LA UPEL EN LA CIENCIA: Nihilismo y Planificación

            
Nihilismo y planificación
Rolando J. Núñez H.

"Caminante, no hay camino, se hace camino al
andar". Antonio Machado.

Del latín "nihil", que significa la "nada", el término “nihilismo” adquiere su significado filosófico más importante de Nietzsche.  Para este autor el término nihilismo tiene dos significados distintos: por una parte, en sentido negativo, designa el largo proceso de decadencia de la cultura occidental que se inició con el socratismo y se prolongó con el platonismo y, especialmente, con la religión judeo - cristiana. Esta decadencia es fruto de una total inversión de valores pues, desde Sócrates, se ha puesto la vida en función de la razón en lugar de poner la razón en función de la vida. Este conceptualismo socrático – platónico se acentuó con el cristianismo, cuyos valores de sometimiento, de resignación y culpabilidad, son el fruto del resentimiento contra todo lo vital. El fruto de todo ello ha sido la pérdida de sentido del devenir, la formación de una moral de esclavos y de una metafísica de verdugos. En este sentido, el nihilismo es el cumplimiento de la esencia de la metafísica occidental decadente, y coincide con el movimiento histórico propio de la cultura occidental.

Por otra parte, el nihilismo tiene un sentido positivo encarnado en el método genealógico nietzscheano que desenmascara los falsos valores y proclama que "Dios ha muerto", lo que significa que no hay propiamente un sentido, y que aquellos que habían sido considerados los valores supremos se desvaloran. Esto, no obstante, tiene un valor plenamente positivo, ya que entonces el "nihilismo", entendido como la destrucción de los valores tradicionales, aparece como el estado de los espíritus fuertes que niegan activamente estos falsos valores, y prepara el camino para el advenimiento del superhombre. Así, pues, según Nietzsche, el nihilismo tiene dos aspectos: Uno negativo, en cuanto que es la esencia de la tradición judeo-cristiano-platónica; y otro positivo, como acción negadora de los falsos valores y como reflexión sobre los motivos que han conducido a él.
Pero, •¿qué tiene que ver Nietzsche con la planificación, especialmente con la educativa? Para ilustrar baste con remitirnos a la experiencia de miles de docentes venezolanos que trimestralmente deben llenar y entregar distintos formatos (plan anual, de lapso, de evaluación, de clase, etc. etc.), que no son más que la transcripción fiel y exacta de los programas y pautas impuestos verticalmente, desde el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, y desde las distintas zonas educativas.
            Cuando algún docente "indisciplinado" y "anarquista" trata de preguntar (para el poder que supone toda institución, como la escolar, toda pregunta es siempre impertinente e inoportuna) cuál es el "sentido" y significado de tal "planificación", por lo general recibe respuestas tales como "quien planifica no improvisa", pero en la práctica cotidiana comprobamos que muchos de los que elaboran planificaciones impecables luego, no sólo improvisan, sino que incluso pasan por encima de las situaciones reales y concretas que se le presentan dentro del aula de clases. La razón real de tanta insistencia en la entrega de estos recaudos es que éstos son una exigencia puramente formal, pero inevitable, de la supervisión oficial.
Para nadie es un secreto que un altísimo porcentaje de docentes, lo único que hace es cambiar las fechas de sus planes viejos, fotocopiarlos y entregarlos. Una acción para nada censurable dado el carácter inútil de estas transcripciones periódicas, que parten de la abstracción de alguna oficina ministerial; de alumnos y grupos imaginarios e inexistentes, pensados desde la pura racionalidad de un "planificador" que concibe el mundo desde la universalidad del pensamiento moderno; de tal modo que dará lo mismo planificar en Venezuela que planificar en el Tíbet, o para los esquimales.
Si a ver vamos, la raíz epistemológica de este problema está precisamente en esa fe ciega que la modernidad puso, e impuso, en la razón cartesiana. De manera que sin darnos cuenta, los docentes nos movemos y existimos sobre un piso que pretende ser pura racionalidad, pero que en la vida práctica resulta no sólo un fracaso sino además el aterrizaje forzoso de un total sin sentido, puesto que ni los supervisores, ni el director, ni los coordinadores, ni los docentes, saben explicar cuál es la utilidad de la planificación. Es aquí donde arribamos a la pérdida del sentido de lo que somos y hacemos como docentes, llegamos a la nada, vegetamos pues en el nihilismo, donde el único motivo para entregar una planificación es el hecho de que alguien, superior en rango, lo exija.

La pregunta ineludible es quizá ¿se planifica la vida? ¿Puede alguien realmente prever el futuro? ¿No es acaso el futuro pura condición de posibilidad? Nadie niega que una planificación que parta de lo real, de lo concreto, pueda ser un instrumento útil a docentes y alumnos, pero no es ésta precisamente la planificación exigida en las instituciones. Lo cierto es que dentro del aula de clases, siempre y cuando haya la disponibilidad de docentes y alumnos, lo que se genera es una experiencia de vida, y la vida es siempre total novedad, implanificable en sí misma. Dentro del salón lo que acontece es un encuentro entre unos estudiantes y un docente, y de ahí no puede surgir sino una relación de diálogo que enriquece el saber de los muchachos y el saber del docente; esto no es sino crecimiento  intelectual y humano, que no puede estar mediado por una planificación rígida y estática que momifica la existencia del sujeto, puesto que quiere programar hasta la risa, tanto de docentes como de alumnos. De aquí que lo primero que el docente tiene que hacer es implicarse con su grupo de estudiantes, conocer la realidad concreta; sólo desde allí se podrá planificar y no desde esquemas y formatos preestablecidos. Mientras no nos convenzamos de que el buen docente es el que estudia cada mañana a sus estudiantes, para partir de lo concreto, la planificación nos mantendrá en el nihilismo y en los falsos valores de una educación que le rinde tributo a la razón asfixiante, y se olvida del sujeto concreto.  
Nota: este texto se publicó el domingo 11 de marzo del 2001, en el diario El Siglo de Maracay, en la columna dominical LA UPEL EN LA CIENCIA, que fue el resultado de una alianza estratégica entre el diario y la Sub dirección de Extensión de la UPEL – Maracay, y que tenía como finalidad el que los docentes – investigadores de la institución divulgaran los resultados de sus trabajos, reflexiones teóricas e investigaciones.


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