LA UPEL EN LA CIENCIA: Formar Docentes, Reto y Compromiso

Formar Docentes, Reto y Compromiso


Rolando J. Núñez H.


“Mi derecho a no documentarme,
termina donde comienza el derecho de mis alumnos a tener el mejor docente”
(José Rodríguez/Pedagogo español).


            El mundo contemporáneo se nos aparece huérfano de guías, algunos proclaman no necesitarlas. Las utopías, los sueños, los proyectos, han perdido adeptos. La época del "magister dixi", descansa en paz. Las voces autorizadas parecieran ser solamente un rumor, un eco lejano, una reminiscencia platónica y borrosa. ¿Qué rol juega entonces el docente en las postrimerías del siglo XX?

Hoy como ayer, en la alborada del año 2000, pareciera que el viejo principio socrático de que el maestro no es sino aquel que ayuda a parir el saber al discípulo, está más vigente que nunca. La necesidad de que el docente reactualice y revitalice su compromiso en esta era, que algunos filósofos han llamado postmoderna, pareciera cada vez más apremiante.
Pero, ¿de qué docente estamos hablando? ¿Qué rasgos deben definir a ese docente cuya labor debe discurrir por los caminos de Internet, de la globalización y de la relatividad axiológica?
Las ofertas del mercado parecen sugerir que el docente modelo debe hacerse de un equipaje que contenga mapas mentales, diagramas del cerebro triuno, mucha inteligencia emocional (con efecto Mozart incluido), un concentrado de constructivismo y un buen avituallamiento de ejes transversales. Nadie niega las bondades de estas herramientas y estrategias metodológicas, es más, si no estamos enterados y empapados de estas innovaciones somos piezas seguras de museo. La cuestión es que el ser docente, en la coyuntura actual, implica mucho más.
Por mucho tiempo el docente venezolano ha sido, sin saberlo, una pieza más de una maquinaria que devora inmisericordemente, y que no exige tampoco que te enteres de que estás siendo utilizado. Frente a las perspectivas que se le plantean a Venezuela en la actualidad (con todo, lo difusas que puedan" parecer) esa “función” reproductora y extensionista, que tradicionalmente se le asignó a nuestro maestro, debe hacer mutis por el foro. Pero, ¿qué cambios y renuncias implica esto?
Implica ante todo una opción ética, opción que se traduzca en convicción. Si no decido involucrar mi vida en el quehacer docente, entonces no seré un buen docente. Ser maestro va a exigir abordar y entender la vida toda como ese espacio que me da las vivencias, que luego debo retomar en el aula de clases. Este docente entonces debe olvidarse de la escuela artificial y planificada en el “mundo de las ideas", que nada tiene que ver con nuestro sentir, con nuestro vivir, en fin, con nuestra cultura.
Es obvio que un docente de esta estatura no se improvisa, ni se saca de un curso intensivo de ocho semanas. El docente del mañana es el estudiante universitario de hoy que se compromete con la investigación, con la lectura incansable, con la indagación de los problemas que nos va presentando la cotidianidad. Sólo aquel estudiante de nuestras casas de estudio que asuma como principio de vida que su rol es, no el de repetidor, no el de simple aprendiz de lo estrictamente necesario, no el de aquel que se conforma con sentarse a aburrirse y a quejarse de que su profesor es un pirata, sino que asume que su papel es el de explorar todo ese mundo intelectual y concreto que le toca vivir.

El docente universitario capacitado para esta labor es aquel que no se siente nunca lo suficientemente preparado, aquel que siempre busca saber algo más; aquel que se percibe a sí mismo como un intelectual, cuya sed de aprender no se sacia fácilmente. La vivencia de esta continua formación, de esa necesidad apremiante de ser siempre más, en lenguaje freireano, es la que nos permitirá convertir nuestras universidades en ámbitos de discusión, de producción de saberes y de canteras prósperas capaces de darle al país los docentes del nuevo milenio.
Así, para que nuestras universidades y pedagógicos respondan a las exigencias de la sociedad actual, pero más concretamente, a las necesidades del pueblo venezolano, se hace perentorio, el compromiso serio y auténtico, de docentes y estudiantes, de embarcarse en la producción de conocimiento, fruto del trabajo de búsqueda y cuestionamiento radical y constante.

Nota: este texto se publicó el 25 de junio del año 2000, en el diario El Siglo de Maracay, en la columna dominical LA UPEL EN LA CIENCIA, que fue el resultado de una alianza estratégica entre el diario y la Sub dirección de Extensión de la UPEL – Maracay, y que tenía como finalidad el que los docentes – investigadores de la institución divulgaran los resultados de sus trabajos e investigaciones.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Mi Padre El Inmigrante, Un Poema a la Vida, a la Existencia

¿Cómo escribir ensayos?

Pensamiento Filosófico y Pedagógico: David Hume