Meta teoría y Educación: La Complejidad en Edgar Morín

La Complejidad en Morín
         Rolando J. Núñez H.
¿A qué llamamos "complejidad"? ¿De dónde viene la noción de lo "transcomplejo"? ¿Cómo afecta la "visión compleja" al asunto educativo? ¿Qué implicaciones tiene en lo meta teórico los planteamientos de Morín?
          Edgar Morín, nacido en París 1921; ha desarrollado a lo largo de su obra el concepto denominado “pensamiento complejo”.
          A grandes trazos, este se refiere a la necesidad de abordar las cosas, sean estas de la naturaleza que sean, desde una visión total, que intérprete y comprenda las partes con perspectiva unitaria, organizada, y nunca reduccionista. Se trata de ver el todo pero también las cualidades de las partes. Para el filósofo, la tendencia al reduccionismo que, a su juicio, propicia el modelo educativo imperante, “nos impide ver los problemas fundamentales y globales”. 
         Morín reclama pues, en lugar de especialistas, los buenos oficios de estudiosos del mundo. “Nunca hemos tenido tantas informaciones pero tan pocas soluciones”, sostiene.
         La complejidad de las cosas, las aparentes contradicciones entre distintas verdades, está siendo utilizada en lugar de como una oportunidad o reto, como una excusa. “Complejidad es una palabra cada vez más utilizada, pero se hace como un indicativo de la derrota de nuestra capacidad y no como un desafío”, plantea.
         El primer espacio que es necesario transformar para dotar de esa complejidad positiva es, por lo tanto, el educativo. “El actual –afirmó Morin– reparte los conocimientos por disciplinas, sin relacionarlos. Es un modelo que propicia un conocimiento lineal en lugar de circular”.
         Una vez que se alcance ese modo de pensar que respete y asuma la complejidad, llega, a juicio de Morín, el siguiente movimiento, que no es otro que aceptar y aplicar la “ética compleja”. Aceptarla en el sentido que una acción puede deparar un resultado distinto al pretendido.
           “El comunismo dio como resultado un crecimiento del capitalismo y de la religión. Dos cosas que, seguro, no pretendió. Por ello, debemos ver la ética con esta complejidad, con esa posibilidad de contradicción”.
          No obstante, para Morín, las cosas irán mucho mejor si a las acciones se les dota de dos fuentes éticas fundamentales: la solidaridad y la responsabilidad.


          El tercer paso, tras modificar pensamiento y ética, debe ser cambiar la manera de hacer política. Para ello es necesario introducir en ella la complejidad, o dicho de otra manera, lograr que nuestros políticos actúen aplicando pensamiento y ética compleja. Se trata de que sus decisiones las pasen por un doble filtro: la crítica de la utopía y la crítica del realismo. La primera, la de la utopía, consiste, según describió Morín, en no dejarse cegar por la búsqueda de la perfección, de la armonía absoluta, “algo imposible de alcanzar”, pero a la vez jamás renunciar a lograr un mundo mejor. En cuanto a la crítica del realismo, Morín la argumenta en la necesaria huída de cualquier actitud inmovilista y no aceptar pretextos como el “no estar preparados para empezar lo inesperado”.

          Para finalizar, Morín dejó a un lado su discurso teórico y se centró en el  momento de crisis económica mundial, “una situación que puede parecer que conduce a la catástrofe, al aumento del capitalismo y de la miseria, pero que también nos concede una oportunidad: una confederación de los humanos para salir a una nueva época. Es una posibilidad positiva muy improbable, mientras que las negativas son muy probables. Pero hemos de pensar –continúa el pensador su reflexión– que la historia humana nos habla de situaciones improbables que se hicieron realidad.
Referencias
Morín, E (2000). Los siete saberes necesarios a la educación del futuro. Caracas: Faces/UCV.


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