Iglesia y Educación

Iglesia y Educación
Rolando J. Núñez H.
“Si quieres aprender, enseña”
(San Agustín).

                        La Iglesia comenzó en el ministerio de la enseñanza desde el mismo momento en el que Jesús inició el anuncio de la “Buena Nueva”. Así, es claro que Jesús es el modelo de maestro, primero porque el contenido de su mensaje conduce a la plenitud física y espiritual, a la verdad, y segundo porque, desde el punto de vista didáctico, comunicativo, Cristo sabe llegar a quien le oye; si habla a los sabios y maestros de la ley hace uso de su juego lingüístico, pero cuando se dirige al pueblo utiliza todos los recursos a su alcance para hacerse entender. A los pescadores les habla de peces y a los agricultores les habla de siembra; es pues, el maestro por excelencia.
            Ese legado que dejó Jesús ha sido conservado, compartido y actualizado por la Iglesia, a lo largo de los siglos.
            Después de las invasiones bárbaras y la consiguiente caída del Imperio Romano de Occidente, Europa, y sus instituciones, quedó prácticamente en la ruina. Se perdieron bibliotecas, desaparecieron ciudades y se borraron caminos. Fue en esta hora oscura en la que la Iglesia asumió una tarea que nadie más quiso o pudo asumir. Tanto es así que autores declaradamente ateos, como el filósofo español Fernando Savater, reconocen que sin el Cristianismo la Europa actual simplemente no existiría.
            Los Padres de la Iglesia, en primer lugar, abrieron senderos de orientación, defensa y sistematización de la verdad y de armonización entre razón y fe. Esta labor apologética llevó a la Cristiandad el estilo evangélico de enseñar; pero además el clero católico desplegó, siempre con la predicación del evangelio como meta, toda una labor académica, que aun hoy tiene repercusiones y expresiones en nuestra cultura y en nuestra sociedad. San Isidoro de Sevilla, por ejemplo, crea las Escuelas Para Lideres, o Escuelas Para Catequistas, y da origen así, a la institución escolar; pero además, este santo hombre escribe “Las Etimologías”, una obra que recoge todo el conocimiento que se podía reunir hasta ese momento, con la particularidad que prácticamente todo el libro tiene que ser escrito de memoria puesto que no había manera de llegar a las bibliotecas puesto que, o estaban destruidas las bibliotecas o estaban destruidos los caminos, que además eran sumamente peligrosos estos últimos.
            Ante un pueblo que no sabía leer y escribir, la Iglesia, sabiamente, apela a los Autos Sacramentales, es decir, a una obra de teatro religiosa alegórica, de uno o varios actos, y que tiene por tema una escena evangélica, que se representaba en los pórticos de las iglesias; así también acude a la iconografía que representa, por ejemplo, el Vía crucis.
            Así mismo, la aparición de las universidades se producirá, en el siglo XII y XIII, en el seno de las abadías y monasterios, teniendo como profesores a miembros de las órdenes religiosas que, por siglos, se habían consagrado a la conservación y estudio del legado cultural greco – romano.
            No menos importante será la labor magisterial de la Iglesia Católica en la modernidad, donde congregaciones y órdenes religiosas se consagraran a la formación espiritual y humanística de los más desfavorecidos económicamente, sin descuidar a los de las clases adineradas, que no por ricos dejan de ser hijos de Dios. Ejemplo de esto son: los Jesuitas o Compañía de Jesús, Los Hermanos de la Salle, La Congregación Salesiana o Los Agustinos, sin olvidar, claro, las escuelas parroquiales y diocesanas.  
            Esta es una labor que aún hoy se mantiene y está más viva que nunca. En Venezuela es emblemática y encomiable la labor de educación popular de Fe y Alegría en zonas populares de nuestra patria.
(El artículo fue originalmente publicado en la revista "Camino, Verdad y vida" de mayo-junio de 2014, Año 1 N° 2. Órgano divulgativo  de la Diócesis de Maracay).

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