Pensamiento Filosófico y Pedagógico: ARISTÓTELES: ¿MAESTRO, SABIO O FILÓSOFO?
ARISTÓTELES:
¿MAESTRO, SABIO O FILÓSOFO?
Rolando J. Núñez H.
rolandonunez70@hotmail.com
@Sisifodichoso
¿Quién
fue Aristóteles?
Amicus
Plato, sed magis amica veritas (Aristóteles).
Evidentemente, lo anterior debe ir
de la mano con ese otro gran tema que hoy día llamamos “diálogo”; la
pertenencia a un ethos, a un mundo-de-vida determinado no anula para nada la
posibilidad de encontrarme con la cultura y con el “ser”, el “hacer” y el
“vivir” de los otros. Volver a Aristóteles es volver a sus altos y a sus bajos,
a sus luces y sombras, habida cuenta de que el quehacer filosófico implica ante
todo un replantearse radicalmente el pasado y el presente. Así, Aristóteles
tiene mucho que enseñarnos y tiene mucho también que para nosotros nada tiene
que decir. Este ensayo quiere bucear en esas aguas, esperamos no ahogarnos en
ellas.
Fue hijo de médico, y por lo que
conocemos, de él heredó una gran capacidad de observación. Sabemos que esto
dotó al pensamiento y a la obra del Filósofo un carácter bastante científico.
Es también harto conocido que pasó unos 20 años en la academia platónica
bebiendo de las aguas del idealismo pero también en contacto con el saber de la
época y con sus cultores; se dice con cierta frecuencia que luego diría: “soy
amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad” Se suma así al trabajo del maestro de
Alejandro Magno la otra dimensión que lo hace ser considerado un monstruo del
pensamiento occidental: el aspecto filosófico. Aristóteles será así un
personaje que nos ofrezca un conocimiento sobre lo físico y sobre lo metafísico.
El filósofo de filósofos perteneció
a la aristocracia, ni más ni menos. Vale decir, aunque parezca redundante y
pleonástico, que no fue, por tanto, ni de la clase baja, ni artesanal, ni
esclavo, mucho menos burgués, clase social que por lo demás aparecerá muchos
siglos después, en el seno de la Edad Media para algunos, y en el nacimiento de
la modernidad para otros.
Como buen aristócrata no era el aspecto
económico lo que primaba en su vida, sin dejar de ser esto importante; el valor
central que primaba en su vida era la tradición, el legado, la pertenencia a
una clase que había heredado la
nobleza y abolengo de los grandes
héroes, de los fundadores de la cultura; unos héroes y padres que estaban
vinculados incluso, en la concepción de mundo del hombre griego antiguo, a los
dioses; así, por las venas de la aristocracia corría sangre de dioses. Este es
un aspecto que luego será retomado por pueblos como el romano, las grandes
monarquías modernas e incluso por la construcción simbólica que en algún
momento tratan de forjar, y forzar, gobernantes contemporáneos de la talla de
Mussolini (con el Imperio romano), Franco (con la religión), Fidel Castro (con
la santería), Hugo Chávez (con Bolívar y toda la liturgia bolivariana), entre
otros. El matiz pudiese estar en que en la concepción de mundo de Aristóteles
esto es así y no puede ser de otra manera, mientras que en la praxis política e
ideológica de estos personajes contemporáneos arriba mencionados percibimos más
bien un fin manipulador y justificador de su permanencia en el poder.
De manera que el hecho de pertenecer
a la clase aristocrática le aseguraba al discípulo más destacado de Platón una
impecable formación intelectual; no hay que olvidar que sólo los aristócratas,
y por tanto “los libres”, tenían tradicionalmente derecho y acceso a la
educación, de ahí la inquina que desde Sócrates, van a manifestar todos los
grandes filósofos atenienses contra los sofistas, quienes pretendían romper con
esa práctica cultural griega.
Su ya citado maestro, Platón, lo llama “el
lector” y llega a decir de él que así como con algunos de sus discípulos
necesitaba una espuela para avivar su espíritu con Aristóteles necesitaba un
freno, pues era una especie de potrillo que necesitaba ser domado. Su padre, Nicómaco,
muere siendo Aristóteles aún niño por lo que se encargó de él Proxeno, tutor al
que le guardaría siempre una gran gratitud. Aristóteles será discípulo de
Platón durante 20 años (del 367 al 347 a de Cristo); a la muerte de éste
Aristóteles viaja por Assos y Atarneo, para después casarse con Pitias, una
joven sobrina del príncipe Hermias, que fue martirizado por los persas y a
quien Aristóteles le dedica un poema, poema que después pretendió ser usado por
sus enemigos en Atenas para hacer lo mismo que habían hecho con Sócrates:
acusarlo de impiedad por inmortalizar a un hombre en su pieza literaria.
Luego,
por un periodo de ocho años Aristóteles residirá en Pela, donde fungirá como
maestro de Alejandro, y de los jóvenes más cercanos a este último que
posteriormente serían sus grandes generales y sus hombres de confianza, por encargo de su padre, rey de Macedonia, Filipo, quien le tenía gran
estima e incluso admiración.
A
Alejandro le enseñaría muchas cosas, de
modo especial a ser, no filósofo, sino rey, y especialmente le enseñó que un
buen maestro no es el lo sabe todo sino el que da respuestas honestas. También
le iba a enseñar a pensar y actuar como griego, según la propia indicación de
Filipo.
Muerto
Filipo y nombrado Alejandro rey de Macedonia Aristóteles regresa a Atenas y
funda su Liceo y consolida la Escuela Peripatética. Allí continúa su labor
pedagógica hasta cuando tiene que huir para que, por motivos políticos, no se
cometiera un segundo “crimen contra la filosofía”. Su último destino será
Calcis, en la isla de Eubea, la tierra de su madre, donde morirá en el 322 a.
de C; había nacido en el 384.
Los
estudiosos y biógrafos de Aristóteles han llegado a pensar que la obra de este
filósofo es inconmensurable. Su producción se pierde de vista y a veces podemos
llegar a creer que se le atribuyen aportes que quizá no fueron suyos en el
sentido estricto de la palabra. Es bien sabido que en su trabajo intelectual
nunca estuvo solo; siempre le acompañó un grupo de discípulos y asistentes que
destacaban en lo científico, en lo literario, en lo político, etc. Su sobrino,
por ejemplo, Calístenes, ejecutado, al parecer injustamente por Alejandro, se
dedicó a la historia y era el cronista oficial del gran ejército que llegó
hasta los confines del mundo conocido en la época. De modo que este fenómeno,
que no es exclusivo de Aristóteles, de que los hallazgos y aportes los
discípulos se le atribuyesen al maestro, enturbia un poco la imagen precisa que
de su producción podamos tener. Por otra parte, no es raro encontrar en
manuales y textos de las más diversas disciplinas.
Tal
vez es el calificativo de “gran compilador” el que más nos puede acercar a una
semblanza de Aristóteles; en este sentido no podemos dejar de lado que es él
uno de los que mejor nos presenta, dentro de lo que cabe, a los primeros
filósofos griegos. Sabemos ya que son escasos los textos originales que de
estos primeros pensadores tenemos: fragmentos de Heráclito, de Parménides y de
Empédocles. El resto son referencias, comentarios y citas que conseguimos en
autores como Aristóteles; es él pues el que nos presenta, en buena medida, los
primeros intentos del hombre griego por hacer filosofía, así, a los
presocráticos los conocemos como naturalistas, como fisiólogos y como
“filósofos ingenuos” gracias a las lecciones y reseñas de autores como
Aristóteles; precisamente será éste último quien los califique de “ingenuos”
por pretender conseguir el origen del cosmos en elementos físicos; será
Aristóteles también quien en un momento dado ironizará con respecto a la
afirmación de Pitágoras en cuanto a que la tierra sería una esfera; frente a
esta afirmación el gran maestro nacido en Estagira no haría sino reírse. Como
podemos apreciar El Filósofo no tenía todas las respuestas consigo, era hijo de
su época, del conocimiento que hasta ese momento se tenía del mundo, y no era,
por tanto, inmune a los desaciertos.
Esto
último no opaca, no obstante, un rasgo que podemos conseguir a lo largo de toda
su trayectoria vital e intelectual: Aristóteles no se quedó en una sola área del
conocimiento; no se conformó con saber acerca de una sola cosa; su práctica
incluyó aspectos y ámbitos del saber
tales como: la física, la metafísica, la lógica (de la cual es considerado
creador), biología, psicología, retórica, poética, ética y política (dentro de
la política, esta la reflexión sobre lo educativo y lo pedagógico) . Hoy día,
como se ha señalado ya, se le atribuyen además intuiciones que están en el
origen de muchas disciplinas modernas. Es importante tener presente para
comprender esto que sus aportes para el mundo contemporáneo rebasan los a veces
limitados esquemas científicos que hoy
día manejamos; es el caso de lo que para muchos es hoy el término “ciencia”,
para Aristóteles ciencia no fue sólo el estudio positivista del mundo; ese era,
en todo caso, un primer paso, pero no se quedaba ahí, la ciencia (episteme para
los griegos) abarcaba todos los ámbitos de la vida; de ahí que coincidamos con
Serrano, J (1995) cuando afirma en su obra Filosofía
actual: en perspectiva latinoamericana que “Hoy no entendemos por ciencia
lo mismo que Aristóteles entendía” (p. 112). De modo que el inmenso
conocimiento que acumuló este hombre que vivió hace unos 23 siglos sigue hoy
día presente en nuestras vidas, aunque obviamente modificado, re-leído, perfeccionado
y re-interpretado.
El
conjunto de sus obras, mejor conocido como Corpus
Aristotelicum, nos da cuenta de la transdisciplinariedad (nada nuevo bajo
el sol, por tanto, si tenemos presente el tema en la actualidad de la trama de
las distintas disciplinas, pues como vemos ya Aristóteles entendió el
conocimiento de esta manera) que caracterizó la producción intelectual
aristotélica. Este “cuerpo” se compone de: a) Lógica u Órganon
Aristotelicum, compuesto por seis libros; b) Filosofía primera o Metafísica,
constituido por 14 libros; c) Física,
cuatro libros; d) Biología, 2
libros; e) Ética (A Eudemo, siete libros, A Nicómaco, diez libros y Magna Moralia, dos libros); f) Política y g) Arte (Retórica, tres
libros. Poética, 2 libros y Poesías).
Cuando
Ortega y Gasset afirma que, contemporáneamente, el “especialista” no es sino un
bárbaro, por cuanto sólo se dedica a saber de una sola cosa y es un perfecto
ignorante en el resto de los saberes no podemos más que volver a Aristóteles,
por cuanto éste dedicó su vida al estudio, a la investigación, a la reflexión y
a pensar sobre sus implicaciones, pero no se quedó en una sola faceta de la
realidad: las analizó todas, las tejió y destejió para luego concluir que la
realidad es una gran trama, nunca un hecho aislado, jamás un dato, sino que más
bien siempre se “está dando”, está aconteciendo; sólo si se entiende a este
autor desde esta perspectiva se podrá tener una cierta comprensión de un
hombre, un pensador, un griego que vivió hace ya más de 20 siglos pero que
todavía permanece en el quehacer intelectual de occidente.
¿En
qué mundo vivió Aristóteles?
El
fuego arde igual en la Hélade que en Persia;
pero
las ideas de los hombres
sobre
el bien y el mal varían de un lugar a otro. (Aristóteles).
Hoy más que nunca es claro para nosotros,
transeúntes del siglo XXI, que la filosofía es la época puesta en pensamiento,
por ello no podemos dejar de estar de acuerdo con Wittgenstein cuando afirma
que “el pensador tiene que salirse de la sociedad para volver a ella”. Así
mismo el investigador venezolano Mariano Herrera afirma en el prólogo de la
obra Televisión y pensamiento crítico (2007),
de Luis Alfonso Hernández, que: “Escribir es siempre dar testimonio del tiempo
o de la época en la cual nos toca vivir” (p. 5).
El
estudio y abordaje de un pensador puede ser múltiple; este, en particular,
quiere apostar por la comprensión del personaje estudiado desde su contexto,
desde su topos cultural, desde su Ethos vital. No es de gratis, a nuestro
parecer, que haya sido precisamente Aristóteles quien concluyera que “la
filosofía es política”; política en cuanto que el pensamiento filosófico no se
gesta en el vacío, en lo etéreo, sino por el contrario, en la polis, es decir, en la ciudad, no en la
ciudad en abstracto, sino en la ciudad que es cultura, que es mundo-de-vida, es
decir, realidad concreta y vivida y vívida. Por eso queremos pasearnos, brevemente,
por la polis concreta que le tocó a Aristóteles.
Sabemos
que la cultura griega floreció en las costas del Mediterráneo; la economía y el
intercambio comercial nutrió su proceso como pueblo; de pueblo disperso y
tribal llegó a ser un gran imperio que dominó los mares y fundó un sinnúmero de
colonias en regiones como Asía Menor (donde asumimos que nació su filosofía) y
lo que en su momento se llamó La Magna Grecia (hoy día la bota itálica). Grecia fue un conglomerado de ciudades –
estados que, por la configuración geográfica, nunca llegó a ser un solo bloque
geopolítico total. Cada ciudad tenía su propio gobierno y se aliaba o
confederaba con otras ciudades griegas de acuerdo a la necesidad bélica, política
o económica del momento; el aliado de hoy podía ser el enemigo de mañana.
Ciertamente
Aristóteles no nació en Atenas, nació más bien en Estagira, pero la primera va
a ser el epicentro de su actividad intelectual; a ella volverá siempre para
desarrollar una parte central de su obra. De manera que lo que acontezca en
Atenas tendrá gran incidencia en las idas y venidas de nuestro autor. Al nacer
Aristóteles (en el 384 a. C.) ya se habían dado algunos hechos que habían
infligido duros golpes a Atenas desde el punto de vista político, militar,
intelectual e incluso moral. Así, la Guerra del Peloponeso, entre Esparta y
Atenas, iniciada en el 431 a. C., había sido cruenta para terminar con la
derrota de Atenas y la imposición de un gobierno títere por parte de la
vencedora Esparta. En Atenas declina la agricultura, la artesanía y el
comercio; se incrementan las pugnas políticas entre las distintas clases
sociales aunque nunca se llega a establecer un régimen de partidos propiamente
dicho. Las discordias y los intereses personales son normales a cada paso. Se
generan conflictos entre amos y esclavos, entre oligarcas y clases bajas.
Así, la llamada democracia griega en el siglo
IV sufre fuertes embates hasta el punto de colocarse a un paso de convertirse
en demagogia, puesto que los magistrados, por citar un ejemplo, son
frecuentemente sospechosos y acusados de de traición y fraude; prácticamente
todos los jefes militares de la época fueron procesados y condenados por
diversos tipos de delito. Todo esto fue una gran humillación para la patria de
Pericles. En este mismo ambiente se da el juicio y ejecución a Sócrates (en el
399 a de C.); otro golpe bajo para los atenienses por cuanto este hecho fue el
resultado de las confabulaciones políticas de los enemigos de Pericles que
recayeron en sus seguidores o partidarios, entre los cuales se contaba el mismo
Sócrates.
Pudiésemos
decir, a riesgo de parecer simplistas en el análisis, que Atenas vivió tres
momentos, que denominaremos epifanía, auge y ocaso; de alguna manera toda
Grecia asiste, en mayor o menor medida, a este escenario. Nos interesa destacar
que se suele hablar del siglo V a. C. como el “Siglo de Oro” o el “Siglo de
Pericles” por cuanto fue ese el momento de mayor esplendor cultural y político
de Atenas, y con ella de Grecia. Coincide, en lo filosófico, con la figura
señera de Sócrates paseándose por las calles de la cuidad para enseñar
filosofía y poner en evidencia tanto al ignorante como al sofista. Los hechos
puntuales señalados arriba marcaran el inicio del fin para esta ciudad –
estado.
Aunque
el triunfo sobre Atenas le dio a Esparta un predominio momentáneo sobre la
región del Peloponeso, pronto aparecerá Tebas que se alzará contra Esparta con
voraces pretensiones imperialistas pero sin ningún programa político, un signo
más de la decadencia histórica del momento. Así, en el año 362 a de C. Tebas
vence en Martinea a Esparta; intervendrán prácticamente todas las ciudades –
estados griegas, unas a favor de Esparta y otra del lado tebano. Para este
momento, Grecia, como un todo, sufre el desgaste y el agotamiento de años y
años de luchas y enfrentamientos; estas guerras intestinas llevan a las
diversas ciudades a total imposibilidad de imponerse sobre las demás o sobre
cualquier enemigo foráneo. Ante este estado de cosas todos anhelan una paz
total, única esperanza en el oscuro horizonte; esta amnistía tarda unos 20 años
en llegar con la batalla de Queronea (338 a. C.), que es precisamente cuando el
rey Filipo II, y su hijo/general Alejandro El Grande, se imponen como
triunfadores.
A
Aristóteles le toca vivir esta hora oscura de la que se considera la cuna de la
civilización occidental. Los grandes valores de la aristocracia griega entran
en declive; esa “verdad griega” tan defendida por Sócrates y tan vilipendiada
por los Sofistas hace aguas y aparecen otras formas de ver, y sobretodo vivir,
que cuestionan la manera como el hombre griego concibe el mundo. Aristóteles,
en su pensamiento filosófico, tratará de rescatar ese mundo y esa cosmovisión
que va al despeñadero.
Su
reflexión se debate entre lo que él llama la naturaleza humana (que en realidad
es la manera griega, o más concretamente ateniense) y el advenimiento de nuevas
culturas, visiones y enfoques, muy vinculados todos ellos a eso que se ha dado
en llamar período helenístico, también conocido como alejandrino, en donde lo
griego necesariamente tiene que mezclarse, fundirse y adaptarse al resto de las
culturas.
Aunque suene paradójico Aristóteles fue el
maestro del hombre que antes de cumplir los 33 años renovaría y reeditaría la
cultura griega; de un pensamiento conservador como el de Aristóteles surgiría
una obra (militar, política y cultural) transformadora. Aristóteles tendrá que
asistir a todos estos cambios puesto que su muerte es posterior a la de su
discípulo Alejandro Magno.
La
Grecia de Aristóteles es pues un mundo en donde se distinguen distintas
naturalezas humanas: la del aristócrata no será la misma que la del esclavo e
incluso no será la misma que la de la mujer. De ahí que no todos puedan hacer
filosofía, sólo unos cuantos tendrán ese privilegio.
La sociedad griega tendrá como piedra angular
la familia, pero no cualquier tipo de familia, esta será una familia en donde
el padre es una pieza fundamental; es “impensable” la familia en Grecia sin el
padre; es impensable y es invivible. A partir de allí se organizará la ciudad,
la polis. Ésta será una polis donde las “relaciones” serán jerárquicamente
organizadas y cada miembro de esa sociedad estará “ordenado” a esa organización
jerárquica aristocrática. Dirá Aristóteles en La política: “Y por naturaleza uno manda y otro obedece (…). Quien
con la inteligencia es capaz de prever está naturalmente destinado a ser amo, y
quien tenga fuerza corporal para realizar lo planeado por aquél es, por
naturaleza, esclavo; por eso hay un interés mutuo entre amo y esclavo” (p. 37).
Si
nos fijamos bien esto está en la estructura misma del pensamiento filosófico
aristotélico, está a la base de su lógica y de su manera de hacer ciencia.
Estamos ya, no en el gobierno de los iguales, sino en el Imperio de Alejandro.
Como sabemos la estructura imperial es piramidal, con funciones y órdenes
perfectamente establecidos. El que este orden no se mantenga una vez muerto
Alejandro no significa que no se percibiese el mundo de esta manera.
Es
precisamente Aristóteles pues quien eleva a nivel de metafísica problemas y
temas que en principio tiene un origen y una naturaleza cultural, histórica. De
ahí que quien decide hacer filosofía tiene que preguntarse por su concretez,
por su situación y por su mundo – de – vida, que ciertamente no es el de
Aristóteles, no es el Descartes ni es de Marx. Estos autores, evidentemente que
nos ayudan a arrancar, a dar los primeros pasos, pero luego de lo que se trata
es de hacer nuestro propio camino.
De esto se da cuenta el mismo René Descartes cuando afirmaba que: “No
llegaremos a ser filósofos aunque hayamos leído todos los razonamientos de
Platón y Aristóteles, sino podemos dar un juicio firme acerca de las cuestiones
propuestas, pues en ese caso pareciera que hemos aprendido, no ciencia, sino
historia”.
Aproximación
a la filosofía de Aristóteles.
“Todos
los hombres tienen naturalmente el deseo de saber”.
(Aristóteles).
Para
Aristóteles el hombre siempre quiere saber más; esa es su condición natural;
está en su naturaleza, así como está en su naturaleza el comer, dormir o ir al
baño. Evidentemente, para él, hay distintos niveles de saber. Un hombre libre
buscará saber cosas distintas a las que anhelará un artesano, un esclavo o un
bárbaro. Ahora, ¿a qué tipo de saber se refiere? ¿De qué saberes se ocupa
Aristóteles? ¿Sólo del filosófico? ¿Únicamente del científico? Veamos.
Como hemos señalado, Aristóteles es
quizá el más grande “comentador” de la filosofía presocrática; pero El
Estagirita no vuelve a los “filósofos ingenuos” (como él los califica) por puro
placer; retorna a estos para re-plantear los problemas filosóficos, y
científicos, que estos habían pergeñado, trata de responder preguntas que en el
amanecer de la filosofía jonia habían quedado en ascuas, un poco a la deriva.
Los así llamados presocráticos habían tratado de responder, cada uno a su modo,
una gran pregunta: “¿Cuál es el origen del cosmos?”, en griego el “arjé”. Esa
sola pregunta implicará ríos y ríos de tinta en la historia del pensamiento
occidental. Aristóteles le reconocerá a sus predecesores el que partan de la
observación, sabemos que es él precisamente el que sostiene que nada hay en el
intelecto que antes no haya pasado por los sentidos. Lo que le reclama el
fundador del Liceo a los naturalistas es que se queden en lo físico, que no
abstraigan. El origen pues no puede estar en elementos materiales, es
precisamente acá donde Aristóteles genera una noción que hasta nuestros días
conserva vigencia, ésta no es más que la noción de la “filosofía primera”, de
la “metafísica” (Anécdotas y Andrónico de Rodas aparte).
Es
muy común oír a la gente (nuestros buenos alumnos entre ellos) definir “mesa”,
por ejemplo, diciendo que es un objeto que tiene cuatro patas y es de madera;
Aristóteles dirá que la definición de mesa que nosotros abstraigamos debe
incluir todas las mesas posibles que puedan llegar a existir. Así, la
definición debe ser esencial, no accidental, de manera que la mesa pueda tener
tres, dos, una o ninguna pata (puede estar suspendida del techo con cadenas,
por ejemplo, o empotrada en la pared) y siga siendo mesa.
Aristóteles hablará pues de
“substancia” (en griego ousía) como aquello que subsiste, que permanece, que no
cambia. No es gratuito que para Aristóteles la filosofía no sea sino una
gramática y si nos fijamos en esta última el sustantivo es precisamente aquello
que permanece, la parte más importante de la oración. Lo que no dice
Aristóteles (porque en general el filósofo, y el hombre común más aún, no
logran desentrañar el paradigma, las determinaciones epistemológicas y la
episteme que rige su pensar) es que la suya es una gramática del verbo “ser” y
toda su metafísica se fundamenta en el ser, sino detengámonos en el hecho de
que prácticamente todas las lenguas modernas que vienen del griego son
incomunicables si prescindimos del verbo ser. La pregunta es: ¿será así en
todas las lenguas, en todas las culturas? En lenguas como el hebreo o el
Yanomami, por ejemplo, esto no necesariamente es así.
De
aquí luego tiene que surgir la pregunta: ¿Es la aristotélica la única
metafísica posible? ¿Y si nos paseásemos por la posibilidad de pensar en una
metafísica no del “ser”, ni del “estar”, sino más bien del “vivir”, o de la
“relación” (la relación concebida como estructural y no como accidental)? Algo
sí es seguro, en Aristóteles descubrimos clarísimamente la relación entre
pensamiento, lógica (es decir, reglas del recto razonar, genial creación
también de Aristóteles), lenguaje y cultura. Si dejamos de lado este abordaje
poli factorial o multidisciplinario, no comprendemos verdaderamente.
En la “cosa” (esto es el objeto, en la
entidad) siempre aparecerán juntas, según Aristóteles, la “materia” (en griego
hyle) y la “forma” (en griego morphé); de acá su teoría del hilemorfismo. No vamos a encontrar pues
nunca ni materia pura ni forma pura. Esta construcción tiene como objeto
superar todos los dualismos y aporías de los pensadores precedentes, de modo
especial los de Platón con su tesis del dualismo antropológico. En el fondo,
Aristóteles a lo que va es a relacionar esta teoría con la temática del devenir, problema nada menudo que
tantos dolores de cabeza le generó a los griegos: sobre el “sustrato” de la
materia, se moldea la forma del objeto. Así, la materialidad contiene la esencia sólo en potencia y cobra
realidad (es acto pues) a través de la forma. De forma tal que la “esencia de
las cosas” no está en una idea trascendente sino que se ejecuta en un encadenamiento
sucesivo de “mostraciones”, se va mostrando.
Todo este esfuerzo racional aristotélico se
entiende si tenemos en cuenta el difícil problema que para la filosofía griega
representó el asunto del movimiento. Desde Parménides y Heráclito el tema del
movimiento había sido una asignatura pendiente, pues para el griego era muy
difícil pensarlo. Esto es evidente en su concepción teogónica y cosmológica y
es incluso palpable en sus manifestaciones estéticas. Lo cierto es que
Aristóteles busca responder a Parménides, especialmente, mediante la distinción
entre la potencia y el acto puesto que este último, como sabemos, postulaba que
el cambio es imposible, dado que el “ser” no puede provenir del “no-ser” (de la
nada, nada procede había dicho Parménides), ni puede provenir tampoco del se
puesto que el ser ya es.
Ese cambio que implica acto y
potencia no va a ser caprichoso, no tiene nada de aleatorio. Este despliegue de
la “esencia” va a tener siempre una finalidad en la concepción aristotélica por
lo cual en su metafísica la cuestión teleológica va a ocupar un sitial de
honor.
En
concordancia con esto Aristóteles hablará de cuatro “causas” del cambio, a
saber: 1) Causa formal, en donde un objeto se define por su forma, así
un edificio se definirá por su plano; 2) Causa final, según la cual todo
sucede por un propósito, de modo que el edificio tendrá como fin ser habitado,
cobijar personas, etc.; 3) Causa eficiente, que implica que todo cambio
demanda un motor que lo accione, así el trabajo de los constructores activará
la construcción del edificio antes mencionado y finalmente d) La causa
material, según lo cual todo objeto está constituido por materia, de modo
que el edificio estará formado por bloques, cemento, cabillas, etc. Está última
causa, es, según El Filósofo, el motivo de las irregularidades y contingencias
de las cosas dado que la materia opone resistencia a la adopción de una “forma”.
A la esencia prescrita por la forma, esto es la substancia, se oponen las
resistencias de la materia, resultando de esto lo puramente azaroso; es esto lo
que conocemos en la semántica aristotélica como lo que puede “ser” de una
manera o “ser” de otra; así, el lápiz tendrá como esencia su “ser” lápiz (en
una transgresión al idioma diríamos su “lapiceidad”) y tendrá como accidentes el color (podrá ser
amarillo, rojo o verde y seguirá siendo lápiz), el tamaño, el grosor, etc. Aquí
se juega la correlación de lo determinado (lo determinado o lógicamente
inteligible) con lo no-determinado, lo contingente (puesto que puede ser o no
ser, ser de una manera o ser de otra), es decir, con lo accidental, con lo no
inteligible lógicamente. Como consecuencia de esto, puestos ya los presupuestos
de la lógica aristotélica, se suprime lo accidental en la ciencia.
Toda esta concepción del cambio le
va a permitir a Aristóteles estratificar el mundo de tal modo que podremos
ascender desde un límite inferior, la “materia pura”, hasta la “forma pura”, su
límite superior; así, lo más alto, la divinidad, tiene que ser forma pura; en
la cúspide estará el dios aristotélico: “el motor inmóvil”. Por eso dirá, en
Verneaux, Textos de los grandes
filósofos. Edad Antigua (1988): “Y puesto que lo que es a la vez movido y
mueve es un término medio, debe haber algo que mueva sin ser movido, un ser
eterno, substancia y acto puro” (p. 81).
Dada la riqueza y amplitud de la
literatura que abarca toda la obra aristotélica no podemos pretender acá
abordarla toda; nos hemos querido centrar en algunos aspectos de su metafísica
que a nuestro juicio son centrales para comprender el alcance y los límites de
un pensamiento como este.
Un
aspecto más queremos resaltar y es el que tiene que ver con la cuestión
metodológica. ¿Cómo hace filosofía Aristóteles? si lo comparamos con el su
maestro Platón nos conseguiremos con que este último hizo un uso bien
particular de la “dialéctica”; el padre del idealismo tomaba un problema, una
noción o una idea de uso corriente, en su época, como es obvio, y lo iba
desmontando, analizando, sopesando, siempre en diálogo con sus interlocutores;
en algún momento llegaba a un punto en el cual concluía que el camino que
habían seguido para perfilar el problema no había sido el adecuado, e aquí la
bondad del diálogo platónico (¿o socrático?), y tenía que regresar, retroceder
en el camino hecho; Platón siempre vuelve al principio (aquí está una de los
rasgos identificadores del “quehacer” filosófico); así hasta llegar a la
“definición”; la ejercitación propia del filosofar es “delimitar”, “definir”;
apartar el trigo de la paja; filosofar es pues, pasar de la opinión a la verdad
pero desde el examen dialéctico, dialógico y horizontal con los pares. Es esto
lo que vamos a conseguir al leer el Libro I de La República en donde se debate acerca de lo que es la “justicia” y
lo que vamos a conseguir en cualquiera de las obras de Platón.
Leer
La Metafísica o La Política de Aristóteles es, en cambio, asistir al desarrollo sus
planteamientos lógicos, esto es, partir de unas premisas, universal siempre la
primera, para llegar luego a una conclusión exquisitamente razonada a lo largo
del texto: esto no es ni más ni menos que el método deductivo en su máxima
expresión. Es pues, la aristotélica, una estructura de pensamiento vertical en
donde se va de lo general, de lo universal a lo particular; de modo que no sólo
en la teoría del conocimiento se separa Aristóteles de su maestro, también en
el modo de hacer filosofía. Razón tiene Michel Onfray cuando en su Antimanual de filosofía (2005) afirma que Aristóteles es la “Figura
alternativa a Platón” (p.121)
¿Corresponde esto al momento histórico que le
toca vivir a Aristóteles que es el momento del imperio alejandrino y no el
momento de Platón en donde predomina aún el ideal de democracia apuntalada por
la aristocracia de la época? Pareciera que la transición que implica el
helenismo propiciado por Alejandro tiene su presencia acá: mucho de lo viejo,
mucho de lo nuevo… aguas convulsas, turbulencias no sólo políticas sino también
culturales, ¿crisis de paradigma? Por lo menos se parece mucho a lo planteado
por Kuhn.
La
Educación en Aristóteles.
…pues
aprender no es un descanso:
que
el aprendizaje viene acompañado del esfuerzo.
(Del Libro VIII
de La Política).
Que toda práctica educativa implica
una concepción filosófica de fondo ya lo sabemos. Las páginas anteriores han
querido dar cuenta de nuestra lectura sobre la obra y el pensamiento de
Aristóteles. Queremos dedicar esta última página del ensayo a revisar la visión
que del asunto educativo tiene el filósofo estudiado.
Según lo expuesto arriba, y
respondiendo a la pregunta que titula este trabajo, Aristóteles es: maestro, es
sabio y evidentemente es filósofo, entre otras cosas, filósofo de la educación.
Es maestro porque en su época ser filósofo y ser maestro era una misma cosa;
vemos como se funge de preceptor del joven Alejandro y de sus condiscípulos;
será así pues el ductor de la crema y
nata de lo que luego será el gran imperio alejandrino. Posteriormente
funda su propia institución escolar en Atenas: el liceo, allí practicará su
particular modo de enseñar, el peripatético; aún hoy día conseguimos docentes y
estilos pedagógicos que han visto en pasillos, patios y canchas de juego el
ambiente ideal para educar a los más jóvenes (El Sistema Preventivo iniciado y
practicado por Don Bosco en el Turín del Siglo XIX y continuado por Los
Salesianos en todo el mundo es un claro ejemplo de esto).
Sostenemos además que Aristóteles es
un sabio, y no sólo un erudito, puesto que no sólo compila, organiza y acumula
saberes, además produce un pensamiento y lo vincula las distintas facetas de la
realidad y diversas disciplinas. Es un sabio que se cuestiona acerca del saber
en cuanto tal, a partir de allí sacará consecuencias y hará implicaciones, pero
siempre viendo más allá, sin quedarse nunca en una parcela particular.
Es al mismo tiempo filósofo de la
educación por cuanto fija posición acerca del papel que la educación debe tener
dentro de la polis, y en consecuencia, en la vida política del hombre griego. Así,
dirá en La política que “Es menester
que los intereses comunes sean objeto de la misma práctica para todos. Al mismo
tiempo es menester que ningún ciudadano crea pertenecerse a sí mismo” (p. 339).
Como consecuencia de esto, continuará un poco más adelante “Es manifiesto que
la educación debe regularse por ley y considerarse obligación pública” (p.
339). Revela así pues el pensador su clara postura sobre el hecho educativo: éste
debe servir para formar a los ciudadanos de esa polis que la aristocracia griega
de su época había diseñado, estableciendo así una educación para el hombre
libre, otra para la mujer, otra para el esclavo y otra para el artesano.
Cuando
hoy día oímos decir a gente, supuestamente muy innovadora y revolucionaria en
el campo pedagógico, que la educación tiene que ubicarse en el contexto y que
eso significa que la guía debe ser los intereses del niño, de modo tal que al
hijo del buhonero lo que le debo enseñar es a sacar cuentas, o al indígena no
hay que enseñarle a distinguir los colores del semáforo porque él no tiene
semáforos en medio de la selva, no podemos dejar de pensar en la educación
clasista que proponía Aristóteles en su época; el resultado de esto
evidentemente es que el hijo de obrero siempre será obrero y el hijo de médico
irremediablemente será médico; nos preguntamos entonces: ¿dónde está la
revolución, en qué lugar el cambio? Una vez más podemos evidenciar que
Aristóteles, y su filosofía, son hijos de su época, lo cual, lejos de quitarle
méritos a este genial pensador lo sitúa como un fiel testigo de su realidad,
nunca como el extraterrestre que solemos imaginar cuando pensamos en el
filósofo, sea este Aristóteles o cualquier otro.
Podemos aseverar, para concluir, que en
Aristóteles se realizan magistralmente los tres planos que describe Fernando Savater en Las preguntas de la vida (2004) como constitutivos del
entendimiento y del ejercicio filosófico; estos son: “a) la información, que nos presenta los hechos
y los mecanismos primarios de lo que sucede; b) el conocimiento, que reflexiona sobre la información recibida,
jerarquiza su importancia significativa y busca principios generales para
ordenarla; c) la sabiduría, que
vincula el conocimiento con las opciones vitales o valores que podemos elegir,
intentando establecer como vivir mejor de acuerdo con lo que sabemos” (p. 18).
La vasta obra de Aristóteles nos da cuenta de
esta visión y concepción omniabarcante de su filosofía; esto va a tener
implicaciones muy concretas incluso en la ética en donde este sabio va a sostener
que la virtud está en el medio; para los efectos de lo que venimos sosteniendo
esta máxima no será más que la convicción de que no es la pura ciencia, no es
la pura ciencia, ni tampoco la pura filosofía, cada una por su lado, la que le
dará todas las respuestas al hombre; esa búsqueda de la felicidad, que es para
Aristóteles, el santo grial de todas las acciones humanas, se hallará sólo en
el equilibrio de lo humanístico y de lo científico, de lo humano y de lo
divino, de lo personal y de lo social. Por todo esto, y mucho más, después de
tantos siglos, Aristóteles sigue, y seguirá siendo una referencia fundamental,
nunca un modelo, de ningún modo un tótem sacrosanto… será sí un potrillo que da
coces, como había dicho Platón; algunas veces tendrá las respuestas, otras
veces no acertará, pero siempre será maestro, sabio y filósofo.
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ResponderBorrarExcelente artículo, Rolando, de muy grata lectura.
ResponderBorrarUsando aquello de que Aristóteles es filósofo de filósofos, puede decirse también que es maestro de maestros: era un magnífico organizador de conocimientos, gran expositor, el que te lleva a entender la virtud como punto medio que se encuentra con la práctica, el que te ayuda a encontrar y desarrollar aquello en lo que destacas, el que dedica tiempo a divulgar conocimiento, el que crea conocimiento...
Gracias por el comentario, Hakim. Sí, por eso la insistencia en considerarlo maestro, filósofo y sabio. Es el Profesor integral, en el sentido más amplio del término. Saludos!
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