Política y Educación: Formar Para la Ciudadanía
¿Forma la Escuela para la Política, para la Ciudadanía?
Rolando J. Núñez H.
rolandonunez70@hotmail.com
En
Venezuela, por ejemplo, en los últimos años, los politólogos e investigadores del problema
sociopolítico han constatado que las propuestas populistas y demagógicas,
tienen mucha más popularidad, y posibilidad real de triunfo en las zonas
rurales, y mucho menos en las zonas urbanas, más impactadas por el “desarrollo”
y la modernidad, en general.
Pero,
aún así, también es común oír a profesionales, o gente a mitad de su formación,
pero con un número significativo de años de estudios ya realizados, decir, que
no les “gusta” la política. ¿Será el tema político un asunto de “gusto”?
Pareciera pues que la manera de habérselas con lo político está bastante condicionada
con los gustos, con las emociones y con la desconexión con la realidad (o una
determinada realidad) y con la información de lo que ha sucedido y sucede a
nuestro alrededor. Si esto lo decimos de quien tiene una cierta formación
académica, qué decir del grueso de la población que tiene en su haber una
formación escolar y educativa bastante precaria. Esto nos genera algunas preguntas
¿Nos forma la llamada "educación
oficial" para el ejercicio de nuestros derechos políticos y
ciudadanos? ¿Por qué cuesta tanto al ciudadano común “decir su
palabra” en torno a los problemas que nos hieren en el ámbito público? ¿Por
qué la tendencia mayoritaria es a que se elijan a los gobernantes en función de
su simpatía y carisma y no en base a sus propuestas y coherencia discursiva?
¿Hay comunión entre el topos cultural venezolano y las formas políticas
tradicionales, legadas por la modernidad? ¿Es la misma política y la misma
educación la que manejan los lideres y dirigentes y la que comprenden y viven
los ciudadanos de a pie? ¿Cómo afecta, en fin, la dimensión sociopolítica de
las personas el fracaso escolar y cómo, de vuelta, este fracaso escolar incide
en el perfil político y ciudadano de los sujetos y de la sociedad?
En tiempos en los que la postmodernidad no parece haber
levado sus anclas para nada, en donde todo lo que no tenga que ver con lo
individual aparenta estar sobrando, la pregunta por lo político, vinculada a lo
que la escuela “produce”, o aporta a quien pasa por ella, se descubre
perentoria. Para Gastaldi (1994) “La
política actual revela un desencanto, un desinterés, una apatía tal que
todo lo que entra en la esfera política, o se rechaza con violencia o acaba por
tomarse a risa” (p. 33). Y a continuación, el mismo Gastaldi completará,
citando a Lipovetsky (1988) que “la política se ha convertido en espectáculo,
en farsa, en decadencia burlesca, en representación teatral” (p. 33).
El
arriba descrito ciertamente que es el marco global, que nos afecta, pero no
parece ser la única variable, si venimos a nuestro contexto. En Venezuela, un tema tan crucial como el
sociopolítico parece haber estado, históricamente hablando, al margen de las
preocupaciones y vivencias, del venezolano común. ¿De dónde viene ese divorcio?
¿A qué obedece esa desvinculación? ¿Da
lo mismo a un ciudadano interesarse o no por lo político? ¿Qué entendemos por
político? Una de nuestras sospechas es que el talante postmoderno influye en la
percepción que de lo político tiene el venezolano, pero no parece ser el único
factor, de ahí nuestro interés en plantearnos el problema puesto que en el
acontecer político se juega la vida pública, y también la privada, de los
miembros de una sociedad y de una cultura.
Una posible hipótesis de la
investigación podría ser el que tanto el tema educativo como las prácticas
políticas expresan una cultura, y que las instituciones modernas, llamémoslas
oficiales, ha sido producidas en una cultura distinta a la venezolana. Habría que re-pensar las vinculaciones entre la formación educativa y la
práctica política del ciudadano en nuestra sociedad venezolana. La importancia de este "re-pensar" radicaría entonces
en que se estaría planteando un problema de “epistemología de la política y de
lo educativo”, vinculado a un esfuerzo de comprensión de la “antropología
política” del venezolano, que permitiría abrir nuevos enfoques investigativos
y didácticos en el campo de la
pedagogía, de la didáctica, y de la
politología, contextualizadas en nuestra realidad venezolana.
En un
momento histórico en el que la escuela, como institución, está tan fuertemente
cuestionada, desde dentro y fuera de ella misma, es indispensable preguntarse,
y salir a indagar, cuál es su papel, no solo en el adiestramiento del futuro
profesional u operario del aparato productivo que engulle toda perspectiva de
bienestar, prosperidad o felicidad social, sino además en la formación humana
(personal y grupal) de los ciudadanos. Así, si leemos en la Ley Orgánica de
Educación venezolana vigente, conseguiremos que en su artículo 15 establece, entre sus
fines, el siguiente: “Desarrollar una nueva cultura política fundamentada
en la participación protagónica y el fortalecimiento del Poder Popular, en la
democratización del saber y en la promoción de la escuela como espacio de
formación de ciudadanía y de participación comunitaria, para la reconstrucción del
espíritu público en los nuevos republicanos y en las nuevas republicanas con
profunda conciencia del deber social”. Pero, ¿realmente desarrolla la escuela
venezolana esa “nueva cultura política”? ¿lo hizo la escuela que se sustentaba
legalmente en la Ley Orgánica anterior? Es fundamental pues tratar de
comprender cuál es la relación entre educación escolarizada y formación
política en Venezuela, pues esto nos puede conducir a entender también cómo es
la participación efectiva de los ciudadanos y con que herramientas reales
cuentan para intervenir en lo público y en los intereses comunes.
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