¿Pasó de Moda Tomar Apuntes?

La Importancia de Tomar Notas


Rolando J. Núñez H.
@Sisisfodichoso

“Todo lo que no ponemos en palabras
El cuerpo lo manifiesta de otro modo” Sigmund Freud.

           
Tomamos notas para ir a hacer compras, sino puede que se nos olvide algo, especialmente si la lista es larga. Hacemos notas de las cosas pendientes; anotamos los números telefónicos incluso de las personas más cercanas a nosotros o aquellos que usamos con más frecuencia; y hacemos esas anotaciones porque de otra manera olvidaríamos datos que son de gran importancia en nuestra vida cotidiana.
            La memoria es la capacidad de recordar y también de olvidar; si almacenáramos todo lo que vemos, oímos y experimentamos, cual máquina, muy probablemente “acumularíamos” detalles poco o nada relevantes para nuestra existencia, o que tienen cierta significación en un momento determinado y pronto pierden importancia. Tal vez por esto nuestra capacidad de recordar es limitada y la memoria tiende a traicionar a aquellos estudiantes que se echan en sus brazos excesivamente confiados.
            Estudios afirman que el porcentaje de información que adquirimos se extingue con el paso de las horas y los días y, después de cierto tiempo, un número bastante bajo de esos datos, especialmente de aquellos que hemos oído, es el que finalmente se conserva.
              Si pensamos un poco en lo que ha sido el paso del ser humano por la historia, toparemos con que solo aquellos eventos o datos que han sido puestos en papel (o en papiro, o en tablillas), han permanecido en el tiempo. Al tratar de estudiar la vida y la obra de ciertos personajes, con cierta recurrencia descubrimos que los historiadores y/o estudiosos nos dicen que aquellos que dejaron  poco, o nada, escrito, o sobre los que poco se escribió en su época, son más inaccesibles en su pensamiento y en su legado, por lo que aquello que nos suele llegar de ellos se pierde en la leyenda y en las interpretaciones de fuentes secundarias. Por cierto, no hay que olvidar que el estudio de la historia universal se suele dividir (a veces de forma muy simplista) en “historia” y “pre historia”, asumiendo que la historia del hombre comienza al descubrirse la escritura; de modo que es un axioma aceptado por todos que al escribir se hace historia, la propia y la ajena.
            Es bastante probable que si muchos hombres, a lo largo del tiempo, no se hubieran tomado la molestia de “tomar notas” y luego convertir esas “notas” en textos, en libros, etc., probablemente hoy no contaríamos con datos, hechos, testimonios y comprensiones de lo que ha ocurrido a la humanidad a lo largo de su paso por la “historia”.
            ¿Por qué estas divagaciones acerca del “tomar notas” y su relación con esa hermosísima facultad humana de escribir, re – escribir y dejar plasmado en texto aquello que nos acontece? En nuestra vivencia diaria, en las aulas universitarias, nos conseguimos, cada vez con más frecuencia, con que los estudiantes van a clases, de espectadores, de “desocupados oidores”; son poquísimos los que usan los lápices y libretas que llevan consigo. Con frecuencia nos hemos preguntado: ¿a qué se debe esta actitud? ¿A qué obedece tanta ligereza? ¿Tanto confían en su escurridiza memoria los jóvenes de hoy? ¿Conocen la importancia de “tomar notas” o “hacer apuntes”, o simplemente actúan empujados por la atrevida ignorancia? ¿Tan de poca importancia consideran lo que el profesor que tienen delante les dice? ¿Tan caduca está la figura y autoridad del docente que tan poco importa su discurso en los tiempos que corren? ¿Qué les ha dicho y enseñado la educación primaria y secundaria en este sentido? ¿Qué concepción y manejo de la “libertad” tienen estos jóvenes universitarios de hoy a la hora de hacer una carrera o sencillamente asistir a clase?

            Una sospecha investigativa nos lleva a pensar que lo que la escuela primaria y secundaria enseñan – y exigen – desde  hace mucho tiempo, es a “tomar dictado”, no “notas”;  el problema es que el  “tomar dictado” implica una actividad básicamente mecánica en la cual quien la realiza no necesariamente tiene que implicarse en ella o reflexionar sobre lo que le es dictado; el notario o escribiente puede tranquilamente estar trasladando sonidos a signos gráficos de forma automática, sin detenerse a meditar ni medio segundo en ellos. Ese “dictado” en el ambiente escolar de primaria y secundaria suele ser impuesto, no razonado; obviamente, cuando el estudiante se siente “liberado” de ese “yugo”, al pasar a la universidad, inmediatamente asume que ya puede dejar de usar el lápiz y el papel, a tal punto que, en los días que corren, ya es “normal” que no escriban ni estudiantes, y, en muchísimos casos, tampoco sus profesores. Esto ameritaría una reflexión adicional en torno a qué entienden estos muchachos que llegan a las universidades por “libertad”: ¿hacer “lo que me da la gana”? Es un tema relacionado que nos queda pendiente.

 Quizá por algo de esto, en el Reino Unido, hace poco, la administración de la educación pública decidió retomar como obligatorio el uso en la escuela del “estilógrafo”, no solo por parte de los estudiantes sino incluso de los maestros. En este sentido se han llegado a avanzar investigaciones en algunas universidades que reportan el hecho de que cultivar el uso del lápiz y el papel, favorece y facilita los procesos neuronales que posibilitan el aprendizaje de manera más eficaz y fluida.
            De modo que, de lo que estamos hablando es, no de que el estudiante “copie sin más”, cual grabadora automática, todo lo que dice su profesor, sino de que sea capaz de mantener una actitud activa frente a la exposición, clase magistral o debate ante el que esté o participe, y que sea capaz, además, de ir anotando frases que le pudieran parecer significativas, ideas relevantes, intervenciones sugerentes, etc., cada quien con su estilo; a algunos puede que les vaya mejor escribir oraciones cortas, otro escribirá palabras sueltas pero claves; puede que otro se sienta más cómodo haciendo algunos garabatos con sentido para él pero que le permitan luego retomar el debate que se ha dado en la clase; puede ser también un dibujo sencillo que le sirva como herramienta nemotécnica al retomar los apuntes, y pudiese darse también la combinación de varias de estas técnicas mencionadas. Hemos tenido condiscípulos en nuestra etapa juvenil que hacían estupendos esquemas de lo que el profesor, los compañeros o la clase iba diciendo y luego aquellos trazos se convertían en material de estudio para propios y extraños a esa clase. Lo que sí queda bastante claro es que el hábito de “tomar notas” es uno de los aspectos, obviamente no el único, que pudiera garantizar al estudiante el éxito en el curso o carrera o carrera en el cual se ha inscrito y le permitiría, además, ir haciendo un registro de lo estudiado, aprendido y experimentado en sus estudios, sean estos del nivel que sean.
            El habituarse a “tomar notas” o “hacer apuntes”, ya sea en una clase, charla, conferencia o reunión, permite a quien lo hace retomar lo explicado y discutido para repasar, estudiar, fijar conocimientos, organizar información e incluso sistematizar ideas que le den la posibilidad de generar un texto propio, un pequeño artículo o una obra de mayor extensión. No siempre se recuerda lo suficiente el que obras que han pasado a ser trascendentales y ya clásicos, como El Curso de Lingüística General (1915), de Ferdinand De Sausurre, no ha sido escritas por los autores a los que se le atribuyen; es el caso de esta obra mencionada, que surgió de los apuntes que tomaron en clase sus alumnos de lo que enseñaba el padre del estructuralismo lingüístico y de notas recuperadas, póstumamente, del propio autor.  


            Aunque en la actualidad, especialmente en muchos cursos cuyo carácter es más reflexivo y crítico, se recurre cada vez menos a la prueba escrita de “contenidos”, y cada vez más a “talleres”, ensayos, exposiciones y trabajos grupales, como instrumentos de evaluación, eso no implica para nada que el “tomar notas” haya caducado, puesto que esos artefactos de evaluación tienen que basarse en lo discutido, analizado y estudiado en clase y de ningún modo en la improvisación, en el “corte y pega”  o en la retórica vacua de un estudiante que casi nunca va a clase o cuando va se dedica a “chatear” con su celular, hacer de espectador o simplemente aburrirse. El contenido de estas evaluaciones, por muy innovadoras y vanguardistas que pretendan ser, deben estar conectado, relacionado, con lo trabajado en clase; y deberían, además, darle la oportunidad, a ese estudiante que va regularmente a la sesiones de trabajo, que toma notas y participa, de demostrar, argumentar y decir su palabra sobre los temas y debates que se han llevado a cabo a lo largo del curso, y ese sentido, las “notas tomadas” son un material de valor inestimable. 

Comentarios

  1. Excelente reflexión. Muchos son los que aseguran y promueven la caducidad de la toma de notas, haciéndole ver como algo de antaño. Pero, la realidad es que se ejercita pensamiento, criticidad, creatividad, lectura y escritura.

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  2. Cierto, Anaid. Las investigaciones recientes en el campo de la neurociencia así lo indican y la aplicación de estos descubrimientos recomiendan ejercitar la escritura, la toma de notas, etc, como mecanismos anti envejecimiento, contra ciertas enfermedades, etc. Gracias por tu lectura y comentario.

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    1. Interesante. Llama la atención cómo los Ingleses se dieron cuenta de la importancia de esta práctica para agilizar la adquisición de conocimineto, y eficacia en el aprendizaje. Hoy día deberíamos incentivar ésto en nuestros estudiantes, desde la primaria, para que logren destacar a nivel profesional, y personal. Me agradó su artículo.

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    2. Así es, Alejandro. Son prácticas didácticas que deben comenzar a temprana edad. En América Latina ya hay países que han hecho esa revisión y han retomado prácticas escolares dejadas de lado por interpretaciones sesgadas de corrientes pedagógicas "innovadoras. Gracias por el comentario.

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