Maestros que dejan huella: Antonio Serrano
El Hermano Antonio Serrano,
Un Maestro en el Barrio
Rolando J. Núñez H.
@Sisifodichoso
“Así como un día bien
empleado proporciona un sueño tranquilo,
Una vida bien empleada
proporciona una muerte tranquila”
(Leonardo Da Vinci).
Conocí
al hermano Antonio en 1996, cuando comencé a trabajar en el Colegio "San José" de
los Maristas, en Maracay. Fue uno de los personajes de los que me hablaron
recién llegué, de esas figuras que hay en las instituciones que necesariamente
tienes que conocer, que te tienen que presentar; con el paso de los años me di
cuenta que no se equivocaban quienes eso me decían pues yo mismo, luego,
conversé muchas veces con él y escuché del hermano sus anécdotas y testimonios
de vida, siempre en encuentros casuales de pasillo, o en la recepción, donde
Marilú, que con frecuencia era el sitio de encuentro y de pausa del trabajo
diario en el colegio. Algunas veces coincidía con el hermano Antonio en la
cantina del colegio, donde él se
acercaba a comer un tentempié a media mañana o después de haber regresado de su
querido San Vicente, sí, ese populoso y extenso conglomerado de barrios de la
periferia de Maracay que en tiempos de Revolución ha pasado a ser “gobernado”
por delincuentes que imponen su ley hasta a los miembros de los cuerpos
policiales.
Pues
bien, ya algún profesor me había comentado que el Hermano Antonio, El Brother,
como muchos ex alumnos le decían afectuosamente, tenía fama de ser amante de
las caminatas, por lo que por años se iba a las cinco de la mañana, a pie,
desde La Soledad, en Las Delicias, hasta la zona más pobre de San Vicente, que
es precisamente la zona aledaña al “botadero de basura” y recoge los desechos
sólidos que se recolectan en toda la ciudad de Maracay, en donde Antonio
siempre tenía algún pobre que ayudar, algún niño en situación precaria que
socorrer, para que comiera y no dejara de ir a la escuela.
En la
época en la que trabajé en el colegio el hermano ya no daba clases de inglés,
una de las tareas a las que se dedicó durante muchos años; sin embargo, era una
presencia constante en la rutina diaria pues entraba y salía, iba y venía. Ya
en ese tiempo, y desde hacía bastante, estaba enfocado, a dedicación exclusiva,
en la “obra social de San Vicente”, una labor que edificó personalmente, con la
ayuda de mucha gente e instituciones, claro, ladrillo a ladrillo. Una vez me
dijo: “Yo soy español, nací en Murcia, pero antes de aprender a hablar
castellano tuve que saber italiano y luego inglés. Yo aprendí español en
Venezuela”. Y es que su lengua materna fue el dialecto de su pueblo y cuando,
siendo muy joven, decidió hacerse Hermano Marista fue enviado a estudiar,
primero a Italia y luego a EEUU, lugar este último donde se formó como profesor
de química. De allí fue enviado como misionero a Venezuela y aquí vivió y
sirvió el resto de su vida.
Creo que una de las primeras cosas que llamó mi
atención del Hermano fue el que a pesar de su sencillez en el vestir (no dejaban
de ser llamativas sus chancletas de goma que usaba con medias y que lo
acompañaban en sus largas caminatas por la ciudad y en sus diligencias para
conseguir ayudas y fondos para los pobres y su obra social); a pesar de su
sencillez, insisto, su pasar desapercibido y su dedicación exclusiva a los más
necesitados, no obstante era poseedor de una vasta cultura general, de una
sólida formación académica; con él hablé muchas veces de libros, de historia,
de literatura y de política.
Su talante
de educador me quedó muy claro en cierta ocasión en la que una de las profesoras
de inglés, algo conflictiva ella, entró en una diatriba con una estudiante. El asunto
fue que la adolescente, empujada por sus hormonas y por los conocimientos que
manejaba de la materia, se levantó en medio de la clase y dijo que lo que la
profesora estaba explicando era incorrecto; la profesora, en lugar de manejar
el episodio como la adulta de la situación se puso a discutir con la muchacha y
hubo que llamar a Antonio para que mediara. El hermano evaluó el asunto y al
final, tan racional y parco como solía ser, dijo: “Es que las dos tienen razón,
pues la profesora está explicando la norma gramatical y la mamá de la muchacha
le enseñó a su hija el inglés con los modismos y variaciones propias de la zona
de EEUU de donde ella es”. Así quedó zanjada la situación y nos enseñó a todos
una lección.
Muchas
podrían ser las anécdotas a referir de este héroe silencioso, pero creo que la
prueba más evidente de su trabajo tesonero, a lo largo de cuarenta años en
Maracay, es el colegio marista que hoy presta servicios a los niños y jóvenes
más vulnerables y necesitados de la zona de San Vicente. Una labor que comenzó
en el incómodo espacio de una casilla policial abandonada, con niños que habían
tenido que desertar del sistema escolar formal, o que nunca habían asistido a
un aula de clases, con el paso de los años, y el empeño de este maestro venido
de lejos, se convirtió en una institución educativa que hoy da educación,
servicios médicos, etc., aun en medio de la crisis, a niños y jóvenes que han
vivido y crecido al lado, o dentro, de un botadero de basura y que, de otra
forma, no hubiesen tenido otra oportunidad de estudio y educación.
Maestros
silenciosos, docentes que van más allá de los muros de la escuela, como el
Hermano Antonio, fueron los que echaron las bases de una educación que sacó a
muchos de la pobreza y motorizaron el desarrollo de un país como Venezuela.
Hoy, nuestra sociedad, sumida en la crisis y el retroceso, necesita, más que
nunca, maestros como el Brother, como ese ese hombre callado y trabajador que
murió un 21 de septiembre de 2018 en la Venezuela a la que llegó un 30 de
agosto de 1959, siendo un joven de 25 años. Antonio Serrano, uno de esos
maestros que dejan huella…
Muy hermosas tus palabras y gran ejemplo de vida.
ResponderBorrarAsí es, amigo! Ejemplo de servicio y de vocación docente. Saludos, Eduardo!
BorrarFui alumna del San José y el Hno Antonio me dio las clases de inglés... Aprendí mucho con él y es de esos maestros que dejan huella.... Muy apreciado.... QDEP
ResponderBorrarCierto, un maestro por excelencia.
BorrarEjemplos de vida, testimonios de calidez y auténtico amor al prójimo. Muy distinto sería el mundo si los docentes fuésemos maestros. Trascencer los contenidos y enseñar para la vida. Mucho qué pensar y meditar con este texto. Mucho que agradecer también a este insigne maestro.
ResponderBorrarEs correcto. Pienso que hay en esta Venezuela arrasada muchos maestros anònimos que siguen haciendo su labor, educando, enseñando, dando la vida por los demás; eso tenemos que seguir estimulándolo, favoreciéndolo, propiciando. Gracias por tu lectura, Anaid.
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