Reseña: La Palabra Ignorada de Inés Quintero

La Palabra que se Ignora…, La Palabra que se Rebela


Rolando J. Núñez H.
rolandonunez70@hotmail.com


“La mujer educa, socializa, mantiene”
(Sonia Pérez Rodríguez en entrevista con Miyó Vestrini).


           
En un país como Venezuela habría que hablar de “matria” en lugar de “patria”. La palabra “patria” viene del latín, en donde significa ‘país del padre’, de ahí “tierra natal”, derivado de pater, patris. El asunto es que investigaciones de las últimas décadas, venidas de las ciencias sociales, como por ejemplo la de Alejandro Moreno, indican que la cultura popular venezolana está asentada sobre la madre, que el nuestro es un mundo – de – vida matricentrado, donde la mujer da sentido a la realidad a partir de la relación con sus hijos y donde el varón, el padre, es una “presencia siempre ausente” que aún, después de quinientos años, no consigue lugar en esa dinámica relacional madre – hijos. La historiadora venezolana Inés Quintero, en su obra La Palabra Ignorada. La mujer: testigo oculto de la historia de Venezuela (2016) pareciera venir a corroborar esto al darle visibilidad a ocho mujeres que, entre los siglos XVIII y XIX, pugnaron por dejar de ser ignoradas, apostaron por hacerse oír en una sociedad que, pese a su centralidad oculta, su papel clave en acontecimientos y cotidianidades, les negaba el derecho de ser escuchadas, de recibir justicia y hacerse respetar como ciudadanas, madres y/o esposas.
            Como toda investigación histórica que se precie de tal, el trabajo de Quintero surge de la pesquisa, estudio e interpretación de documentos históricos que reposan en obras ya publicadas, archivos y documentos que se pueden hallar en instituciones y colecciones privadas o públicas. A partir del arqueo y análisis de esos documentos se nos expone, a lo largo de cuatro capítulos, la historia y vicisitudes de cinco esclavas, una humilde ama de casa y dos figuras ligadas a personajes relevantes de la historia de Venezuela que, en mayor o menor medida, se vieron en la circunstancia de alegar en favor de sus propios derechos o los de sus hijos e hijas.
Así, en primer lugar encontramos las historias de Gracia, María Ignacia, María de la Soledad, Anna María y María Lorenza, mujeres que siendo esclavas buscan justicia y libertad entre las “rendijas” (como bien escribe la autora) que deja el injusto régimen colonial: ¿Tenía una madre que pedir que pusiesen precio a su hija para poder comprar su libertad? ¿Debía una mujer probar que era esclava y concubina al mismo tiempo en pos de su libertad y la de sus hijos? ¿Es moralmente aceptable que una persona ofrezca parir ocho hijos a su dueño a cambio de su libertad? ¿Cuánta humanidad hay en alguien que echa a la calle a un anciano que le ha servido como esclavo toda su vida porque ya no le es útil?
            En un segundo momento nos conseguimos con una esposa y madre que es salvajemente maltratada por su marido y luego llevada, una y otra vez, por el sistema, a tener que tomar atajos, huir, torcer caminos para poder vivir una existencia precariamente “normal”. Nos pone la situación allí estudiada a cavilar sobre la bondad de uniones matrimoniales perennes y fidelidades absolutas; acerca de leyes y costumbres draconianas que terminan aplicándose casi siempre a la parte más débil de la cadena social.

            En el tercer capítulo nos toparemos con el drama de una mujer – madre – esposa que desde su rol de pareja de un prócer de la independencia venezolana, tiene que vivir como consorte en la soledad que le viene de convivir menos de diez años con su marido y luego pasar treinta años como espectadora de las glorias y concubinato de ese que, una vez caído en desgracia, recibirá de nuevo el apoyo incondicional de la mujer que echó a un lado para irse a continuar la guerra y pasar a ser un prohombre de la historia “patria”. Una vez más el hogar, la casa, la familia, descansa sobre los hombros de la madre sola.

            Finalmente, hallamos una historia que bien pudiera parecernos fuera de lugar en esta obra pues gira en torno a una Primera Dama de las últimas décadas del siglo XIX venezolano que, en principio, no pareciera haber vivido más que en la dicha y felicidad; sin embargo, también aquí podemos conseguirnos con sorpresas y descubrir que la condición, estatus y rol que se le asignó a la mujer durante siglos le privó, en muchísimas ocasiones, de oportunidades y posibilidades que solo se le otorgaron al sexo masculino. Así, desde aquella Grecia clásica que recluía, de por vida, a la mujer en ese espacio de la casa llamado “gineceo”, y que la conminaba única y exclusivamente a parir, hasta nuestros días, muchas historias, como las que recoge Inés Quintero, han tenido que ocurrir para que, a la fecha, la mujer haya logrado un poco de visibilidad, de protagonismo; aunque aún hoy, hayan cosas y tareas que hacer para hacer justicia a quienes por mucho tiempo han sido obligadas a permanecer en las sombras. En Venezuela, particularmente, es difícil no conseguir testimonios de hijos de madres solas que, pese a todo, fueron criados y bien educados por estas heroínas del anonimato.    

Comentarios

  1. Me agradó mucho su artículo. La palabra ignorada es un suceso que sigue existiendo en nuestra sociedad, porque es la palabra ignorada, el rol ignorado, el trabajo ignorado y el amor que plasma una buena mujer sobre su hogar, que por supuesto muchas veces es ignorado. Somos una sociedad donde todo gira en torno a la madre y hay que reivindicar su valor y lugar :)

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  2. Obras como esta, y reseñas como la escrita acá, son importantes para el conocimiento sobre la condición de la mujer en la historia. Hay que apostar por la divulgación de materiales así, por investigaciones de este tipo, y por espacios educativos que propicien la reivindicación de la mujer en la sociedad, en la ciencia, en la filosofía, en el arte... En la vida misma! Gracias Dr. Rolando N.

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