Lisbeth Salander: La Chica en la Telaraña

En la Telaraña del Pasado


Rolando J. Núñez H.

“La vida solo puede ser comprendida
mirando para para atrás;mas solo puede ser vivida
mirando para adelante”
(Sören Kierkegaard)


           
La memoria puede ser tan peligrosa como los “agujeros negros”, le dice una suerte de ángel a Lisbeth Salander, porque, palabras más, palabras menos, podemos caer en ellos y perdernos para siempre. “La chica del dragón tatuado”, de esta última entrega, ya no está inspirada en los libros de Stieg Larsson sino en los de David Lagercrantz. No puede uno dejar de recordar a la Lisbeth de la versión sueca e incluso a la de la norteamericana compartiendo pistas y aventuras con el otrora James Bond, Daniel Craig, en el papel del también casanova y atormentado Mikael Blomkvist. Lisbeth se tiene que enfrentar a sus demonios, como todos tenemos que hacerlo alguna vez, y en ese viaje la acompaña su inseparable compañero de aventuras, aunque esta vez estarán más distanciados de lo que pudiéramos esperar.
            La hacker sueca luce esta vez más hollywoodiense e histriónica, se acerca más a Jason Bourne que aquella chica huraña y famélica que a cada minuto lucía a punto de desmayo y palidez. No podía faltar esta vez a la cita el Tío Sam y sus intríngulis armamentísticos. No obstante, tiene que enfrentarse a su némesis, a su pasado, a sus miedos, a sus filias y a sus fobias.


            Infaltable el tópico reivindicativo de las mujeres maltratadas y nada amadas por los hombres; una vez más Lisbeth librará su cruzada y pondrá algunos puntos sobre la íes a tipos que se sienten guapos y apoyaos pero que no contaban con una heroína de tatuaje y motocicleta.

            “La Chica en la Telaraña” (The Girl in the Spider´s Web, 2018) probablemente no irá a recoger muchas estatuillas, pero seguramente entusiasmará a los fans de la saga Millenium a darse una vuelta por el cine. Nunca está de más reincidir en pasearse por los parajes y esteros del maniqueísmo que enfrenta al bien contra el mal, las luces con la oscuridad y la maldad contra la bondad; los matices siempre están a disposición del lector, del espectador, del cinéfilo…      

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