Antropología Política: ¿Problema de autoestima?
La Autoestima del Venezolano: ¿La Educación Como Vía de Escape?
Rolando J. Núñez H.
rolandonunez70@hotmail.com
Manuel Barroso, autor que viene de un
largo recorrido por el mundo de la consultoría empresarial, plasma una serie de
ideas y planteamientos acerca de
Venezuela, y del venezolano, en una obra que ha sido editada, reeditada y
corregida múltiples veces: La Autoestima
del Venezolano (2011).
Según este investigador de nuestra realidad,
Venezuela es un país: marginal, desinformado, sordo, resignado, sin liderazgo,
de cómplices, sin justicia, sin democracia, pero, no obstante, con
alternativas.
Este contexto ubica a un venezolano cuyo carácter y personalidad
viene de tres “culturas”, a saber: a) el abandono, generado por el abuso del
conquistador pero también de la trashumancia de indígena y el desarraigo del
africano. Y después vinieron los patriotas, que con su proyecto “emancipador”
hicieron que el venezolano abandonara todo para irse a la guerra. Todo esto
genera una cultura y una Venezuela del abandono; b) el maltrato, que según este
analista también viene del proceso de conquista y colonización, donde todos
maltrataban a todos y eso hizo que nosotros nos hayamos acostumbrado al
maltrato como forma de vida y c) la ignorancia, generada en que la educación
popular, de hecho, solo llega a mediados del siglo XX; y, de paso, es una
educación extraña en sus contenidos y valores, que además se politizó y ha
generado pésimos profesionales en donde todo el mundo se gradúa pero no todos
tienen las competencias necesarias para desarrollar al país. por todo lo cual,
según Barroso, somos un país atrasado y subdesarrollado en lo político, en lo
económico y en lo social. Todo esto lleva al autor a afirmar que:
Venezuela es un país donde la mayoría no sabría
responder a las tres preguntas fundamentales: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Qué
quiero? Autoestima tiene que ver, antes que nada, con esas definiciones. La
claridad que uno tenga consigo mismo es la que le ayudará a definir sus
objetivos y proyectos de vida. 80 por ciento de los venezolanos sabe poco de sí
y de sus orígenes. Ha sido producto del abandono de padres ignorantes. Poco se
les ha informado, bajo el pretexto de que no entienden. Lo que han aprendido de
sí, lo han escuchado de terceros (p. 38).
Obviamente el panorama que pinta el autor,
acerca del venezolano, es bastante apocalíptico, extremista incluso, sin
embargo, no podemos dejar de decir que buena parte de lo que plantea lo hemos
oído, visto o, incluso, pensado, en contacto con nuestro entorno nacional. Sin
embargo, algunas observaciones se le pueden hacer, como por ejemplo, la visión
fatalista que está de fondo y que nos determina a ser “malos de fábrica” por
los aspectos que señala del proceso de mestizaje que, entre otras cosas, no
pareciera tener, para el autor, nada positivo. Otro aspecto que hay que revisar
con cuidado es la catalogación de “marginal” de un ochenta por ciento de la
población, según la estadística del autor, por cuanto, el término, en sí mismo,
es descalificativo y prejuiciado, dado que marginal aquí se entiende como
pobre, o miserable, analfabeta y maleducado. Partir de allí es además partir de
un criterio economicista que deja de lado otras dimensiones fundamentales de la
persona. En la actualidad las ciencias sociales se manejan desde otras
categorías que pretenden ser más incluyentes. Aparte de esto, “marginal” es el
que está al margen, más allá de los límites de la ciudad o sociedad, lo que
ordinariamente se ha asociado a los barrios o zonas populares, pero resulta que
los habitantes de las zonas populares están integrados a la ciudad en la medida
en que en ella trabajan, estudian y de ella dependen para diligencias institucionales,
legales y de otras índoles.
Ante este crítico panorama el autor ve como
única salida el educar a la población y al maestro como “un modelo
indispensable en el reforzar los procesos básicos de triangulación: arraigo,
identificación, relación y socialización” (p. 357), mientras que en lo que se
refiere al proceso político dirá que “El gobierno es un medio… la comunidad es
un fin” (P.362).
Finalmente, dado que
según este autor la cultura venezolana está tan viciada, la tarea es entonces
“transformar” la cultura, tema que no deja de ser complejo pues, como hemos
venido sosteniendo, la cultura de cualquier pueblo está constituida por sus
luces y sus sombras y por la totalidad de su mundo; por lo cual pretender
“transformar la cultura”, sin más, parece, en las primeras de cambio,
apresurado y arbitrario.
Es un tema que amerita ahondar acerca de los cómo,
porqué y para qué. en todo caso, nunca está demás plantearse: ¿Hasta qué punto esas sombras que ubica el autor en el venezolano han influido en la debacle político-social, económica y especialmente moral en la que se ha sumido el país con motivo de la permanencia del chavismo en el poder a lo largo de ya veinte años?
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