La Exposición: ¿Recurso, estrategia o instrumento de castigo?
La “Exposición” en el aula de clases, ¿recurso didáctico, estrategia o
instrumento de dominación?
Rolando J. Núñez
H.
“A quien teme
preguntar le avergüenza aprender”
(Proverbio danés).
La
exposición es la “Explicación de un tema o asunto por escrito o de palabra”,
según lo define el Diccionario en línea de la Real Academia Española, en su
segunda acepción. Todo el que ha pasado por las aulas del sistema educativo
oficial en algún momento tuvo que exponer, es decir, en teoría había que
“preparar” un tema, previamente asignado por el docente y presentarlo al resto
de la clase con el apoyo de unos recursos e instrumentos didácticos de carácter
audiovisual. En los recuerdos de nuestros años de estudio siempre están
presentes esas experiencias, muchas veces supuestamente “traumáticas”,
estresantes, en las que nos parábamos delante de nuestros compañeros de clase
para explicar un tema, hechos un manojo de nervios. En mi caso particular, no
recuerdo haber hecho exposiciones en mis primeros años de estudios, en lo que
en Venezuela se llama Primaria, pero sí durante el bachillerato y la
universidad. Muchas son las aristas y percepciones que se pueden tener de esta
experiencia escolar, pero todos hemos pasado por allí y, de una u otra manera,
para bien y para mal, se siguen haciendo.
Algunos
enfoques “críticos” sobre la escuela, y la educación “formalizada”, en algún
momento introdujeron observaciones acerca de la exposición en clase aduciendo que
era una práctica que se sostenía sobre el supuesto de que el conocimiento, el
saber, era posesión del expositor y que el resto de la clase era pasiva e
ignorante, por tanto, los más radicales condenaron al ostracismo teórico esta
estrategia didáctica. No obstante, como hemos venido diciendo, en la
actualidad, por lo menos en el contexto venezolano, para bien y/o para mal la
exposición se sigue utilizando como forma de desarrollar la actividad académica
de aula y, sobre todo, como estrategia de evaluación. La pregunta es: ¿cómo se
usa y qué efectos reales tiene en el aprendizaje de los estudiantes y del
docente mismo? Tratemos de responder esa pregunta.
Lo
que se puede ver, oír y vivir en las aulas y en las instituciones sobre este
asunto de la exposición es variado; no podemos decir que hay una práctica o
experiencia única sobre cómo se expone y cómo se implementa. Muchos docentes le
dan un carácter estrictamente evaluativo, es decir, necesitan “poner” una nota
a sus estudiantes y la exposición permite cumplir con ese requisito. Hay
también quien ve en esta estrategia una forma de descargarse del pesado trabajo
de preparar clases o sencillamente de saber acerca de la asignatura que le toca
administrar, evidentemente quien hace este tipo de uso simplemente le está
quitando calidad a su cátedra puesto que difícilmente sabrá si lo que el
estudiante “expone” es cierto o no. En este renglón se inscriben aquellos
docentes que coloquialmente llamamos “piratas”, es decir aquellos que, al ser
evaluados por sus estudiantes, o cualquier otra persona medianamente informada,
es percibido como alguien que no maneja los contenidos, que no tiene dominio de
la materia.
Pero,
¿es solo una salida fácil esto de la exposición? La experiencia de más de veinticinco
años de transitar por las aulas me dice que puede ser un arma de doble filo:
puede significar una aliada o una manera de estropear el proceso de aprendizaje
de los estudiantes a los que nos corresponde enseñar. En el camino hecho a lo
largo de estos años me he conseguido con estudiantes que aprovecharon de la
mejor manera la oportunidad para exponer acerca de un determinado tema y
conseguí también muchos que prefirieron abandonar el curso o darse por enfermos
el día que debían exponer. En este sentido es muy común que haya participantes
de los cursos que en la fecha indicada no asistan y luego regresen a la clase
siguiente a pedir oportunidades para presentar la exposición que no realizaron
el día que les correspondía, esto evidentemente no excluye que verdaderamente
haya estudiantes que realmente hayan tenido un contratiempo en su fecha
pautada.
Desde
el punto de vista metodológico, ¿cómo proceder para que la experiencia de la
exposición sea una oportunidad para aprender acerca de un tema en específico,
se desarrolle la competencia de la responsabilidad y el futuro profesional
ejercite el arte de hablar en público y en el manejo de grupo así como en las
artes oratorias? Me remito de nuevo a mi experiencia y al aprendizaje que he
obtenido de ella a lo largo de mi carrera docente.
Dado
que normalmente contamos con un trimestre, o un semestre, para desarrollar
nuestros cursos y regularmente se le presenta a los estudiantes el plan de
evaluación a principio de curso, lo ideal es plantear los temas de exposición
también al principio. En mis cursos suelo pedirles que se organicen en grupos,
dependiendo del número de participantes del curso y me entreguen, en una de las
primeras clases, los nombres de los integrantes del equipo de exposición,
elegidos en forma libre, para hacer un sorteo del tema y la fecha que les
corresponde. En mi experiencia, mientras menos integrantes tenga el grupo mejor, pero esto depende del número de inscritos en el curso. El que la fecha y tema
sea asignado aleatoriamente evita que haya conflictos y choques entre los participantes.
Por otro lado, al asignar las exposiciones al principio del periodo académico
le damos mucho más tiempo a nuestros estudiantes para que preparan su
exposición, hagan las consultas necesarias y aclaren las dudas que surjan. Por lo
general, las exposiciones se dan al final del curso.
Otro
aspecto que en mi experiencia ha sido clave de éxito y fundamental para que se
dé un verdadero proceso de aprendizaje es establecer reglas y pautas claras
acerca de cómo van a exponer los participantes del curso; siempre hablo de las “reglas
del juego”, de lo claras que deben ser para que luego, en el momento de la
exposición, todos sepamos a qué atenernos, tanto los estudiantes como el
profesor. En ese orden de ideas, les explico que: 1) aunque la asignación del
tema y la preparación es grupal, lo cual favorece la socialización, el trabajo
en equipo y el apoyo en el proceso de investigación del tema asignado, no
obstante, la evaluación, en el momento de exponer es individual; esto con el
fin de que cada quien asuma responsabilidades a la hora de presentar la parte
del tema que le corresponde. 2) El tiempo de exposición será el necesario para
que el grupo, y cada participante, explique y argumente suficientemente lo
investigado acerca del tema, o autor, que le haya correspondido “trabajar”; tal
como decía Aristóteles: “La virtud está en el centro” a este respecto; si una exposición se extiende
demasiado cae en la verborrea y si dura solo unos minutos denota poca o ninguna
preparación. 3) La exposición debe seguir un esquema global que consta de
cuatro aspectos: a.- vida y obra de los
autores; b.- contexto histórico (política, economía, sociedad y cultura de aquel momento) en el que vive el autor y desarrolla sus
planteamientos; c.- ldeas, teorías y concepciones de ese autor o autores y d.-
Valoración crítica, es decir puntos de vistas valorativos y críticos acerca de
las teorías y concepciones investigadas y expuestas en ese tema. Este último
aspecto es de particular importancia ya
que constituye la toma de posición del estudiante acerca de lo que ha venido
investigado y estudiando a lo largo del curso y ahora viene a presentarse a la
clase y al profesor. 4) en la presentación oral se le evalúa al estudiante
dicción, vocalización, proyección de la voz y capacidad para comunicar las
ideas y contenidos que ha preparado a sus compañeros. 5) No se le exige un
informe de exposición porque la experiencia indica que estos “informes” no son
más que un “corte y pega”; se les pide más bien un “tríptico” o “díptico” que
recoja algunas fechas, nombres e ideas relevantes para luego entregar a los
compañeros. 6) en lo que respecta al uso de recursos se le indica a los
participantes que tienen libertad de preparar un video beam, (siempre y cuando
se cuenten con las condiciones necesarias en la institución para ello) que no exceda de
las diez diapositivas (en la medida que esto sea posible) y que mantenga el equilibrio entre textos breves y
enunciativos con imágenes alusivas e ilustrativas del tema y/o autor tratado;
también pueden elaborar un rota folio con los esquemas y matrices previamente
realizados y surgidos de la investigación hecha.
La
experiencia me dice que el estudiante que se compromete desde el principio con
la investigación y preparación de su tema de exposición, saldrá airoso a la
hora de presentar frente a cualquier auditorio aquello que le correspondió
investigar, mientras que el que nunca se dedicó a hacer las pesquisas necesarias
siempre conseguirá razones para no ponerse en la labor.
Lo
que sí creo que surge de lo dicho anteriormente es que una exposición bien
guiada y adecuadamente preparada es una excelente oportunidad para que el
estudiante se viva como “investigador” y aprenda desde su hacer y no desde un
puro “venir a la clase a observar o a vegetar”. La exposición viene a ser una
de esas experiencias “límites” en donde el futuro profesional se prueba, en
donde se da cuenta de si su vocación es la de trabajar con públicos, con grupos,
ser líder o si, de, por el contrario, tiene que dedicarse a otra cosa, distinta a la que
está estudiando. Si por ejemplo, un futuro docente siente que no es capaz de manejar
la palabra, dirigirse a un auditorio y comunicar un mensaje, evidentemente
tendrá que replantearse si verdaderamente está llamado a desarrollarse
profesionalmente como maestro; de igual modo, aquel que siente y va descubriendo,
en la experiencia de exponer, que se siente bien, que tiene desenvoltura y hace
llegar un mensaje, seguramente irá adquiriendo seguridad, certeza, de que va en
el camino correcto.
Evidentemente,
una buena exposición debe siempre contemplar un ciclo de preguntas y respuestas
de parte del profesor pero incluso de los compañeros que han asistido a la
presentación; esta es aún una tarea por hacer porque normalmente esas
solidaridades automáticas que funcionan entre los estudiantes boicotean este
tipo de dinámicas pues los participantes de los cursos sienten que al preguntar
le sabotean la exposición a sus condiscípulos; en esto habrá que trabajar y
madurar en el proceso de comprender que ninguna pregunta, ninguna duda puede
ser motivo de estigma, de burla o descalificación sino más bien una oportunidad
para intercambiar, aprender y nutrirse de lo que el otro piense, diga y
plantee.
Dos consideraciones postreras; en primer lugar la reflexión sobre la exposición nos lleva a pensar acerca de nuestro lugar epistemológico en el aula de clases como docentes y como estudiantes; el sentarnos a escuchar a nuestros discentes nos obliga a ver la enseñanza desde el lugar del que aprende, escucha y está a la espera de lo que el docente tiene para enseñarle; la necesaria humildad para seguir aprendiendo puede estar en ese cambio de roles; el evento de la exposición obliga también al estudiante a situarse "desde el lugar" del que enseña, del enseñante: este juego de roles puede ser una oportunidad de oro para el aprendizaje. Una segunda idea-interrogante la deja caer mi colega y amiga Rosalba (ducha por demás en el mundo de la enseñanza de las matemáticas) después de leer este texto: estamos formados los docentes para trabajar en el aula con la "exposición" como recurso didáctico? Una pregunta que abre cauces para otro artículo, para un debate, para un café pedagógico o para un té didáctico-meditativo...
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