El Pasillo de mi existencia
Transitar la Dicha o el Absurdo
Rolando J. Núñez H.
"¿Qué guerra es esta que combatimos, seguros de nuestra derrota? Aurora tras aurora, extenuados ya de todas las batallas que aún están por venir, nos acompaña el espanto del día a día, ese pasillo sin fin que, en las horas postreras, será nuestro destino por haberlo recorrido tantas veces. Sí, Ángel mío, así es el día a día: tedioso, vacío y anegado en desdicha. Las calles del infierno no le son en nada ajenas; uno acaba allí un buen día por haber permanecido en ese pasillo demasiado tiempo. De un pasillo a las calles: entonces acontece la caída, sin sacudidas ni sorpresas. Cada día, volvemos a experimentar la tristeza del pasillo y, paso tras paso, seguimos el camino de nuestra lúgubre condena
Entonces, una camelia"
(Muriel Barbery/La Elegancia del Erizo, p. 332).
"¿Qué guerra es esta que combatimos, seguros de nuestra derrota? Aurora tras aurora, extenuados ya de todas las batallas que aún están por venir, nos acompaña el espanto del día a día, ese pasillo sin fin que, en las horas postreras, será nuestro destino por haberlo recorrido tantas veces. Sí, Ángel mío, así es el día a día: tedioso, vacío y anegado en desdicha. Las calles del infierno no le son en nada ajenas; uno acaba allí un buen día por haber permanecido en ese pasillo demasiado tiempo. De un pasillo a las calles: entonces acontece la caída, sin sacudidas ni sorpresas. Cada día, volvemos a experimentar la tristeza del pasillo y, paso tras paso, seguimos el camino de nuestra lúgubre condena
Entonces, una camelia"
(Muriel Barbery/La Elegancia del Erizo, p. 332).
Hasta cuando Camus escribe El Mito de Sísifo, ese mito es visto como una metáfora de lo absurda que puede llegar a ser la vida. Sin embargo, el mandarín francés cambia la perspectiva (Ortega y Gasset dixit), reescribe el texto. Camus quiere que Sísifo vaya a ser símbolo del héroe cotidiano, imagen de ese coloso del día a día que a cada minuto se gana los galones de quien lidia con su realidad y encima es feliz, se siente dichoso.
Es verdad que muchos eventos domésticos o finitos nos arrinconan de tal manera que a veces cuesta verle lo dulce a la existencia diaria pero, es ahí, en esa encrucijada existencial, en donde cada uno tiene la posibilidad de definir que tan feliz o infeliz quiere, y puede, ser. Si me amargo, esa cuesta de Sísifo, con piedra incluida, será muy escabrosa, altamente desagradable; en cambio, si me lo tomo con soda, si digiero los acontecimientos con calma estoica, entonces voy a darme la oportunidad de vivir esa rutina, de pasar por ese pasillo de todos los días, viendo, sintiendo y asimilando las cosas con más dicha, con más gozo, y con mayores posibilidades de aprender, de crecer y, de paso, de madurar.
Entonces, aquellas cosas que en principio me pudieran parecer absurdas (para el siglo XX de Camus la guerra, los totalitarismos, de izquierda y de derecha, la enfermedad y el mal moral. Para nosotros la peste" de gobiernos demagógicos, corruptos y dictatoriales; la plaga de los que se arrodillan, de los que ven para otro lado) pueden ser confrontadas desde la "rebeldía" de ese Sísifo que no se somete, que no se deja reducir por la realidad, por el estado de cosas que tiende a anularlos.
El rebelde no se desdibuja, hace un frente común frente al desánimo generalizado, ante la indiferencia. Ese frente común no deja de pensar, de esperar, de soñar y de actuar. El Sísifo rebelde recorre el mismo pasillo alegre, optimista, ilusionado pero con los pies sobre la tierra, o sobre el piso. He ahí la diferencia: "Me rebelo, luego existimos" dice Camus.; y entonces el pasillo se colorea, se llena de luz y de sentido y me invita a caminarlo otra vez...., y entonces la Camelia, que es renacer, es belleza en estado puro, belleza del alma, de la mirada...
Y, entonces, estamos aquí, con un Sísifo dentro del pecho. Condenado y desdichado. Observamos el pasillo que hemos de transitar todos los días, y a pesar de ser todos los días, encontramos la forma de hacer a nuestro Sísifo dichoso. Un poco más un día siguiente. Un poco menos un día después. Un olvido momentáneo, para poder seguir caminando. Y, entonces, la camelia.
ResponderBorrarExcelente post!
Cierto, cada uno llevamos ese Sísifo latente, a veces eufórico, a ratos melancólico... Gracias por tu comentario, Surimar.
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