Discurso en los 50 años de la Capilla de Canoabito

Palabras en los 50 años de la Capilla de Canoabito
Rolando Javier Núñez Hernández
@sisifodichoso

         “Y ahora te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer” (Mt 16,18).


         Éramos niños y, como todo niño, solo pensábamos en jugar, pero a eso de las cuatro nos mandaban a arreglarnos porque teníamos la lección de catecismo con la Señorita Constanza. Así, todas las tardes bajábamos a aquella casa acogedora que tenía un espacio grande, al lado del fogón, en donde nos sentábamos a escuchar la lección que debíamos repetir y memorizar para prepararnos a la Primera Comunión. En casa de la Señorita Constanza todos eran bienvenidos pero, eso sí, todos debíamos portarnos bien, es decir, no armar alboroto y estar muy atentos a la lección. Al principio, con nuestros pocos años a cuestas, llegábamos asustados, temerosos de que la Señorita Constanza nos regañara por distraídos o por no aprender bien las cosas, pero luego, íbamos descubriendo a una educadora por vocación que, con paciencia y dedicación, enseñaba a conocer la fe y la religión y, como el apóstol Pedro, sostenía esa Iglesia que somos todos y que hoy estamos celebrando en las Bodas de Oro de la Capilla de la Comunidad de Canoabito.

         Ahora, seguro es que no son pocos los que guardan estos bonitos recuerdos de una infancia en la que recibimos las exigentes pero cariñosas enseñanzas de una dama que consagró su vida a la enseñanza de la fe a los más pequeños. Ya en esa época oíamos decir a nuestros tíos y tías, a nuestros padres, que ellos también habían sido preparados a la Primera Comunión por la Señorita Constanza, y luego de nuestra generación, todavía hubo muchos que siguieron recibiendo esas enseñanzas de ella. ¿Por qué comienzo hablando de esta buena y piadosa mujer si la celebración es por los cincuenta años de la capilla? Por tres razones, por lo menos. La primera es que fue ella una de las principales promotoras, por no decir la principal, de la construcción de esta capilla. Su devoción y entrega a la comunidad la llevó a proponer e impulsar el que se construyera un recinto de oración y celebración litúrgica para la comunidad de Canoabito y lugares vecinos. Ella invitó y entusiasmó a otros para que se construyera un pequeño templo que cincuenta años después sigue congregándonos en torno a la fe, en torno a nuestra pertenencia a una comunidad que pone todas sus esperanzas, anhelos, dificultades y alegrías en torno a este altar. La segunda razón, por la cual hemos empezado recordando a la Señorita Constanza es que, los edificios, las construcciones por sí solos, poco nos dicen, poco significan. Son, naturalmente, en el caso de iglesias y templos, lugares consagrados a Dios, pero es la presencia de las personas, de las comunidades vivas, las que le dan sentido, las que las convierten en lugares que nos vinculan con los demás y nos reconcilian con la celebración de la vida. La edificación de la Capilla “Nuestra Señora del Carmen”, y su permanencia entre nosotros a lo largo de cincuenta años, nos habla de una comunidad viva y palpitante que se expresa y concreta en proyectos, en sueños, en familias que luchan a diario para salir adelante, para prosperar, para criar bien a los hijos. Una tercera razón, es que en la época en la que se construyó y bendijo la capilla se empezó a hablar de la figuración y participación de la mujer en la sociedad. Hoy, esa participación, ese protagonismo es destacado y cada vez más relevante en todos los ámbitos, incluida la Iglesia, en la cual, voces tan importante como las del Papa Francisco han insistido en el valor de la mujer en lo espiritual, en lo pastoral y en la vivencia de los valores evangélicos. Pues bien, la Señorita Constanza y el resto de las damas que impulsaron la construcción de la capilla, fueron parte activa, de manera callada y sencilla, sin estridencias ni fanfarrias, en ese proceso que iniciaba en los años sesenta y sigue hoy dándole participación a la mujer en la vida pública, en la cultura, en la religión. Esto, es particularmente relevante en un país en donde la figura de la madre venezolana es tan relevante, tan fundamental; tanto que el Padre Alejandro Moreno ha dicho que la venezolana es una cultura matricentrada, centrada y definida en la madre, en la mujer – madre.
El recordar y festejar, cinco décadas después, aquel 12 de octubre de 1967, en el cual se dio la bendición de la capilla, de manos del para aquel entonces, Monseñor, Arzobispo de Valencia, José Alí Lebrum Moratinos, es una expresión, y un testimonio, del transitar de personas por la historia, por nuestra historia, que no solo se dedican a sus proyectos y negocios personales sino que además, dedican buena parte de su tiempo y vida, al servicio y bienestar, material y/o espiritual de los demás.
         Así, la inquietud e iniciativa de la Señorita Constanza de construcción de la capilla fue secundada y apoyada por otras personas de buena voluntad y, a fin de cuentas, por la comunidad toda, que, que quien más quien menos, contribuyó en la edificación de un espacio que vendría a ser Casa de Dios y abrigo de los miembros de la comunidad. De este modo nos conseguimos con nombres como el de la Señorita Luisa Barreto, quien, aunque no vivía en la comunidad, se avocó a las gestiones y diligencias para la construcción; la señora Isabel María Sánchez, quien donó el terreno para la construcción; el señor Mario Pinto, maestro de obra quien junto con los vecinos de la comunidad se dedicaron a levantar el lugar de encuentro y oración que hoy celebramos. Esa ha sido nuestra historia, la de la construcción de espacios y lugares que nos juntan para celebrar nuestras creencias y nuestras convicciones. No podemos dejar de mencionar, la labor y constancia del señor Juan Corvo, quien desde el principio apoyó la construcción y cuidado de la capilla, así como esa comunicación filial y cercana con la Arquidiócesis de Caracas con el fin de mantener la encomiable tradición de que la capilla, y la comunidad, recibiera la bendición de los pastores de la Iglesia Católica Venezolana. De este modo, podemos alegrarnos de que esta Casa de Dios en nuestra comunidad, sea fruto de la labor de habitantes y amigos que, por razones familiares, afectivas e incluso de trabajo, dieron vida a un lugar que cada cierto nos congrega y nos permite renovar nuestro afecto y agradecimiento a Dios y a la comunidad que en algún momento nos albergó, nos cobijó y nos dio alegrías.
         Hoy podemos ver que la capilla no es solo paredes, sino que es además la manifestación del cariño y colaboración que, a lo largo de los años, se fueron sumando al cuido y mantenimiento de este hogar espiritual que nos recibe: las imágenes, las reparaciones, la limpieza, etc., también nos dicen que aquí se mantiene en pie una comunidad que vela por su lugar de oración y de recogimiento.
         Para los que siguen haciendo vida aquí en Canoabito, para los que nacieron acá y se han ido y para los que en algún momento tuvimos la fortuna de vivir aquí y venimos de vez en cuando, esta celebración representa parte de nuestra historia, de nuestra educación, de nuestra crianza. Hoy, más que nunca, los valores que son los cimientos, los fundamentos, de esta capilla (porque fueron los que inspiraron y motivaron a quienes impulsaron e hicieron posible su realización), y de la Iglesia, deben prevalecer y seguir destacándose, cultivándose. Hoy más que nunca, cuando pareciera prevalecer el desencanto, los problemas y la falta de ilusiones, es precisamente hoy cuando requerimos volver a valores como la solidaridad, la unión, el servicio a los demás y las ganas de seguir trabajando con y para los demás. Eso simboliza esta capilla; ojalá recordemos de esta celebración cincuentenaria que los canoaberos se han caracterizado siempre por su cordialidad, por su religiosidad y por su generosidad para propios y extraños. Esta capilla, la labor de gente valiosa y siempre bien recordada como la Señorita Constanza, son parte de la historia de Canoabito, parte de nuestra historia. Sigamos haciendo esa haciendo esa historia comunitaria poniendo lo mejor de cada uno de nosotros y seguramente las próximas generaciones celebraran otros cincuenta años de esta obra que es la obra de todos. Gracias.


Canoabito, 12 de octubre de 2017.

(El texto fue el discurso de orden leído en la Sesión Solemne en la celebración de los 50 años de la Inauguración de la Capilla de Canoabito, ubicada en el municipio Bejuma, Estado Carabobo) 

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