Generar Teoría en Tiempos Postpositivistas
Producir Conocimiento en el Postpositivismo
Rolando J. Núñez H
rolandonunez70@hotmail.com
"La ciencia con todos sus conocimientos y la tecnología
con su capacidad de transformar nuestro mundo,
su alianza en definitiva, estaría representada por ese fuego
que parece no apagarse nunca sino crecer continuamente
de forma que nada pueda sustraerse de su incendio.
Por eso sea tal vez conveniente mirar hacia atrás
para alcanzar a ver cómo se formó ese Prometeo
tan singular que puede servirnos para representar
la ciencia y la tecnología"
(Javier Ordóñez/La Melancolía de Prometeo)
En un artículo titulado “A propósito de la Ciencia”
(2008), publicado en el número 38 de la revista Heterotopía, Alejandro
Moreno plantea las siguientes interrogantes: “¿Proporciona la ciencia un
conocimiento verdadero? ¿Son las teorías científicas verdaderas o falsas? ¿Pero
existe un conocimiento verdadero? Y además: ¿en qué consiste propiamente
conocer?” (p. 19). El autor se está refiriendo a la ciencia moderna y la
pregunta está enmarcada en ese cambio paradigmático que se da en el siglo XX,
como consecuencia de la crisis de conciencia que pone sobre el tapete la bomba
atómica, sobre Hiroshima y Nagasaki, pero que ya venía gestándose desde fines
del siglo XIX y comienzos del XX. Después de un largo periodo en el que la
ciencia, que sustituyó al conocimiento medieval (basado, en lo fundamental, en
la tradición y la teología), reinó como el único conocimiento válido, el
sacudón epistemológico llegó hasta los cimientos de ese conocimiento racional,
empírico y universal. De esto da buena cuenta Miguel Martínez Miguélez, en su
artículo “El Enfoque Centrado en la Persona y su Paradigma Epistémico”, de la
revista Heterotopía, cuando dice:
A lo largo de todo el siglo XX, hemos vivido una
transformación radical del concepto de conocimiento
y del concepto de ciencia.
Estamos llegando a la adopción de un nuevo concepto de la racionalidad
científica, de un nuevo paradigma epistemológico. El modelo científico positivista – que imperó por más de tres
siglos – comenzó a ser cuestionado severamente a fines del siglo xix por los
psicólogos de la Gestalt, a principios del siglo xx por los físicos, luego, más
tarde – en la segunda década – por los lingüistas, y finalmente – en los años
30 y 40 – por los biólogos y filósofos de la ciencia. Todos, unos tras otros,
fueron manifestando su insatisfacción con la racionalidad lineal,
unidireccional, y viendo, poco a poco, la necesidad de reemplazar el modelo axiomático de pensar, razonar y
demostrar, con su ideal puro lógico-formal,
o lógico-matemático, con una lógica
que diera cabida a la auténtica y más empírica realidad del mundo en que
vivimos y con el que interactuamos, de un mundo en donde existen
inconsistencias, incoherencias lógicas y hasta contradicciones conceptuales.
Ésta es la tesis básica que defienden las diferentes orientaciones postpositivistas (p. 12).
Como
podemos ver, este cuestionamiento al que se le somete a la ciencia, según lo
que recoge el autor, surge del campo de la joven psicología, pasa, luego, al
duro campo de la física, ciencia príncipe por excelencia durante el reinado de
la ciencia moderna racio – empirista; este testigo revisionista es recogido
luego por la lingüística para posteriormente ser entregado a la biología, otra
de las ciencias que predominó, en su momento, junto con la física, como modelo
de forma de descubrir y producir ciencia y, finalmente, es la filosofía la que
cual testigo de su época y de los vaivenes del panorama intelectual
contemporáneo, recoge, organiza y sistematiza toda esa crítica epistemológica
al modo de producir conocimiento y al concepto de ciencia en sí mismo.
Así, el mundo académico e intelectual, toma
conciencia de que no puede haber una sola manera de hacer ciencia, de que el
“método científico” se ha convertido, con el pasar del tiempo, en una dictadura
del dogmatismo epistemológico positivista y que el conocimiento científico no
puede presentarse como neutro, aséptico y absoluto.
La manera de producir conocimiento,
excesivamente lineal y unidireccional, condujo a la ciencia a un gran
desconocimiento de lo complejo que puede llegar a ser el mundo en el que
estamos inmersos y del que formamos parte, y obviando, por tanto, aristas de
nuestra realidad que son fundamentales para una cabal comprensión, nunca plena,
por supuesto, de lo que es el hombre y el mundo que lo rodea. El mundo de la
ciencia empezó entonces a entender que la verdad nunca es superficial, que el
superficial es el ojo. Es por eso que Manuel Barrios Casares, en el libro Nietzsche y lo trágico (2012), sostiene
que “La verdad no se hace a golpes, sino que requiere distinción y genera
distinción: diferencia y nobleza” (p. 125). Pero no una distinción positivista
y racionalista, sin más, sino una distinción que implica contexto,
perspectivas, sustrato y que es noble porque no se atiene al servilismo del
puro dato, del mero “positum”, sino que más bien va al noble fundamento que es,
de por sí, aristocrática, ya desde la tradición aristotélica. Por eso insiste el mismo Manuel Barrios
Casares: “Seguir la metamorfosis de la verdad requiere atención a los matices,
los desplazamientos, los giros que se realizan en su obra” (p. 125). Porque la
verdad no es estática ni es una sola, la verdad cobra sentido de acuerdo al
contexto, de acuerdo a la ecología que la constituye, sin esto significar
arrojarnos irresponsablemente en el relativismo de “mi verdad, tú verdad”. No
estamos hablando de una acomodaticia opinión que cambia, y pretende sustituir a
la verdad de acuerdo a los intereses particulares. La relatividad de la verdad,
y de la ciencia, responde al contexto, no a intereses individualistas y
egoístas que solo pretenden no perder nunca una discusión o mantener la
conciencia en paz para justificar actitudes irresponsables o incongruentes.
No se trata pues de irnos al extremo, pues
como también señala el autor ya mencionado citando a Nietzsche y manejando la figura del hombre trágico como
el que deja atrás esa ilusión moderna de ciencia pura e impoluta: “El hombre trágico
es el que reúne lo dionisíaco y lo apolíneo”, puesto que para Nietzsche, y a
pesar de las distancias, uno habla el lenguaje del otro. La ciencia
contemporánea entiende que el gran error de la ciencia moderna fue pretender
hablar uno solo de esos lenguajes, el puramente racional y experimental,
dejando de lado lo afectivo, lo cultural y lo humano.
De igual modo, las ciencias (sociales o
naturales) dejan atrás aquella pretensión positivista de que basta con atenerse
a los pasos que el “método científico” prescribe para asegurar el arribo a esa verdad platónica
arquetípica. Hoy sabemos que esa es una pretensión quimérica. Así como es
irresponsable no considerar el aspecto ético de cualquier investigación, pues
el hombre de ciencia debe detenerse en las consecuencias e implicaciones de sus
descubrimientos, creaciones o hallazgos. Por eso la responsabilidad moral
impone hoy, en todo ámbito investigativo, la pregunta y la requisición por lo
bioético, por el impacto moral de toda investigación y de todo conocimiento
producido. En el fondo, de lo que se trata es de hacer opciones, de optar por
un método, camino, específico para investigar; camino que nos permita, hasta
donde sea posible, acceder a esa realidad que nos exige honestidad intelectual,
en lugar de optar por un método que me asegure resultados interesados o no
congruentes con el acontecimiento vivencial. Por eso, el desmontaje del método
nos abre el camino a la metódica, a toda posibilidad de métodos que nos asegure
el ser fieles a la realidad, a la vivencia y, en nuestro caso, al mundo concreto
que queremos interpretar, desentrañar y comprender.
Seguiremos buceando en estas "aguas", en otras entradas de este blog...
Seguiremos buceando en estas "aguas", en otras entradas de este blog...
Es indudable que la ciencia vista desde un solo ángulo, apropiándose ésta de una verdad que contradice la esencia de la complejidad y sus interrelaciones, peca de arrogante y supremamente reduccionista. Ya lo explica muy bien el maestro Cadenas: "La ciencia no puede decirnos qué es la realidad; sólo alcanza a ponerle nombres. Su terreno es el cómo. Cómo es, cómo funciona, cómo opera; pero una parte, no el todo. El universo se nos escapa. De ahí que el conocimiento sea siempre de la parte. Esto lo saben los científicos mejor que yo. Así volvemos al asombro."
ResponderBorrarPor otro lado, leyendo a Miguel Martínez Miguélez, pensador que igualmente refieres en este escrito, explica que la actividad, el ejercicio de ese cómo, de la ciencia, dentro de una postura más humilde y reflexiva debe contar con tres aspectos básicos dentro del camino que emprende hacia la aventura del conocimiento: rigurosidad, sistematicidad y criticidad.
Gracias por el escrito, complementa y enriquece mi labor de lectura y de indagación.
De acuerdo contigo, Solange. Parece que hoy, después de varias décadas de crítica al método, y al fondo, urge buscar los necesarios equilibrios, valorar luces y sombras en lo cuantitativo y en lo cualitativo. Examinarlo todo y quedarse con lo bueno, como había dicho ya Pablo de Tarso en el mundo antiguo. Gracias!
BorrarProfa. Solmar:
ResponderBorrarcreo que la forma de aproximarnos (el método o camino) al objeto, sujeto, fenómeno que nos interesa descubrir, interpretar, comprender, explicar depende en buena medida de si pertenece al mundo natural (ciencias básicas) o al mundo social (ciencias sociales). No es lo mismo estudiar un objeto propio de las ciencias naturales, como el proceso de la fotosíntesis, que está muy vinculado con variables ambientales, en algunos casos que pueden ser manipuladas por el investigador (como exponer o no la planta en estudio al sol), en cuya investigación se hacen, pronostican ciertos procesos, reacciones; las cuales pueden comprobarse o refutarse, previas hipótesis hechas. Muy diferente el campo de las ciencias sociales, cuya naturaleza vinculada al hombre y su contexto implica la consideración de muchos aspectos que pueden cambiar a cada minuto, dada la complejidad del hombre y su entorno. Uno de los errores en el método en ciencias sociales surge por querer aplicar el método científico como si lo social fuese un objeto manipulable y predecible tal cual un fenómeno físico puede expresarse y medirse cuantitativamente. Pero, hoy día ya estamos comprendiendo esto, más no debe satanizarse, excluirse lo hecho en el Positivismo que ha generado tantos aportes a la sociedad (vacunas, explicación de muchos fenómenos, leyes, etc.). El problema es también cómo el hombre, con su afán de poder y dominio ha intentado servirse de estos avances para la destrucción de sí mismo (bomba de Hiroshima, por ejemplo). En fin, es un debate muy amplio que hay que abrir y mantener en las aulas de las universidades y en cualquier espacio donde se pretenda dialogar. Gracias Rolando por el artículo, por atreverte a escribir y asomar estos temas tan interesantes.
Una vez más Gracias mi querido Profesor.
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