LA UPEL EN LA CIENCIA: Hacia una ética de la "otredad".

HACIA UNA ÉTICA DE LA "OTREDAD"


Rolando J. Núñez H.
rolandonunez70@hotmail.com


Probablemente es la "responsabilidad" uno de los elementos que mejor define el problema ético en nuestros días. Pero hablar de responsabilidad en el obrar humano nos exige partir de dos conceptos fundamentales: "libertad" y “voluntad”, puesto que son estos los que le van a dar concreción al  compromiso de cada uno.
La "libertad" es la capacidad que tiene la persona de decidir conscientemente, en el dominio de sus facultades y en el tener presente sus posibilidades y sus límites. La libertad, entendida como realidad metafísica, puede quedarse en el plano de lo abstracto, de lo ideal; es por esto que para referirnos al proceso que se hace para llegar a la libertad, hablamos más bien de "liberación", que se refiere más al camino que se va haciendo y que se va gestando, en la historia de un determinado sujeto o cultura.
Un segundo elemento, a tomar en cuenta, es el hecho de que el contexto, en el que me realizo, me marca pautas, dándome así una realidad con una doble cara que por un lado limita mi libertad y por el otro me da posibilidades concretas para realizarla.
La libertad es un componente estructural, metafísico, de la persona; me constituye como viviente. Por ser parte del hombre tiene la posibilidad de trascender al hombre mismo; esto hace que la libertad no sea solo mía, sino que también implica al otro.   .
Redunda decir que hablar de libertad no es lo mismo que decir libertinaje, sino que es más bien la capacidad que tengo de decidir libremente, sin presiones, ante las diversas posibilidades que se me presentan. Es, según la filosofía existencialista, la actitud y condición humana por excelencia. Sören Kierkegaard dirá que el sujeto es pura decisión, puesto que aun cuando decido no decidir ya ahí estoy decidiendo.  
A lo anterior se une el factor volitivo; la capacidad de voluntad que tiene el hombre. En este sentido, si bien es cierto que la libertad juega un papel fundamental en la responsabilidad, también es cierto que en la voluntad del hombre está la capacidad, o no, de ejecutar determinada acción, responsable o irresponsable. De aquí que el hombre pueda decidir gracias a su estructura de libertad, pero siempre a través de la capacidad volitiva propia de él. Una persona responsable, pues, viene a ser aquella que haciendo uso justificado y apropiado de su libertad decide actuar (acá interviene la libertad) de determinada manera.
Teniendo presente la libertad y la voluntad como premisas fundamentales que nos conducen a la' responsabilidad y partiendo además de que el hombre es estructuralmente ético, tenemos que dar un segundo paso. Ese hombre ético no es un ente abstracto, antes bien, se mueve en unas coordenadas concretas; en nuestro caso, esas coordenadas son Venezuela; de aquí surge la pregunta, ¿cómo plantear una ética del venezolano? Esas coordenadas a las que hacemos referencia definen al venezolano, un hombre antropológicamente distinto al de otras latitudes, a un español, a un asiático, e incluso diverso a un colombiano, peruano o ecuatoriano, salvando las similitudes que nos unen y analogan como parte de la "patria grande".
Es tarea obligada acá bosquejar estas coordenadas y estos rasgos antropológicos. En primer lugar, el hombre venezolano se vive esencialmente en el presente; un presente que no anula el pasado ni el futuro, pero estos pasan a un segundo plano. Además este es un presente vivido en la festividad, en celebración de la vida. Este es un hombre que se manifiesta, además, a través de lo "mágico", de las creencias populares arraigadas en toda una historia y tradición. Todo esto lo vive el hombre venezolano desde la relación y la apertura al "Otro" y a la trascendencia. Este hombre, con todos sus defectos y limitaciones, se define y se vive desde la "relación", una afinidad que no es accidental, en términos aristotélicos, sino estructural. Esto se manifiesta en el encuentro con el vecino, con el compadre, con el compañero casual del por puesto.
Esto nos lleva a concluir que, en el fondo y en la superficie, el hombre venezolano no puede practicar una ética del egoísmo, del individuo, aunque después estas dimensiones pueden entrar. Esta "ética de la relación" y del encuentro con el otro no siempre es perfecta, no se trata de verla idílicamente. No hay que obviar que relación puede ser también odio, rencor, confrontación y no sólo amor, afecto, etc.
Esas coordenadas éticas que intentamos rastrear deben incluir también la realidad de pobreza, de exclusión, en fin, el proceso global vivido por el pueblo venezolano. Esto nos ubica en una realidad donde muchas cosas están por hacerse y donde hay que hacer un camino; en donde no se pueden seguir modelos preestablecidos, sino más bien sistematizar un horizonte epistemológico, que posibilite a su vez un horizonte ético "Otro". Esto nos lleva a una ética que debe ir haciendo camino, haciendo proceso. No puede ser por tanto una ética esencialista, deontológica ni trascendental, sino más bien inmanencial, concreta.

En conclusión, de acá emerge una ética de la relación que me abre al "Otro", a la "otredad", como estatuto hermenéutico y epistemológico. Por tanto, es esta una axiología inacabada, en proceso, perfectible, nunca hecha del todo, jamás universal, comprometida con el "ser", o más bien, con el "vivir" (se) venezolanos.

Nota: este texto se publicó el 14 de enero del año 2001 (pág. B-20), en el diario El Siglo de Maracay, en la columna dominical LA UPEL EN LA CIENCIA, que fue el resultado de una alianza estratégica entre el diario y la Sub dirección de Extensión de la UPEL – Maracay, y que tenía como finalidad el que los docentes – investigadores de la institución divulgaran los resultados de sus trabajos e investigaciones.


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