Milan Kundera: La Tensión Entre lo Leve y lo Pesado

La Tensión Entre lo Leve y lo Pesado

Rolando Javier Núñez H.
“La contradicción entre peso y levedad
es la más misteriosa y equivoca de todas las contradicciones”
(Milán Kundera).

¿Somos una simple exhalación o trascendemos a través de un hijo, un libro o un árbol? Esta es una pregunta que pareciera haberse planteado no pocas veces a lo largo de la historia y eso ya nos estaría respondiendo, en buena medida, la pregunta, pues “trascender” es permanecer en el tiempo, pervivir, ir más allá. Y este dilema pareciera ser también el leiv motiv de la novela de Milan Kundera, La Insoportable Levedad del Ser (1984). A lo largo de algo más de trescientas páginas, el escritor checo va de personajes que asumen que “La historia es igual de leve que una vida humana singular, insoportablemente leve, leve como una pluma, como el polvo que flota, como aquello que mañana ya no existirá” (p. 225), a figuras como aquel hombre que “actuaba como si la historia no fuese sólo un boceto, sino un cuadro terminado. Actuaba como si todo lo que hacía tuviera que repetirse incontables veces en un eterno retorno y como si estuviera seguro de que nunca dudaría de lo que había hecho”. En la primera década de los 80´, este escritor expatriado por una ideología totalitaria, el comunismo, sirve la mesa para un debate que hará efervescencia tras la caída del Muro de Berlín, y el fin de la guerra fría, y que aún hoy, ocupa a intelectuales y académicos, aunque ya de manera más reposada y desapasionada; ese tema no es otro que el debate modernidad – postmodernidad: ¿existen las realidades universales? ¿Ha muerto la metafísica? ¿Hay ideales y proyectos o solo existe lo ligero y pasajero? ¿Es este desencanto postmoderno el reino de aquel héroe (o anti héroe) absurdo que Albert Camus había anunciado en El Extranjero en 1942? ¿Son los personajes, y la trama, de Kundera camusianos, existencialistas, o son emblemas postmodernos?
            A nuestro modo de ver, en la novela de Kundera hay mucho de lo planteado arriba, y mucho más. Aunque la crítica especializada ha rotulado, nos parece que con bastante acierto, a La Insoportable Levedad del Ser como una “novela filosófica”, creemos que el texto tiene mucho de esto pero va mucho más allá. La primera, y sostenida, impresión, a lo largo de la lectura, es que es una novela muy sensual, y lo es, a los ojos este diletante lector, en el sentido más sublime y griego del término. Es decir, es una narración que juega con lo erótico pero que juega con la intervención de todos los sentidos e incluso con la necesidad de lo racional, de la información, del conocimiento. La novela, además de estar cruzada de referencias y exquisita disputa con pensadores y manifestaciones de la cultura europea, nos exige, o nos permite (es difícil precisar) echar mano del gusto, del tacto, del oído, del olfato y de la vista. Lo mismo nos lleva a una pieza de Beethoven que nos pasea por la crítica al kitsch; va de las relaciones amoroso/amatorias de los protagonistas al desmontaje de la ideología socialista que asoló a Europa del Este durante tantas y dolorosas décadas; todo esto sin hacerle demasiadas concesiones al occidente capitalista que en una concepción maniquea y simplista pudiera presentarse como alternativa al totalitarismo ruso – comunista.
            De una forma sencilla, y al mismo tiempo densa, Kundera va hilando la hermosa y, al mismo tiempo ruda, complejidad que perfila al espíritu humano, en su levedad y en su densidad.

            El escritor pareciera estar diciéndonos: la realidad, y el sujeto, no es de ninguna manera simple, elemental, es una trama, es una totalidad: es afectos, es social, es individualidad y es encuentro con los otros; el hombre es política, es romance, es bondad pero también maldad, es banalidad pero también trascendencia, permanencia; somos ética y somos estética, pero también somos trascendencia, pareciera estarnos machacando con Kierkegaard.
            Es pues, una novela que nos hace pensar, meditar, dubitar pero también nos hace sentir, añorar, evocar nuestros propios amores y desamores, nuestras sombras y desengaños, nuestras ilusiones, en fin, nuestros altibajos.   

            La relevancia de destacar este carácter de la obra estriba en que, normalmente, los debates, y los debatientes, tienden a ubicarse en los extremos: los postmodernos rompen lanzas en pos del “pensamiento débil” y el “todo vale” ético e intelectual, mientras que los modernos tienden a atrincherarse en las bondades de la diosa razón y de la tirana ciencia; esto sin olvidar que los culturalistas y “liberacionistas” apuestan por la pureza de las culturas originarias y periféricas para renegar todo lo que sea occidental y foráneo. Lo que Kundera deja caer es que lo que precisamente nos constituye, nos hace, es ese ir y venir de lo leve a lo que permanece, de lo sólido y compacto a lo volátil y efímero, y aunque al inicio va a los presocráticos para apuntalar con la crítica a Parménides, es probablemente Heráclito quien realmente esté como pivote de la trama literaria que arma a través de su libro, en el sentido que dice el sabio de Éfeso de acuña el Panta Rei, es decir, “todo pasa, todo permanece”, pues somos en parte igual y en parte distintos a lo que éramos ayer; somos ese fuego que “es y no es”, que tiende a extinguirse pero nunca lo hace. Somos leves, somos permanentes.

Comentarios

  1. Excelente, una invitación a la obra par a quien no la conozca, una llamada a la relectura para el que sí.

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