
“menosprecio” de la alejandrina pudiese estar más en el presentismo de algunos
estudiosos modernos que en ella misma.
De lo que Gálvez nos
expone, narra y describe en su obra, nos queda, primero, una hermosa imagen de
la ciudad de Alejandría, tanto en la visión de lo que esa urbe representó en su
momento; tal como lo expresa el autor:
“El genio heleno
inventó la ciencia. La razón humana libró y ganó la batalla contra la
superstición. Y aquel milagro del intelecto humano no se dio en las altivas
metrópolis de dilatados imperios rezumantes de soberbia, sino en pequeñas
ciudades costeras y en islas diminutas. Fue Jonia la que despertó al ser humano
de su letargo, gritándole: ‘¡Piensa!’ Quizá pudieron pensar tanto porque
estaban rodeados de mar. Él mismo necesitaba el mar para pensar. ¿Era casual
acaso que en las islas naciese tanta gente ilustre? En Lesbos había nacido
Safo; en Quíos, Homero, y Samos contaba entre sus hijos a Pitágoras y a Esopo,
a Epicuro y a Aristarco”
En
segundo término nos deja un cuadro bastante completo del Museo y de lo que
significó en lo intelectual, en lo social y en lo político en el mundo antiguo
y para la posteridad:
“El Museo había
sido algo nuevo en el mundo civilizado. Inspirado en el Liceo aristotélico,
había sido el primero y único gran instituto de investigaciones científicas. No
fue una universidad, ni una escuela superior, ni una academia de artes y
oficios: fue la institución que acogió a los mayores pensadores y les brindó la
oportunidad de dedicarse por entero a sus estudios. Disponían de alojamiento,
gozaban de un sueldo fijo, recibían todo cuanto necesitaran para sus
investigaciones y vivían en un entorno de ensueño; a las horas de las comidas,
en los lujosos y exquisitos comedores del Museo se reunían los representantes
de las más diversas disciplinas del saber.
Aquellos
investigadores ni siquiera estaban obligados a malgastar su tiempo en
actividades docentes. Obraban para la posteridad y enseñaban cuando les
apetecía. Educaban a pupilos y discípulos, a los que transmitían sus
conocimientos, pero las clases se daban fuera de las dependencias del Museo.
Esa institución estaba exclusivamente destinada a la investigación pura, sin la
que es impensable el desarrollo de cualquier industria y de cualquier comercio".
Finalmente, tenemos un
excelente perfil de la sabia que recogió todo el saber y legado cultural
griego; esa misma que tuvo que enfrentarse a un mundo nuevo que se imponía y
cuyo advenimiento significó nuevos valores, poderes y símbolos, nunca
absolutamente buenos, nunca absolutamente malos sino más bien teñidos de
aportes y arbitrariedades, luces y sombras.
Lo que sí es
palmario es que Hypatia se ve envuelta, debido, entre otras cosas a sus propias
decisiones y opciones éticas, en una lucha por el poder que enfrentó a griegos,
egipcios, romanos y cristianos, y que al final, eso terminó con su vida física
para convertirla en un símbolo de la cultura griega que llega hasta nuestros
días y que tanto nos han influido, aportado y enseñado.
Habría que decir,
más allá de la solvente figura de Hypatia, que la tesis del libro se inscribe
en esa corriente que ve en el mundo antiguo, el mundo renacentista y la
Ilustración, solo brillo y bondades y en el advenimiento del cristianismo y los
siglos de feudo aristocracia cristiana solo oscurantismo y atraso:
“Resumiendo, la
civilización antigua no murió de muerte natural: fue asesinada. Y sus asesinos
tienen nombres. Uno de ellos fue Cirilo, la encarnación de un movimiento
oscurantista que sumió a Europa en uno de los períodos más funestos de la
historia. Aquella cultura fue asesinada, al igual que lo fue Hypatia. Y si
Hypatia se ha convertido en un símbolo, dando nombre a una leyenda, es porque
su nombre coincide precisamente con la muerte de aquella civilización” (p. 248)
De
nuevo, no se puede ser tan simplista, pues incluso el mismo autor reconoce que
las fuentes documentales cristianas que dan cuenta de la vida y obra de Hypatia
son de lo más honestas y probadas. En esta batalla de siglos donde unos autores
se empeñan en demonizar al cristianismo y otros de santificarlo hay que llamar
a ese espíritu crítico, del que por cierto hizo gala nuestra sabia, y colocar
las cosas en su justo medio, como bien nos dejó dicho el Estagirita.
Al final, nos queda
el buen gusto en el paladar intelectual de habernos aproximado a una sabia, a
una musa, a una investigadora y a una maestra que intuyó ideas y
descubrimientos que siglos después fueron rescatados y permitieron resolver
problemas prácticas concretos que nos han hecho la vida las más fácil, más
llevadera, más placentera. ¿Podríamos decir que Hypatia fue una feminista? No,
fue una mujer de su época que no se conformó, que trabajó y aportó a la ciencia
y a la cultura sin afanes revanchistas o protagónicos.
Excelente reseña. Sin duda Hypatia es una mujer cuya vida y obra merece reconocimiento. Es lamentable que una mente brillante vio su fin de mano del despotismo y la fe malentendidas. Como tantos otros intelectuales. Y tal como recomienda, este hecho ha de estudiarse con criticidad y entendimiento.
ResponderBorrarUna vez más, gracias por regalarnos artículos interesantes, siempre cargados de sencillez y claridad.
Gracias a ti por tu lectura atenta y crítica. Ciertamente Hypatia es una figura histórica apasionante; mucho por aprender, mucho por descubrir...
BorrarHypatia es reconocida como una de las primeras "matemáticas", y esto, a pesar de que no se le atribuyen mayores descubrimientos o desarrollos en esta disciplina. En cambio, se dedicó, a sistematizar, complementar y a reorganizar mucha de la Matemática que existía para la época. Y si consideramos que Grecia era lo que llamamos "un punto de acumulación" del conocimiento matemático en ese tiempo, su trabajo fue tan arduo como impecable (de hecho, redimensiona las obras de notables y avanzados matemáticos como Apolonio, Diofanto y Ptolomeo). Quizás, por este esfuerzo, también se le reconoce como una maestra entregada y entusiasta, ya que procuró hacer más accesibles los pensamientos de estas mentes brillantes, procurando servir como un puente entre el saber sabio y el aprendiz
ResponderBorrarPor otro lado, su muerte, tuvo un impacto negativo tanto para el Cristianismo - porque a pesar de múltiples teorías, todas apunta a que, sí, fue efectivamente un grupo de cristianos fanáticos, quienes le dan muerte - como para Alejandría. Al punto que "Cualquiera que sea la motivación precisa para el asesinato, la salida poco después de muchos estudiosos marcó el comienzo del declive de Alejandría como un importante centro de aprendizaje antiguo."
ResponderBorrarReferencia: https://www-history.mcs.st-andrews.ac.uk/Biographies/Hypatia.html
En Matemática, hay muchos otros casos de mujeres que han tenido que luchar ferozmente para ocupar el puesto que merecen en el desarrollo de esta disciplina. El caso de Marie-Sophie Germain también es muy conocido. Para poder estudiar Matemática, y que sus obras y aportes fuesen reconocidos por la comunidad, tuvo que recurrir a un seudónimo, a estar escondida bajo las sombras, y a superar los vejámenes a los que era sometida por su familia para alejarla de ese mundo al que no debía pertenecer por ser mujer.
Me disculpa la cadena, me emocioné. jaja. Gracias por el escrito.
Gracias por tu atenta lectura y tus atinados comentarios, Yerikson! Muy de acuerdo contigo. De hecho, Pedro Gálvez, el autor de la biografía que comento dice: "En una época de turbulencias religiosas, en la que el fanatismo había iniciado ya su marcha triunfal, la obra de Hypatia representó un renacimiento del quehacer científico de la Alejandría del siglo IV de nuestra era. Desarrolló el álgebra y la trigonometría hasta unos niveles que no serían alcanzados de nuevo hasta muchos siglos después. Por dar un ejemplo: sus estudios sobre las secciones cónicas fueron desechados tras su muerte como ejercicios inútiles del pensamiento, hasta que a comienzos del siglo XVII los científicos se dieron cuenta de que muchos fenómenos naturales, como los de las órbitas planetarias, podían describirse gracias a las curvas formadas por las secciones practicadas a un cono" (p. 232).
BorrarExcelente escrito! No conocía de Hypatia, ahora si! Y no solo eso, si no que también tras leer el artículo me motiva a estudiarla y conocer más acerca de lo que fue como mujer dedicada al estudio :)
ResponderBorrarGracias, Mariela! Yo tampoco la conocía mucho antes de ponerme a estudiar e investigar sobre su trabajo y biografía. Es una investigadora de las mejores que ha dado la humanidad. Saludos!
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