Hacia Una Antropología Política del Venezolano:¿Anclados en el Subdesarrollo?

     ¿Estamos Anclados al Subdesarrollo?

Rolando J. Núñez H.
rolandonunez70@hotmail.com

     
Tras esa búsqueda de una posible "Antropología Política del Venezolano", iniciada en la entrada anterior, una segunda perspectiva que podemos considerar acerca de cómo es el venezolano, y el impacto que esto tiene en lo socio político, la conseguimos en lo sostenido por Carolina Jaimes Branger en su obra El Anclaje del Subdesarrollo (2013), donde la autora nos advierte: “Las actitudes que describo son producto de una cultura del subdesarrollo, que comenzamos a adquirir desde los primeros años de vida” (p. 15). 
     Pero, ¿cuáles son esas actitudes del venezolano que lo mantienen en el subdesarrollo e incluso lo retrotraen a periodos ya supuestamente superados? Dirá la estudiosa de la realidad venezolana, a través de una larga lista, que son, entre varios neologismos, las siguientes: a) el determinismo, o convicción de que no podemos modificar nuestras realidades personales y sociales: b) el “inspiracionismo” o creencia que el éxito llegará por un golpe de suerte o porque las musas bajen a encargarse de todo; c) el “autosuficientismo”, que nos convence de que somos superiores a todos por naturaleza y por tanto no necesito de la ayuda ni asesoría de nadie. Eso nos hace creer que un solo hombre lo puede todo y derrapamos así en el mesianismo político; d) el “rigidismo”, que tiende a hacernos muy exigentes con los demás y muy flexibles con nosotros mismos, lo que evidentemente conduce a una sociedad donde todos exigen a todos y nadie quiere dar nada de sí mismo; e) el “embudismo”, que la ostenta el que está muy claro en aplicar la ley a los demás pero no a sí mismo; f) el “rastacuerismo”, que radica, según palabras de la propia autora, en que “alardeamos sobre lo que no tenemos, aparentamos lo que no somos” (p.74); g) el “pendejicismo”, que es el que practica todo el que cree que todo el mundo es “ingenuo” menos él; h) el “noespantatismo” o inclinación a quitarle importancia a hechos o situaciones que sí la tienen, como por ejemplo que la escasez de alimentos se haya hecho cotidiana o que el sistema eléctrico nacional hace tiempo haya colapsado ante la mirada indiferente de gobierno y de buena parte de la población, que dice: “Bueno, no es pa´ tanto”; i) el “conformicismo”, que no es más que el conformismo llevado al extremo. “El conformicista acorta las metas, acorta los sueños, acorta los ideales. Conformicismo ante la situación económica, conformicismo ante la situación política, conformicismo ante la vida” (p.94), nos remacha la autora;
j) el “masquesuficientismo”, que traduce la máxima del mínimo esfuerzo y que, en los últimos años ha adquirido carácter institucional, en la escuela, por ejemplo, con aquello de que basta sumar un poco menos de treinta en los tres lapsos para aprobar con 10, sobre veinte, y que se acentúa con la política educativa del gobierno venezolano actual de obligar a los docentes a repetir las pruebas y evaluaciones hasta que el alumno, por mucho que no haya asistido a clase o no haya asimilado los contenidos, llegue a la nota mínima aprobatoria; k) el “ineficientismo” o “hacer las cosas mal, aunque sea sencillo hacerlas bien. En el ineficientismo no hay método, y mucho menos voluntad” (p. 103); l) el “des-operativismo”, que tiene su centro de gravedad en que en los “operativos”, que son transitorios y pasajeros, todo funciona a la perfección, pero, normalmente, nadie cumple con sus funciones. Habría que agregar, a lo que plantea la autora, la emergencia, en los últimos años de las famosas “misiones” y, más recientemente, el “Estado Mayor”, eléctrico, por ejemplo o las famosas emergencias ante problemas que siempre han estado allí y explotan en un momento determinado en la cara de las “autoridades”, y también las famosas “Leyes Habilitantes”, son parte de ese entramado; m) el “peras-al-olmismo”, que pretende exigirle a alguien que cumpla roles para los que no se ha preparado y, encima, pretender que las cosas marchen y salgan bien; n) el “pretextismo”, o tendencia a buscar cualquier pretexto para no hacer lo que nos corresponde o asumir responsabilidades; según la situación, utilizaré la excusa que más me convenga; o) el “machimberrismo”, que es hacer las cosas por hacerlas, sin planificación, seguimiento y evaluación, sino más bien ir improvisando sobre la marcha, pasando por encima del tiempo y necesidades de los demás; p) el “caos-ismo”, que significa, para la autora, que nadie cumpla con sus funciones y responsabilidades, ni los funcionarios públicos, ni los ciudadanos; q) el “lastimismo”, que se encarna en aquel que ya por comodidad, inseguridad o irresponsabilidad, siente lástima de sí mismo y, aunque puede hacer las cosas, no las hace y, finalmente, r) el “pobrecitismo”, que no es más que la lástima por los demás, y por nosotros mismos, que nos lleva a la firme convicción de que somos “pobrecitos” y por eso todo el mundo tiene que darnos y regalarnos las cosas. 
     Todos estos rasgos, son, según Carolina Jaimes Branger, los que nos mantienen en una tipología del venezolano que no nos permite avanzar ni en el plano sociopolítico ni en el personal. La crítica bien pudiera acusar a la analista de evaluar la realidad venezolana, y al venezolano como tal, desde el prejuicio y desde la mirada foránea, e incluso, poner el acento en que la noción de “subdesarrollo”, en sí misma, peca de anacrónica pues fue una categoría que usaron las ciencias sociales para definir las relaciones de la región del sur del mapa con los llamados países del primer mundo; suena pues a discurso atrasado e incluso panfletario. Se podría afirmar, incluso, que la noción de subdesarrollo, muy en boga en los ochenta, fue sustituida luego, por sociólogos y economistas, por la de “prescindencia”, en el sentido de que a los países “ricos” (con EEUU a la cabeza) les parecía, o por lo menos eso decían, que podían prescindir de los países que estaban en el sur del globo. En los últimos lustros, hay que decirlo también, los científicos sociales, tratando de desmontar la carga ideológica que había tanto en "subdesarrollo" como en "prescindencia", empezaron a manejarse, teóricamente, en términos de “exclusión”, que es la moneda de uso al día de hoy. 
     En todo caso, y en descargo de la autora citada, no se puede negar que en Venezuela, especialmente, la situación de “subdesarrollo”, en el plano político, económico y social, es evidente, pues hemos retrocedido en índices de crecimiento económico, en conflictividad social y en derechos políticos y ciudadanos. Al mismo tiempo, hay que reconocer que la autora pone el "dedo en la llaga" cuando señala rasgos del venezolano de hoy que están muy presentes en la cotidianidad y que, evidentemente, nos han traído a la profunda crisis que vive la sociedad venezolana a la fecha. Sin negar los rasgos nobles presentes en el pueblo y en la cultura venezolana, no podemos desconocer sin más estas remoras que nos atan al atraso, al caos y a la barbarie, que nos hacen involucionar y perder muchas de los valores conquistados como sociedad. Ningún enfermo va al médico para que este le diga los aspectos sanos que tiene su organismo; normalmente vamos a un galeno para que nos examine, elabore un diagnóstico y nos indique un tratamiento, y si el paciente no hace caso al especialista, seguramente estará condenado a la muerte. ¿Qué otros rasgos nos definen? Lo veremos en otras entradas...

Comentarios

  1. Aunque parezca apocalíptica la descripción del venezolano, la verdad es que esto se respira en nuestra cotidianidad. En lo personal, me agobia constatar lo escrito en mis estudiantes, en mi vecino (a), compañeros de trabajo... Parece una epidemia de la que me pregunto tendremos cura? Si bien es cierto que debemos huir de lo que la autora llama "determinismo", también es cierto que la realidad nos golpea, y muy fuerte. Más cuando las condiciones no se extinguen sino que se profundizan y extienden.

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  2. Ciertamente que la realidad social actual luce muy compleja y asfixiante pero siempre queda abierta la posibilidad de pensar en condicionantes en lugar de determinantes; el determinismo cierra puertas, los condicionantes, en cambio, siempre podrán ser modificados. Gracias por tu lectura y comentario, Anaid. Saludos!

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