¿Enseñar a Pensar o Enseñar a Repetir?
¿Cada Lunes Nace Muerto El Nuevo Día?
Rolando
J. Núñez H.
“Quien no quiere razonar es un
fanático;
quien no sabe razonar es un tonto;
y quien no se atreve a razonar es
un esclavo”
(William Henry).
La
escuela no nos ha enseñado a razonar, a pensar; no lo hizo en el pasado y todo
parece indicar que tampoco lo está haciendo ahora. Esta es una verdad que
tenemos delante y que padecemos cotidianamente. En el pasado se atiborró de
contenidos el curriculum básico y diversificado y en el presente se echa todo a
la papelera pero, por lo visto, el asunto hoy se reduce a proclamar un
"conocimiento en construcción" y en la práctica se asume como axioma
el carácter ideológico de la cuestión educativa y en consecuencia se pretende
poner a circular dos o tres consignas panfletarias que sirvan de comodín, de
panacea para todos los males sociales.
Nuestra
educación tradicional se limitó a la mera reproducción, a memorizar unas
cuantas cosas pero sin ir más allá; la discusión, el diálogo, la dialéctica
como que hacer didáctico siempre fueron rarezas.
Todo
apunta a que tampoco la universidad aporta muchas soluciones a este problema.
Da lo mismo que el estudiante sea del primer semestre, del quinto o del noveno,
cuando se le pide que asuma una postura frente a un autor, frente a un tema o a
una determinada situación, se muestra incapacitado para decir su palabra, para tomar
una posición fundamentada; si alguno se atreve sólo llega a balbucear una
opinión, pero como sabemos, ya desde los sabios presocráticos, la opinión no se
sostiene, no argumenta, por eso dice Parménides que conduce al error.
El
grave problema acá es que esa discapacidad analítica, reflexiva, se ha vuelto
ya una "estructura mental", y siendo esto así, al estudiante
venezolano en general se le hace sencillamente "impensable" la
posibilidad de valorar críticamente el mundo que le rodea, sea este intelectual,
espiritual, social, político o cultural. Lo que la experiencia nos dice es que
por más que se le insiste al estudiante común que el trabajo que tiene que
entregar es ensayístico, crítico, analítico, éste luego insistirá en entregar
una trabajo informativo, tipo resumen o, en el peor de los casos, "cortado
y pegado", a veces con más o menos coherencia y en muchos casos, sin la
más mínimo ilación.
¿Terquedad,
falta de atención a las orientaciones dadas o incapacidad cognoscitiva para distinguir
un ensayo de un informe? A esto tendríamos que agregar, ¿tienen claridad los
docentes respecto a los tipos de textos que asignan? Nos hemos preguntado por
los vacíos estudiantiles pero, ¿y qué hay de las lagunas de los docentes?
El
punto es que con ciudadanos, futuros o presentes, "educados" así, nunca
tendremos una sociedad lo suficientemente madura como para distinguir entre demagogia
y democracia, entre ideología y verdad, entre encantadores de serpientes y líderes
serios y responsables. Esto sólo se puede lograr si todos nos comprometemos un poco más,
maestros y discípulos, docentes y discentes, facilitadores y participantes, como
usted los quiera llamar; si todos nos comprometemos, insistimos, en asumir lo
académico, lo universitario, lo escolar en fin, como un ámbito de estudio
serio, de discusión, de debate; en la medida en que esto ocurra el quehacer
universitario dejará de ser una liturgia absurda que nos deje poco o nada.
Entonces el lunes no nacerá muerto el nuevo día, florecerá más bien a colores y
nosotros resurgiremos con él, cual Ave Fénix, de nuestras propias cenizas. Sólo
leyendo mucho (los libros, los periódicos y la realidad que nos rodea), discutiendo
mucho y reflexionando todavía más podremos ser capaces de no dejarnos engañar
por los cantos de sirenas que hoy día abundan en nuestra casa ...
Nota: Este artículo fue
originalmente publicado en julio de 2007 en la revista “Psinergesis. Un
Encuentro Pedagógico y Psicológico”, Volumen 1/N° 3 (órgano divulgativo de los “Encuentros
Estudiantiles de Psicología), creada y dirigida por el Dr. Ángel Sanabria.
Pensamiento vigente, el magistralmente escrito acá. Una confrontación, a la vez, una invitación a hacer frente a la comodidad, a la conformidad en la que está sumida la vivencia educativa.
ResponderBorrarAsí es, Anaid. Mientras la educación no asuma su rol de formación en reflexión, valores y criterios de elección cívica, no pasará de ser un armatoste que a lo sumo se ocupa de los niños mientras los padres trabajan. Gracias por leer.
BorrarMe convoca el artículo a continuar con una auto evaluación, una reflexión de mi práctica educativa. Es una realidad para mi y una preocupación que busca respuestas o una ruta para poder salir de esa educación tradicional; de poder dejar a un lado los esquemas y métodos que creo que en ocasiones me encierran.
ResponderBorrarMis alarmas se activan, cuando veo que mis estudiantes hacen descripciones al solicitar una interpretación, un análisis o una postura... ¿cómo salir de la repetición?...
gracias Profe por compartir el espacio... saludos
La continua pregunta acerca de cómo enseñamos es ya un paso fundamental. Gracias por leer y comentar, Erika. Saludos!
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