LA UPEL EN LA CIENCIA. Educación: ¿Pasión o Razón?

Educación: ¿Pasión o razón?



Rolando J. Núñez H.
rolandonunez70@hotmail.com


"Menos piadosas que las del corazón son las
mentiras de la diosa razón"
Joaquín Sabina


Existen, a lo mejor simplificando demasiado, dos tipos de docentes: Aquel que se dedica a "dar clases", sin cuestionarse demasiado acerca de lo que hace, de cómo lo hace y de para qué lo hace. El segundo tipo es aquel que continuamente se está revisando y volviendo sobre su práctica educativa concreta. Este segundo tipo de docente, en más de una ocasión, se habrá puesto a pensar acerca de si la educación es una cuestión estrictamente académica, racional y lógica, o si por el contrario es la afectividad la que conduce todo el proceso.

La disyuntiva es aquí clara: ¿Es la razón o es la pasión el motor de nuestro quehacer educativo? Pero ¿acaso no ha sido ésta la disyuntiva que ha consumido el tiempo de gran cantidad de autores que se han dedicado, no sólo a la pedagogía sino también a la literatura, a la filosofía, entre otras disciplinas? ¿No es acaso este el problema central del debate entre romanticismo y racionalismo, por allá por el sigo XVIII?
Para intentar responder a esta cuestión no podemos sino recurrir a la experiencia, a la vida. Renato comenzó en la docencia con un gran empuje; este joven maestro era todo creatividad e iniciativas. Un verdadero Odiseo frente a cualquier adversidad; el viejo hidalgo de la Mancha, que nos regaló Cervantes, se hubiese quedado pequeño frente a nuestro apreciado recién estrenado maestro. Realmente era Renato un ejemplo digno de admirar y hasta, por qué no, de imitar. Pero vino el desencanto (tan propio de tiempos postmodernos ... también en educación). Vino el desánimo ante las dificultades propias del quehacer docente (representantes difíciles, gracias a Dios no todos lo son; alumnos insufribles, felizmente también los hay buenos e incluso excelentes; interminables "rumas" de exámenes por corregir, aunque también corrigiendo aprendo, según la vieja máxima de San Agustín, entre otras). De esta forma, una vida que parecía por entera destinada a la vocación docente, pronto tomó otros rumbos; "quemó sus naves" y se largó.
Pero ¿a qué llamamos pasión? ¿A qué llamamos razón? La primera es una expresión emotiva intensa, incontrolada, que monopoliza el psiquismo del sujeto encauzándolo hacia una meta determinada, pero es efímera, fugaz como el cometa. La segunda, la razón, es definida por Kant como la facultad mental que trasciende las condiciones de toda experiencia, por lo tanto se supone que debe ser fría, equilibrada, imparcial. ¿Por cuál de las dos decidirse para que no nos ocurra lo de Renato? Respondo (toda respuesta es siempre incompleta) ni sólo razón, no sólo pasión. El término medio, según la máxima aristotélica, será ésta razón y pasión, pero trascendiendo a ambas; esto es, el maestro tiene necesariamente que ser apasionado y racional, pero no puede quedarse allí, tienen que ir a la vida, a su realidad real (no virtual) y concreta, que es mucho más compleja. Mucho más rica en experiencias, en vivencias. Así, como maestro y hombre, debo concluir, con Alejandro Moreno: "En educación como en todo, opto por la vida".


Nota: este texto se publicó el 23 de julio del año 2000, en el diario El Siglo de Maracay, en la columna dominical LA UPEL EN LA CIENCIA, que fue el resultado de una alianza estratégica entre el diario y la Sub dirección de Extensión de la UPEL – Maracay, y que tenía como finalidad el que los docentes – investigadores de la institución divulgaran los resultados de sus trabajos e investigaciones.



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