Lectura Crítica de la Televisión: Los Simpson
Los Simpson: ¿Dibujos
Animados o Crítica Socioeducativa?
Rolando J. Núñez
H.
@Sisifodichoso
Un
docente decía, días atrás, que él no permitía en su aula de clases imágenes de
Los Simpson porque ese es un comic para adultos. Eso obviamente nos hizo
pensar, casi automáticamente, en una tira cómica erótica o pornográfica (que al
decir de algunos autores, como el semiólogo Umberto Eco por ejemplo, son cosas
distintas). Pero resulta que cuando hacemos memoria de la tira cómica en
cuestión no logramos recordar ninguna escena explícitamente escandalosa o
libidinosa. ¿Y si es para adultos, por qué la gran mayoría de los padres que se
preocupan, o dicen preocuparse, por sus hijos la rechazan?, ¿y por qué además
hay otro grupo, no menos numeroso, que no la entiende?; y en el caso de que
realmente tuviese contenidos tan escabrosos, ¿se resuelve el problema escondiéndolo?
¿Por qué está serie ha generado tantos y tan encendidos debates? ¿Es para
adultos o es para niños? ¿Por qué si su contenido es tan pernicioso ha tenido
entonces tanto éxito? ¿Y por qué, si es tan malo este seriado, Bart fue
colocado, por la revista Times, al lado de Picasso, Frank Sinatra y James Joyce,
como algunos de los personajes de la televisión, el arte, la literatura y la
música que más impacto tuvieron en el siglo XX?
Definitivamente, Los Simpson no es un programa para ser cabalmente comprendido por mentes
simplistas; lo cual no quiere decir que estemos ubicando como tales la
capacidad intelectual de los más pequeños, puesto que la experiencia nos dice
que hay niños muchos más agudos y perspicaces que más de un adulto. Lo que
estamos afirmando es que quien no es capaz de sentarse a ver un episodio de
esta controvertida serie armado con cierta visión crítica y con un poco de
cultura general en su haber, seguramente saldrá diciendo que eso es otra de las
porquerías que nutren la llamada “telebasura”.
Resulta
ser que a lo largo de los catorce años de vida que tiene la serie, , quienes
han seguido sus avatares, han tenido la oportunidad de apreciar referencias, en
los diversos capítulos, a realidades tan dispares como la política, la música
(Jazz, Rock, Pop, clásica, etc), el cine, la literatura (Latinoamericana y
Norteamericana), la filosofía, entre otras. Personajes pertenecientes a todos
esos ámbitos, o sus obras, han hecho acto de presencia en las disparatadas y
divertidas (aunque no por ello necesariamente banales) aventuras en las que se
han visto involucrados los integrantes de esta peculiar familia amarilla de
ojos saltones. Es pues una experiencia realmente interesante, desde el punto de
vista humano e intelectual, observar con detenimiento cada uno de los capítulos
de la serie.
Evidentemente
no todo es Olimpo y Paraíso Terrenal en esta producción de Matt Groenning; el
escritor también plasma en su serie lo prosaico y cotidiano de una pequeña y
apócrifa ciudad de Estados Unidos. Ahí vamos a encontrar la rutina, y a veces
el sinsentido, de una clase media norteamericana que se hunde fatalmente en
aquello que decía Andy Warhol de que “comprar es más estadounidense que
pensar”. Precisamente el valor del programa reside en que pone en el banquillo
todo un estilo de vida y una concepción del mundo que es considerada como el
ideal de sociedad al que todos debemos emular. Mayor valor adquiere la serie
cuando no solo destaca los males de una sociedad sino además aquellos aspectos
humanos que, como ya decía Albert Camus, le dan sentido a la vida, tales como
la comunicación, la solidaridad, el apoyo en situaciones límites, etc.
La
radiografía que este seriado hace pasa por unos personajes que bien pueden ser
iconos de una sociedad en decadencia o expresión del doctor Jeckill y Mr. Hyde
que todos llevamos por dentro, es decir, de lo mejor y lo peor de todo hombre o
mujer contemporáneo. Así, Homero es un padre de familia inmaduro y egoísta que
solo se preocupa por comer y ver televisión; Marge es una madre sacrificada que
no tiene ningún apoyo en su marido; Bart es el fracaso escolar humanizado y un
delincuente en ciernes; Lisa, por su parte, hace gala de una inteligencia
precoz que ordinariamente usa para causas justas y que además adora el jazz;
después está Maggie cuya característica más destacada es vivir pegada a su
chupón. Otro personaje que llama la atención de esta “disfuncional” familia es
el abuelo, pues este refleja lo utilitarista que puede llegar a ser la sociedad
moderna que arruma y desecha a la gente cuando ya no es útil y productiva; este
es un drama que cada vez se ve con más frecuencia entre nosotros, a pesar de que
tradicionalmente, los ancianos eran sumamente apreciados, cuidados y valorados
como fuente de sabiduría y experiencia. Después,
hay en Los Simpson toda una fauna humana de seres comunes y corrientes que
vienen a escenificar lo humano y lo divino, lo mejor y lo peor, todo desde una
visión muy irónica, de cualquier urbe de la hoy llamada aldea global.
Todas
estas manifestaciones y aristas en el plano de lo social, que Los Simpson
proyectan, tienen su anclaje en la cuestión educativa de nuestro tiempo. Groenning,
el genio creador de la serie, frente a las reiteradas críticas de ciertos
sectores conservadores ha dicho: “Si no quieres tener un hijo como Bart, no
seas un padre como Homero”. Y es que el problema educativo aquí no se limita a
la escuela, sino que involucra a los padres, a la comunidad, y en general a
todos los adultos que tienen contacto con los muchachos. Esto, evidentemente,
no libra de su responsabilidad a la educación formal, que en el programa en
cuestión está bastante bien representada, pues si nos fijamos, hasta en ese
detalle ha probado Groenning su buen tino; si no reparemos en el nombre del
director de la escuela: Skinner, ese es precisamente el nombre del padre de la
psicología conductista aplicada a la educación en todo el sistema escolar
norteamericano, desde la primera mitad del siglo XX. Esa misma filosofía de la
educación fue ampliamente adoptada en Venezuela a partir de los años setenta y
bien pudiésemos afirmar que aún hoy goza de buena salud, dada la naturaleza de
nuestra realidad educativa venezolana actual. El director Skinner, en la serie,
hace gala de la más pura tecnología educativa, aunque en más de una ocasión
también se revela como un corrupto administrador del recinto escolar. Lo cierto
del caso es que tanto el sistema escolar como el rol educador de la sociedad, y
la familia, se nos aparecen como inoperantes y poco significativos en la labor
que se supone deberían ejercer; entre otras cosas porque más de una vez evaden
temas fundamentales que no están contemplados en los programas de estudio, pero
sí en la vida diaria de los niños y adolescentes.
Es
claro que esto nos hace retornar la preocupación inicial de estas líneas.
Frente a programas como Los Simpson los padres y maestros optan por apagar el
televisor o despotricar de sus contenidos; nada mejor hace el Papá Estado –
docente, que apela a una Ley de Contenidos inquisidora y políticamente sesgada.
Esta salida evasiva es también asumida, muchísimas veces, por un gran número de
padres, frente a temas como el sexo, el aborto, la homosexualidad, las drogas,
etc.; alguien, no se sabe quién ni cómo, hizo muy bien el trabajo de
convencernos de que los problemas se resuelven evadiéndolos u ocultándolos.
Mientras la familia, la llamada sociedad y la escuela, se mantengan en esta actitud,
muy poco hará la “educación” por nuestras generaciones de relevo.
Este texto apareció publicado el
sábado 30 de octubre de 2004 en el diario El Siglo, de Maracay, en la pág.
B-10, de la sección de opinión. Hoy la serie Los Simpson sigue apareciendo y
estrenando capítulos y la vigencia de sus pinceladas sobre política, educación,
arte y cultura siguen dando de que hablar, 28 años después de haber sido
creada. Los distintos filones reflexivos que ella ofrece darían para escribir
muchísimo más de lo que aquí se ha plasmado; este fue mi aporte hace catorce
años y sigo subscribiendo los planteamientos aquí expuestos.
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